martes, 11 de agosto de 2015

Fernando Pessoa, antología de poemas

Llueve en silencio, que esta lluvia...

Fernando Pessoa

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...

En la gran oscilación

En la gran oscilación
entre creer y no creer,
el corazón se trastorna
lleno de nada saber

Y, ajeno a lo que sabía
por no saber lo que es,
solo un instante le cabe
que es el conocer la fe.

Fe que los astros conocen
porque es la araña que está
en la tela que ellos tejen,

y es vida que había ya.

Abdicación


Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena

como el paisaje al morir el día.

Autopsicografía


El poeta es un fingidor.
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
sienten, en el dolor leído,
no los dos que el poeta vive
sino aquel que no han tenido.

Y así va por su camino,
distrayendo a la razón,
ese tren sin real destino

que se llama corazón.

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