León de Arroyal
Oda XXIII
“En alabanza de Juan Fernández de la Fuente, labrador honrado de la villa de Vara de Rey”
Canto a un felice anciano
coronado de espigas y de frutos
del plácido verano,
no gobernando los neptúneos brutos
con esmaltado freno,
sino los tardos bueyes
y su rebaño por el campo ameno.
Canto un hombre estimado
de todos sus vecinos y parientes,
y lo que es más, honrado
aun de viciosas y malignas gentes,
aquellos que sus días
gastan mordiendo honras
con sus murmuraciones y falsías.
Canto un varón constante
en los trabajos de su larga vida
de parcitud amante
y no de riqueza desmedida:
canto un hombre prudente,
trabajador, sufrido,
a Juan Fernández canto de la Fuente.
Él no en ilustre cuna
se crio, ni emprender pudo lustrosa
carrera, ni Fortuna
le subió a una eminencia prodigiosa;
ni vio la adusta guerra
donde es el más famoso
el hombre que destruye más la tierra.
Nació en una aldeílla
cerca a Vara de Rey, y allí criose
en la vida sencilla
del campo ¡oh Dios!, y de ella alimentose
ochenta y cuatro años
que cuenta con luz clara
de lo que es este mundo y sus engaños.
Ni pudo el mal ejemplo
de algunos holgazanes infestarle:
desde su casa al templo
y del templo a su casa era encontrarle,
pero nunca en el juego
ni tampoco en la plaza,
ni entre el lascivo y execrable fuego.
Jamás dijo mentira,
ni se verificó que a uno engañase,
ni pudo hacer la ira
que, sin razón, cólerico, injuriase;
ni de empeños a fuerza,
ni a fuerza de dinero,
se vio jamás que la justicia tuerza.
Siendo nombrado alcalde
(aunque de él con entera repugnancia)
administró de balde
la justicia, no haciendo su ganancia
la pérdida de algunos,
que, atropelladamente,
se meten en mil pleitos importunos.
Ninguno tuvo queja
de su modo de obrar, ni la censura
del vulgo, que no deja
delito sin castigo, le fue dura:
quien le ha necesitado
siempre le halló propicio,
para servir a todos preparado.
Sin libros y sin ciencia,
aunque sí con un alma esclarecida,
sabe por su experiencia
más que muchos de aquellos que la vida
en estudiar gastamos,
y en mucho se aprovecha
más que acá nuestra ciencia aprovechamos.
A costa de fatiga
y sudor trabajó en la primavera
de su edad cual la hormiga
que los rigores del invierno espera,
y en su vejez ahora,
sin cansar al pariente,
come el trabajo que antes atesora.
Él buen vecino ha sido
y buen juez, buen hijo y buen hermano,
y ha sido buen marido,
y, por decirlo todo, buen cristiano.
Su conducta inculpable,
a lo que ver se deja,
a su Dios y a los hombres es amable.
¿Quién, quién habrá que pueda
no envidiar una vida tan sencilla
y pura, aunque la rueda
de Fortuna le tenga allá en la silla
primera del estado
hecho objeto de envidia
sobre todos los otros sublimado?
¡Oh hombre el más dichoso
de todos los mortales!
Vive, vive en tu dulce reposo
y este pequeño don de mí recibe
con natural bonanza;
aunque yo no te alabo:
a tu virtud va toda la alabanza.
"En alabanza de un carpintero llamado Alfonso"
Nicasio Álvarez Cienfuegos
Virtutem... invenies... callosas habentem manus.
SÉNECA, De vita beata, 7.
Yo lo juré: mi incorruptible acento
vengará la virtud, que lagrimosa
en infame baldón yace indigente.
En despecho del oro macilento
y de ambición pujante y envidiosa, 5
mil templos la alzaré do reverente,
sus aras perfumando
al orbe su loor iré cantando.
Nobles magnates, que la humana esencia
osasteis despreciar por un dorado 10
yugo servil que ennobleció un Tiberio,
mi lira desoíd. Vuestra ascendencia
generación del crimen laureado,
vuestro pomposo funeral imperio,
vuestro honor arrogante, 15
yo los detesto, iniquidad los cante.
¿Del palacio en la mole ponderosa
que anhelantes dos mundos levantaron
sobre la destrucción de un siglo entero,
morará la virtud? ¡Oh congojosa 20
choza del infeliz! A ti volaron
la justicia y razón desde que fiero,
ayugando al humano,
de la igualdad triunfó el primer tirano.
Dilo tú, dilo tú, pura morada 25
del íntegro varón: taller divino
de un recto menestral... Adonde, adonde...
¿Quién sacrílego habló? ¿Qué lengua osada
se mueve contra mí porque apadrino
a la miseria do virtud se esconde 30
mi Apolo condenando,
innoble y bajo al menestral llamando?
¿Innoble? ¡Oh monstruo, en el profundo Averno
perezca para siempre tu memoria
y tu generación! ¿Eternamente 35
habremos de ignorar que el sempiterno
es Padre universal? ¿Que no hay más gloria
ante su rectitud inteligente
que inflexible justicia,
ni más baldón que la parcial malicia? 40
Fue usurpación, que la verdad nublando,
distinciones halló do sus horrores
se ilustrasen. Por ella la nobleza,
del ocioso poder la frente alzando,
dijo al pobre: soy más; a los sudores 45
el cielo te crió; tú en la pobreza,
yo en rico poderío,
tu destino es servir, mandar el mío.
¿Y nobles se dirán estos sangrientos
partos de perdición, trastornadores 50
de las eternas leyes de natura?
¿Nobles serán los locos pensamientos
de un ser que innatural huella inferiores
a sus hermanos, y que audaz procura
en sobrehumana esfera 55
divinizar su corrupción grosera?
¿Pueden honrar al Apolíneo canto,
cetro, toisón y espada matadora,
insignias viles de opresión impía? 60
¿Y de virtud el distintivo santo,
el tranquilo formón, la bienhechora
gubia su infame deshonor sería?
¿Y un insecto envilece
lo que Dios en los cielos ennoblece?
Levantaos, oh grandes de la tierra; 65
seguid mis pasos, que a su tumba oscura
Alfonso os llama. Enhiestos y brillantes
con más tesoros que Golconda encierra,
de vuestra claridad y excelsa altura
presentad los blasones arrogantes, 70
que a los vuestros famosos
él ya a oponer sus timbres virtuosos.
Recibiólo al nacer sacra pobreza
para seguirle hasta el postrer aliento.
Nació, y oyendo su primer vagido 75
voló la enfermedad, y con dureza
quebrantó su salud, eterno asiento
fijando en él. Se queja, y al quejido
desde el Olimpo santo
baja virtud para enjugar su llanto. 80
Crece, y sus padres con placer miraron
crecer en él la cándida inocencia.
Corrió su edad, esclareció su mente,
y ya su pecho y su razón le hablaron.
Mira en torno de sí, y es indigencia 85
cuanto miró; y al contemplar doliente
su familia infelice,
un escoplo tomó, y así le dice:
«Objeto de mi amor ¡ay!, sólo es dado
el sustento al afán, y sólo el vicio 90
se alimenta sin él. ¡Ley adorable
de mi adorable autor! El triste estado
ves de mis padres, cuánto sacrificio
merezco a su cariño infatigable;
ellos de noche y día 95
compran con su dolor la dicha mía.
¿Por siempre gemirán? Es tiempo ahora
de amparar su vejez. Escoplo amigo,
ya te puedo gritar; mi brazo fuerte
a ti se acoge; tu favor implora; 100
tú mi apoyo serás y firme abrigo
contra el hambre y maldad; harás mi suerte
hasta el día postrero,
y yo te juro ser fiel compañero.
Empieza, empieza; y favorable el cielo 105
bendiga tu empezar, y a tus labores
dé rico galardón; puedas un día
de mi triste familia ser consuelo.
Puedas ¡ay!, de mi padre los sudores
para siempre limpiar; y en compañía 110
de su divina esposa
cerrar los ojos en quietud dichosa.
Y entonces ¡ay!, cuando orfandad doliente
siembre en mis días soledad y lloro,
¿adónde llevaré la débil planta 115
que temple mi dolor? Tú de mi mente
las fúnebres imágenes que honoro
piadoso aparta, y la antorcha ardiente
al amor concediendo
con su dulce esposa mi penar partiendo. 120
Modelo de virtud su fértil seno
sabrá reproducir multiplicadas
sus virtudes sin fin. Gozos filiales,
el bien os ame; su cruel veneno
no os soplen las maldades prosperadas. 125
Estudiad los ejemplos maternales
mientras la mano mía
guarda vuestra niñez de la hambre impía.
¡Seductora ilusión! ¡Oh quién me diera
en salud floreciente mis labores 130
no interrumpir jamás! Dios poderoso
que paternal desde tu augusta esfera
del infeliz recibes los clamores,
yo me postro ante ti; vuelve piadoso
hacia mí tu semblante, 135
y mi quebranto cesará al instante.
Yo no deseo la opulenta suerte
de una alta condición; tú me la diste;
cual tuyo adoraré mi humilde estado.
Mas, ¡oh mi padre!, que tu brazo fuerte 140
siempre me aparte de la senda triste
del vicio; y que a tu acento recobrado
mi vital desaliento
en mi labor recoja mi sustento.»
Dijo, y obró; y al verle, estremecido 145
el infierno tembló; y el vicio adusto
miró caer su cetro fulminante.
Por tres veces Alfonso repetido
por los ángeles fue; y el nombre augusto
de esferas en esferas resonante 150
dijo el Ser soberano:
este es el hombre que crió mi mano.
Ven, oh tierra; venid, cielos hermosos,
cantad las alabanzas del Eterno,
y admirar su poder imponderable; 155
ved entre los anhelos trabajosos,
el hambre y el oprobio sempiterno,
un Carpintero vil; inestimable
tesoro en él se encierra:
es la imagen de Dios, Dios en la tierra. 160
Es el hombre de bien; oscurecido
en miseria fatal, nubes espesas
su virtud anublaron, despremiada
su difícil virtud. Si enardecido
de la fama al clarín arduas empresas 165
obra el héroe, su alma es sustentada
con gloriosa esperanza;
mas la oscura virtud ¿qué premio alcanza?
El desprecio, el afán, y la amargura;
tal fue de Alfonso el galardón sangriento. 170
Sacrificado a la inmortal fatiga,
¿cuál fruto recogió? La parca dura
debilitando su vital aliento
desde el mismo nacer, hizo enemiga
que en trabajo inclemente 175
fuera estéril sudor el de su frente.
Veía a sus hijos y su amante esposa
en las garras del hambre macilenta
prontos a perecer. En vano, en vano
la enfermedad ataba poderosa 180
sus miembros al dolor. Su alma atenta
al ajeno sufrir, su estado insano
olvida, y en contento
dobla por sus amores su tormento.
¡Oh tú, esposa feliz de un virtuoso, 185
perpetua infatigable compañera
de su eterna aflicción! Teresa amable,
¿no es cierto que jamás tu santo esposo
murmuró en su pesar? ¿Que lastimera
su pobreza adoró? ¿Que inviolable 190
su planta religiosa
huyó de la maldad menos costosa?
Y vosotros, oh prendas inocentes
de Alfonso, hablad. Decidnos las lecciones
que os dictó ejecutando; los dolientes 195
que tierno consoló; los angustiados
que su hambre sustentó; los corazones
que su atractivo ejemplo
llevó rendidos de virtud al templo.
Bondad fue su vivir; en su semblante 200
hablaba la deidad. ¡Oh cuántas veces
mi espíritu en respetos abismado
ante tu majestad probó el triunfante
imperio de virtud. Mis altiveces
allí desparecían, y humillado 205
a sus palabras santas,
tal vez quiso besar sus dignas plantas.
Yo le vi... yo le vi... ¡Funesto día!
Para siempre le vi... Pálida muerte
volaba en torno de él. ¡Infortunado!, 210
que el penúltimo sol entonces veía.
Jamás, jamás, su enfurecida suerte
ostentó más rigor. Desfigurado
con furibundo acento
me demandó su postrimer sustento. 215
¡Sacrosanta virtud? ¿Tú suplicante
a mí, débil mortal? Tú, tú lo viste,
Omnipotente Dios, el amargura
que mi pecho bebió en aquel instante.
Nunca el sol para mí lució más triste; 220
lloré mi dicha, deseé la tumba oscura,
y ¡ojalá quien me diera
que en el lugar de Alfonso padeciera!
Disipad, destruid, oh colosales
monstruos de la fortuna, las riquezas 225
en la perversidad y torpe olvido
de la santa razón; criad, brutales
en nueva iniquidad, nuevas grandezas
y nueva destrucción; y el duro oído
a la piedad negando, 230
que Alfonso expire, en hambre desmayando.
¿Esto es ser noble? Vuestro honor sangriento
en la muerte de Alfonso: ¡ay, ay, que expira!
Pesadumbres huid; cesad siquiera
de atormentar su postrimer aliento. 235
Inútil ruego. Adonde el triste mira,
aflicción. Con sus hijos lastimera
su esposa se le ofrece;
y cuanto sufrirán, él lo padece. ¡
Dolorido varón! Ni un solo día 240
alegre te miró: ni un solo instante
rió tu probidad. Torvos doctores,
vos que enseñáis que con la tumba fría
cesan el bien y el mal, ved expirante
a Alfonso. Su virtud entre dolores; 245
¿es nada, es nombre vano,
o hay un otro vivir para el humano?
Hay otro estado donde espera el justo
eterno galardón. ¡Ah!, vuela, vuela,
del santo Alfonso espíritu dichoso 250
a la patria inmortal, adonde augusto
te llama el Dios que justiciero vela
por su amada virtud. Paró nubloso
su invierno, y placentera
ya le ríe inmortal la primavera. 255
Goza, goza en la paz inalterable
el fruto dulce de tu amable vida.
Bebe de las delicias, que en torrentes
manan sin descansar del Inefable.
Yo entre tanto a la tumba oscurecida 260
iré do tus cenizas inocentes
yacen, y mis dolores
mitigaré cubriéndola de flores.
Iré, la bañaré con triste llanto
en tributo anual; y cuando horrendo 265
el falso vicio deslumbrarme intente,
allí te buscaré. Tu nombre santo
invocará mi voz, y el vicio huyendo,
a mi clamor la sombra reverente
saldrá, y en soplo frío 270
volverá la virtud al pecho mío.
¡Oh sepulcro que guardas el reposo
de tan justo mortal! Hasta la muerte
has de ser mi lección. Tú la inocencia
me enseñarás; lo honesto y virtuoso 275
leeré en tu oscuridad; harás que fuerte
sepa amar el afán y la indigencia;
y que allí atrincherado
huelle el poder del crimen entronado.
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