domingo, 13 de septiembre de 2015
Lope de Vega, Sátiras anticulteranas
I
— Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?
— Llamad desde la posta, Garcilaso.
— ¿Quién es? —Dos caballeros del Parnaso.
— No hay donde nocturnar palestra armada.
— No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? — Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso,
y el Sol dipinge la porción rosada.
— ¿Estás en ti, mujer? — Negose al tino
el ambulante huésped. — ¿Que en tan poco
tiempo, tal lengua entre cristianos haya?
Boscán, perdido habemos el camino,
preguntad por Castilla, que estoy loco
o no habemos salido de Vizcaya.
II
Pululando de culto, Claudio amigo,
minotaurista soy desde mañana;
derelinquo la frasi castellana,
vayan las Solitúdines conmigo.
Por precursora, desde hoy más me obligo
al aurora llamar Bautista o Juana,
chamelote la mar, la ronca rana
mosca del agua, y sarna de oro al trigo.
Mal afecto de mí, con tedio y murrio,
cáligas diré ya, que no griguiescos
como en el tiempo del pastor Bandurrio.
Estos versos, ¿son turcos o tudescos?
Tú, Letor Garibay, si eres bamburrio,
apláudelos, que son cultidiablescos.
III
Inés, tus bellos ya me matan, ojos,
y al alma, roban pensamientos, mía,
desde aquel triste, que te vieron, día,
no tan crueles, por tu causa, enojos.
Tus cabellos, prisiones de amor, rojos,
con tal, me hacen vivir, melancolía,
que tu fiera, en mis lágrimas, porfía,
dará de mis, la cuenta a Dios, despojos.
Creyendo que de mí no, Amor, se acuerda,
temerario, levántase, deseo,
de ver a quien me, por desdenes, pierde.
Que es venturoso, si me admite, empleo,
esperanza de amor, me dice, verde,
viendo que te, desde tan lejos, veo
IV
Cediendo a mi descrédito anhelante
la mesticia que tengo me defrauda,
y aunque el favor lacónico me aplauda
preces indico al celestial turbante.
Obstento al móvil un mentido Atlante,
hurtome al Lete en la corriente rauda,
y al candor de mi Sol, eclipse en cauda,
ajando voy mi vida naufragante.
Afecto aplausos de mi intonso agravio
en mi valor brillante, aunque tremendo,
libando intercalar gémino labio.
¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?
— Y cómo si lo entiendo. — Mientes, Fabio;
que yo soy quien lo digo, y no lo entiendo.
V
Conjura un culto, y hablan los dos de medio soneto abajo
— Conjúrote, demonio culterano,
que salgas deste mozo miserable,
que apenas sabe hablar (¡caso notable!)
y ya presume de Anfión tebano.
Por la lira de Apolo soberano 5
te conjuro, cultero inexorable,
que les des libertad, para que hable
en su nativo idioma castellano.
— ¿Por qué me torques bárbara tan mente?
¿Qué cultiborra o brindalín tabaco 10
caractiquizan toda intonsa frente?
— Habla cristiano, perro. — Soy polaco.
— Tenelde, que se va. — No me ates, tente.
Suéltame. — ¡Aquí de Apolo! — ¡Aquí de Baco!
VI
Responde a un poeta que le afeaba escribir con claridad,
siendo como es la más excelente parte del que escribe
Livio, yo siempre fui vuestro devoto,
nunca a la fe de la amistad perjuro;
vos, en amor, como en los versos, duro,
tenéis el lazo a consonantes roto.
Si vos imperceptible, si remoto, 5
yo blando, fácil, elegante y puro;
tan claro escribo como vos escuro;
la Vega es llana y intrincado el soto.
También soy yo del ornamento amigo;
sólo en los tropos imposibles paro, 10
y deste error mis números desligo;
en la sentencia sólida reparo,
porque dejen la pluma y el castigo
escuro el borrador y el verso claro.
VII
Cortando la pluma hablan los dos
— Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. ¡Alto, a escribillos!
— Yo sólo escribiré, señor Burguillos,
«estas que me dictó rimas sonoras».
— ¿A Góngora me acota a tales horas? 5
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímense dos musas cantimploras.
— Dejemos la campaña, el monte, el valle
y alabemos señores. — No le entiendo. 10
— ¿Morir quiere de hambre? — Escriba y calle.
— A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.
VIII
Discúlpase [Tomé de Burguillos, heterónimo de Lope] con Lope de Vega de su estilo
Lope, yo quiero hablar con vos de veras
y escribiros en verso numeroso,
que me dicen que estáis de mí quejoso
porque doy en seguir Musas rateras.
Agora invocaré las verdaderas 5
aunque os sea —que sois escrupuloso—
con tanta Metafísica enfadoso,
y tantas categóricas quimeras.
Comienzo, pues: «¡O tú, que en la risueña
Aurora imprimes la celeste llama, 10
que la soberbia de Faetón despeña!»
Mas, perdonadme, Lope, que me llama
desgreñada una musa de estameña,
celosa del tabí de vuestra fama.
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