miércoles, 25 de agosto de 2021

Comienzo de La casa encendida, de Luis Rosales

LA CASA ENCENDIDA

Luis Rosales

I


Porque todo es igual y tú lo sabes,

has llegado a tu casa y has cerrado la puerta

con aquel mismo gesto con que se tira un día,

con que se quita la hoja atrasada al calendario

cuando todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,

y, al entrar,

has sentido la extrañeza de tus pasos

que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,

y encendiste la luz, para volver a comprobar

que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,

y después,

te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,

y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,

y te has sentido solo,

humanamente solo,

definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,

y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,

para qué sirve estar sentado igual que un náufrago

entre tus pobres cosas cotidianas.

Sí, ahora quisiera yo saber

para qué sirven el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,

y el Belén de Granda

– el Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos dormíamos cantando –

y para qué puede servir esta palabra: ahora

esta palabra misma “ahora”,

cuando empieza la nieve,

cuando nace la nieve,

cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,

en una vida que no tiene memoria perdurable,

que no tiene mañana,

que no conoce apenas si era clavel, si era rosa,

si fue azucenamente hacia la tarde.

Sí, ahora

me gustaría saber para qué sirve este silencio que me rodea,

este silencio que es como un luto de hombres solos,

este silencio que yo tengo,

este silencio

que cuando Dios lo quiere se nos cansa en el cuerpo,

se nos lleva,

se nos duerme a morir,

porque todo es igual y tú lo sabes.

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