viernes, 19 de junio de 2015

Excerpta de Antonio Enríquez Gómez

I


De Academias morales de las Musas (1642), publicada en el exilio:

¡Ay de mí! Que vine al mundo
a solicitar tragedias:
nací llorando el delito
antes que lo cometiera (Academias, 400).

II

(Diatribas contra la Inquisición)

De La culpa del primer peregrino (1644):


¡Ay de los tribunales imperfectos
a donde los delitos son secretos,
salas donde se mira
en espejos de sombra la mentira
y donde andan los vicios y maldades
revueltos en fingidas sanctidades! (Culpa, 140-141).

[Hablando del gobierno de España, que permite espías y delatores]:

¿Qué premio puede aguardar un reino que premia malsines, alimenta cuadrillas de ladrones como dice Agustín, destierra vasallos, deshonra linajes, ensalza libelos, multiplica ministros, destruye el comercio, ataja la población, ama adbitrios, roba los pueblos, confisca bienes, hace juicios secretos, no oye las partes, calla los testigos, vende noblezas, condena nobles, alimenta gabelas y arruina el derecho de las gentes? (Luis dado de Dios a Luis y Ana, Samuel dado de Dios a Elcana y Ana, París, 1645, 118-119).

¡Oh! ¡miserable gobierno! ¡Oh! ¡pueblo cruel! ¡Oh invidia conocida! y por fin mi sentimiento; ¡Oh! ¡Monarquía sin caridad, Reino sin justicia y Tribunal sin misericordia! ¿Adónde tienes la vista de la razón intelectiva? Abre las luces del espíritu, sal de las tinieblas en que vives, considera que la mayor ruina que puede venir a la Monarquía, a la República, a la Nobleza, y en fin a la salvación de las almas es excluir, apartar y vituperar los linajes. Este es el más bárbaro arbitrio, que entre la Cristiandad ha sembrado, introducido y asentado el Demonio... ha puesto en las iglesias (en lugar de santos) pinturas diabólicas, (como son llamas de fuego y figuras del infierno), ha deshonrado los vivos, ha sacado en estatua los ausentes, ha dado a entender al pueblo inocente las herejías de los reos (La política angélica, Rouen, 1647, p. 149).

[Este mundo es monarquía de las tinieblas y de la muerte, mientras que la de Lucifer es una justa]:

Allá se condenan los bienes de los culpados y aquí los de los inocentes. Allá se perdona al que se arrepiente de su pecado y aquí se condena al que se arrepiente de lo dado y se perdona al que lo ha dado como demás. Allá la Inquisición es secreta y aquí es secreta y pública. La una es santa y la otra pecadora. Allá los familiares prenden con mandamiento real, pero aquí los familiares prenden como lascivos los reales mandamientos. Allá limpian las almas de las herejías y aquí del dinero las bolsas. Y, no te espantes, que no hay mayor herejía que quitarle a uno su hacienda (Ynquisición de Luzifer y Visita de todos los diablos, manuscrito inédito copiado en 1686, 13r)

[En la casa del hipócrita explica el diablo al autor que por la culpa de la Inquisición llegó la destrucción espiritual y económica a España]:

No te espantes de lo que has visto, que el siglo está condenado a hipocresía perpetua; todos nacen hipócritas, viven hipócritas, enferman hipócritas y mueren hipócritas. En saliendo de el vientre de la madre los verás vestidos de inocencia, y no lo es, sino capa que cubre la hipocresía que viene dentro... Esta compañía de santos hay en el siglo. Malos somos nosotros, pero ángeles malos y obramos como tales. Y aun estos hacen obras peores, pues pueden hacer bien por naturaleza y nosotros no podemos dejar de hacer mal por ella porque fuimos criados para ello.... Y, pues habemos tocado sobre Inquisición, quisiera preguntar a la vuestra: ¿quién la mete a castigar las almas de los herejes siendo nuestras? Si es por salvarlas, procuren convertirlos y, en caso que no quieran, aquí estamos nosotros para castigarlos, que somos ministros de Dios, como el verdugo lo es de la justicia. ¿Qué necesidad tienen los Inquisidores de meterse en nuestra jurisdición castigando nuestras almas, si ellas como enemigo de Dios han de venir a parar a nuestras manos? ¿Quién le dio potestad para castigarlas primero que nosotros?... Digo que la Inquisición del siglo es una baraja de naipes donde andan barajadas las mentiras por verdades y las verdades por mentiras (Ynquisición de Luzifer y Visita de todos los diablos, 20v-21r).

III

De Los filósofos de Grecia Heráclito y Demócrito 

(Enríquez se vuelve shakespiriano)


DEMÓCRITO



Mira, cuando algún reloj 

desconcertado por yerro, 
en lugar de dar las tres, 
da las ocho, o da las ciento, 
¿no te ríes? Pues, amigo, 
el reloj del Universo, 
como anda desconcertado 
y nunca tuvo remedio, 
en dando las necedades 
por horas o por momentos 
no hay sino soltar la risa 
y no llorar su gobierno, 
porque este reloj del mundo, 
aunque lluevan estos cielos 
a diluvios las verdades, 
en su vida andará cierto. 


[...]



(Tópico del gran teatro del mundo)



DEMÓCRITO



Mira en el solio sagrado: 

una comedia los dioses 
milagrosa compusieron; 
los versos, conceptuosos, 
muy ajustado el enredo 
a la trabazón del mundo; 
por tramoyas, elementos; 
por equívocos, las luces 
que huellan por estos cielos.
Los comediantes, ya ves: 
hombres y mujeres fueron, 
repartieron los papeles: 
uno noble, otro plebeyo, 
aquel rey, este villano, 
aquel grande, este pequeño, 
y empezose la comedia. 
Valgámonos del ejemplo. 
Cuando un comediante acaba 
de hacer un rey muy soberbio, 
¿no se entra en el vestuario, 
adonde pierde su reino 
y queda igual, ya se ve, 
con todos sus compañeros?
Pues así somos nosotros: 
los dioses nos repartieron 
estos papeles ahora 
en cuanto vida tenemos. 
Hemos de representar 
la comedia al Universo.
Deja que venga la muerte, 
que, en acabando con ellos, 
iremos al vestuario 
del mauseolo tremendo, 
donde seremos iguales 
los grandes y los pequeños.


[...]



HERÁCLITO



¡Que sufran esto los dioses! 

¡A un flaco cadáver yerto 
dos mil hombres acompañan!
¡Más de doscientos talentos 
cuesta un polvo levantado 
de la tierra, ya deshecho!
¡No he de llorar un delirio 
tan grande, y tan manifiesto!
¡Lo que es tierra, pide mármol; 
lo que es vanidad, imperio; 
lo que es nada, pide fausto 
y lo que es muerte, reflejo! 
¿No te sucedió mirar 
de la playa al pasajero 
cuando se embarca, que todos 
sus amigos y sus deudos 
le abrazan y se despiden 
llorando, y, al mismo tiempo, 
en otra nave llegar 
a tomar dichoso puerto 
otro a quien todos abrazan 
por verle libre del riesgo?
Pues al contrario es el mundo: 
al que muere y toma puerto 
en tierra de la verdad, 
le lloramos indiscretos, 
y al que nace a navegar 
por piélagos tan inmensos 
le hacemos fiestas y damos 
parabienes imperfectos:
este es el mundo, y así, 
pues los necios y los cuerdos, 
los ignorantes y sabios 
por la corriente del tiempo 
van caminando a la mar 
de este océano de pueblos, 
reírles las ignorancias 
y no llorar los extremos, 
me parece que es cordura.


[...]



(Paráfrasis del lamento inicial del Libro de Job)



HERÁCLITO



Te sigo: perezca el día 

en que vi la luz del Cielo.
Nunca yo hubiera corrido 
por el campo del aliento 
la carrera de la vida 
en el caballo tremendo, 
en el desbocado bruto 
de mi vanidad! Primero 
que se animara a correr, 
quedara perdido y muerto.
La que dio nuevas de mí 
al que me engendró, sediento 
de animar su semejanza, 
me ahogara, y del materno 
solio de mi vanidad, 
no saliera al Universo.
Déjame llorar, pues vine 
a ver, sacrílego y necio, 
abatidos los humildes, 
ensalzados los soberbios, 
desterrados a los sabios, 
sin aplausos los ingenios, 
a los malos sin castigo, 
castigados a los buenos, 
a los pobres destruidos, 
y a los ricos con imperios.

lunes, 15 de junio de 2015

Jorge Guillén, El cuento de nunca acabar



HOMENAJE (1967)



El cuento de nunca acabar





Una vida no cabe en la memoria.


Ámbitos de amistades,

espíritus sin roce

con Historia, con público,

la mujer, el amor, las criaturas,

nuestra existencia en pleno consumada

entre bienes y males.



Surge una gratitud

¿en cuántas direcciones?

Se despliega la rosa de los vientos.


¡Amigos! Este Globo
florece bajo diálogos:
extraordinaria flora
-mezclándose a la selva
que nunca se destruye-
por entre las historias diminutas
que recatan sin fechas los instantes
supremos, tan humildes.
La raíz de mi ser los ha guardado
para abocar al que yo soy. Más rico,
respirando agradezco.
El hombre entre los hombres,
el sol entre los astros
¿en torno a una Conciencia?
(Más que una hoja yo no soy, no sé.)




Miro atrás. ¡El olvido me ha borrado

tanto de lo que fui!

La memoria me oculta sus tesoros.


¿Cómo decir adiós,

final adiós al mundo?

Y nadie se despide de sí mismo,

a no ser en teatro de suicida.

Estar muerto no es nada.

Morir es sólo triste.

Me dolerá dejaros a vosotros,

los que aquí seguiréis,

y no participar de vuestra vida.

El cuento no se acaba.

Sólo se acaba quien os cuenta el cuento.
¿Habrá un deber y haber
que resuma el valor de la existencia,
es posible un numérico balance?
Ser, vivir, absolutos,
sacros entre dos nadas, dos vacíos.
El ser es el valor. Yo voy valiendo,
yo vivo. ¡Todavía!
Tierra bajo mis plantas,
el mar y el cielo con nosotros, juntos.

viernes, 12 de junio de 2015

La más hermosa metáfora de un libro

Pájaro con miles de alas para volar al infinito

La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca

P. Calderón de la Barca, La vida es sueño, fin de la jornada II:

CLOTALDO

(Enternecido se ha ido.
el Rey de haberlo escuchado).
Como habíamos hablado 
de aquella águila, dormido, 
tu sueño imperios han sido; 
mas en sueños fuera bien 
honrar entonces a quien 
te crió en tantos empeños, 
Segismundo; que aun en sueños 
no se pierde el hacer bien. 

SEGISMUNDO

Es verdad; pues reprimamos 
esta fiera condición, 
esta furia, esta ambición, 
por si alguna vez soñamos: 
y sí haremos; pues estamos 
en mundo tan singular, 
que el vivir solo es soñar; 
y la experiencia me enseña, 
que el hombre que vive sueña 
lo que es, hasta dispertar. 
Sueña el rey, que es rey, y vive 
con este engaño mandando, 
disponiendo y gobernando; 
y este aplauso, que recibe 
prestado, en el viento escribe, 
Y en cenizas lo convierte 
la muerte; ¡desdicha fuerte! 
¿Qué hay quien intente reinar, 
viendo que ha de dispertar 
en el sueño de la muerte? 
Sueña el rico en su riqueza, 
que más cuidados le ofrece, 
Sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza, 
Sueña el que a medrar empieza, 
sueña el que afana y pretende, 
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión, 
todos sueñan lo que son, 
aunque ninguno lo entiende. 
Yo sueño, que estoy aquí 
destas prisiones cargado, 
y soñé, que en otro estado 
más lisonjero me vi. 
¿Qué es la vida? Un frenesí: 
¿qué es la vida? Una ilusión, 
una sombra, una ficción, 
y el mayor bien es pequeño; 
que toda la vida es sueño, 
y los sueños sueño son. [...]

III

[El príncipe Segismundo es liberado e instado por varios soldados rebeldes al rey Basilio a que tome el mando de la rebelión]

SOLDADO

Sal pues; que en ese desierto 
ejército numeroso 
de bandidos y plebeyos 
te aclama; la libertad 
te espera; oye sus acentos. 
¡Viva Segismundo, viva! (dentro)

SEGISMUNDO 

¿Otra vez? ¿Qué es esto, Cielos?
¿Queréis que sueñe grandezas 
que ha de deshacer el tiempo? 
¿Otra vez queréis, que vea 
entre sombras y bosquejos 
la majestad y la pompa 
desvanecida del viento? 
¿Otra vez queréis, que toque 
el desengaño o el riesgo 
a que el humano poder 
nace humilde y vive atento? 
Pues no ha de ser, no ha de ser; 
miradme otra vez, sujeto 
a mi fortuna y, pues sé 
que toda esta vida es sueño, 
idos, sombras, que fingís 
hoy a mis sentidos muertos 
cuerpo y voz, siendo verdad, 
que ni tenéis voz ni cuerpo. 
Que no quiero majestades 
fingidas, pompas no quiero, 
fantásticas ilusiones 
que al soplo menos ligero 
del aura han de deshacerse, 
bien como el florido almendro, 
que por madrugar sus flores, 
sin aviso y sin consejo, 
al primer soplo se apagan, 
marchitando y desluciendo 
de sus rosados capillos 
belleza, luz y ornamento. 
Ya os conozco, ya os conozco, 
y sé que os pasa lo mesmo 
con cualquiera que se duerme. 
Para mí no hay tingimientos; 
que desengañado ya, 
sé bien, que la vida es sueño.

 [...]

Y con esta prevención
de que cuando fuese cierto, 
es todo el poder prestado, 
y ha de volverse a su dueño, 
atrevámonos a todo. 

[...]

(tras perdonar a Clotaldo)

A reinar, Fortuna, vamos;
no me despiertes, si duermo,
y si es verdad, no me aduermas.
Mas sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa;
si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos. 

[...]

BASILIO
¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente 
La furia de un caballo desbocado? 
¿Quién detener de un rio la corriente, 
que corre al mar soberbio y despeñado? 
¿Quién un peñasco suspender valiente 
de la cima de un monte desgajado? 
pues todo fácil de parar se mira 
más que de un vulgo la soberbia ira. 

Dígalo en bandos el rumor partido;
pues se oye resonar en lo profundo 
de los montes el eco repetido: 
unos, "Astolfo", y, otros, "Segismundo".
El dosel de la jura, reducido 
a segunda intención, a horror segundo, 
teatro funesto es, donde importuna 
representa tragedias la fortuna. 

ASTOLFO

Señor, suspéndase hoy tanta alegría, 
cese el aplauso y gusto lisonjero, 
que tu mano feliz me prometía; 
que si Polonia (a quien mandar espero) 
hoy se resiste a la obediencia mía, 
es porque la merezca yo primero. 
Dadme un caballo, y de arrogancia lleno 
rayo descienda el que blasona trueno.

BASILIO 

Poco reparo tiene lo infalible,
y mucho riesgo lo previsto tiene;
si ha de ser, la defensa es imposible, 
que quien la excusa más, más la previene. 
¡Dura ley! ¡Fuerte caso! ¡Horror terrible! 
Quien piensa huir el riesgo, al riesgo viene; 
con lo que yo guardaba me he perdido: 
yo mismo, yo, mi patria he destruido. 

[...]

(el rey Basilio, derrotado)


¿Hay mas infelice Rey?
¿Hay padre más perseguido?

CLOTALDO

Ya tu ejército vencido 
Baja sin tino ni ley.

ASTOLFO

Los traidores, vencedores 
Quedan. 

BASILIO

En batallas tales
los que vencen son leales, 
los vencidos, los traidores. 
Huyamos, Clotaldo, pues 
del cruel, del inhumano 

rigor de un hijo tirano. 

lunes, 1 de junio de 2015

Soneto de Antonio de Solís

¿Hasta cuándo mi torpe desvarío 
abusará, Señor, de tu clemencia?
Que parece que aprendo en tu paciencia
más libertad que diste a mi albedrío.

Juzga, corrige, enmienda el error mío
antes que se pronuncie la sentencia.
No llegue, en mi postrera negligencia,
la primera señal de tu desvío.

Tú me diste tu imagen: mi pecado
la borró. Mas, ¡ah, triste! no parezca
tu retrato en mi ciega destemplanza:

vuelva a imprimir tu sangre lo borrado
y, para que la imagen permanezca,
defiéndame de mí tu semejanza.

domingo, 26 de abril de 2015

"Estas que sirven a señoras", en Fernando de Rojas, La Celestina, IX

Estas que sirven a señoras, ni gozan deleite ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes, con iguales a quien pueden hablar tú por tú, con quien digan: ¿qué cenaste?, ¿estás preñada?, ¿cuántas gallinas crías?, llévame a merendar a tu casa; muéstrame tu enamorado; ¿cuánto ha que no te veo?, ¿cómo te va con él?, ¿quién son tus vecinas?, y otras cosas de igualdad semejantes. ¡Oh tía, y qué duro nombre y qué grave y soberbio es "señora" continuo en la boca! Por esto me vivo sobre mí desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otro; sino mía. Mayormente de estas señoras, que ahora se usan. Gástase con ellas lo mejor del tiempo y con una saya rota de las que ellas desechan pagan servicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, continuo sojuzgadas, que hablar delante de ellas no osan. Y cuando ven cerca el tiempo de la obligación de casarlas, levántanles un caramillo: que se echan con el mozo o con el hijo, o pídenles celos del marido o que meten hombres en casa, o que hurtó la taza o perdió el anillo; danles un ciento de azotes y échanlas la puerta fuera, las haldas en la cabeza, diciendo: "Allá irás, ladrona, puta, no me destruirás mi casa y honra". 

Así que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas, esperan vestidos y joyas de boda, salen desnudas y denostadas. Estos son sus premios, estos son sus beneficios y pagos. Oblíganseles a dar marido, quítanles el vestido. La mejor honra que en sus casas tienen es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes a cuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca de ellas; sino "puta acá", "puta acullá". "¿A donde vas, tiñosa? ¿Qué hiciste, bellaca? ¿Por qué comiste esto, golosa? ¿Cómo fregaste la sartén, puerca? ¿Por qué no limpiaste el manto, sucia? ¿Cómo dijiste esto, necia? ¿Quién perdió el plato, desaliñada? ¿Cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián lo habrás dado. Ven acá, mala mujer, la gallina habada no parece: pues búscala presto; si no, en la primera blanca de tu soldada la contaré". Y tras esto mil chapinazos y pellizcos, palos y azotes. No hay quien las sepa contentar, no quien pueda sufrirlas. Su placer es dar voces, su gloria es reñir. De lo mejor hecho menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, exenta y señora, que no en sus ricos palacios sojuzgada y cautiva. 

viernes, 24 de abril de 2015

Jenofonte, "Heracles en la encrucijada", en Recuerdos de Sócrates (Memorabilia)

...Y el sabio Pródico, en su escrito sobre Heracles / Hércules, del que hizo muchas lecturas públicas, se expresa de la misma manera acerca de la virtud diciendo más o menos, según recuerdo:

«Cuando Heracles estaba pasando de la niñez a la adolescencia, momento en el que los jóvenes, al hacerse independientes, revelan si se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio, cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó, sin saber por cuál de esos dos caminos se dirigiría...

Y se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban a él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, de pureza engalanado el cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria y vestida de blanco.

La otra estaba bien nutrida y aun metida en carnes, blanda, embellecida con colorete, de modo que parecía más coloradota y esbelta de lo que era; tenía los ojos abiertos de par en par y llevaba un vestido que dejaba entrever sus encantos juveniles. Se  miraba y remiraba sin parar, mirando si algún otro la observaba, y a cada momento hasta se volvía a mirar su propia sombra.

Cuando estuvieron más cerca de Heracles y mientras la primera le seguía al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de interpelar a Heracles y le dijo:

—Te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida que has de tomar. Por eso, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y más fácil, y no te quedará sin probar ninguno de los placeres. Vivirás sin conocer las dificultades y las penas. En primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comida o bebida agradable escoger, qué podrías ver u oír para deleitarte, con qué aromas te gustaría perfumarte y con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo. Y, si alguna vez te entra recelo por los gastos para conseguir eso, no pienses que yo te llevaré a esforzarte y atormentar cuerpo y espíritu para procurarlo, sino que te aprovecharás del trabajo de los otros, sin privarte de nada de lo que se pueda sacar algún provecho; porque a los que me siguen yo les doy la facultad de sacar ventajas por doquier.

Dijo Heracles al oír estas palabras:

—Mujer, ¿cuál es tu nombre?

Y ella respondió:

—Mis amigos me llaman Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Placer.

En esto se acercó la otra mujer y dijo:


—Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mí, podrás llegar seguro a ser el héroe de nobles y hermosas hazañas, y yo misma seré mucho más estimada e ilustre por los bienes que otorgo. No te voy a engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, lisa y llanamente, tal como los dioses las establecieron. Porque, de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios, debes honrarlos; si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores; y, si quieres que alguna ciudad te honre, debes servirla; si pretendes que toda Grecia te admire por tu valor, has de intentar hacer a toda Grecia algún bien; si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte por él; si aspiras a prosperar en la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen, y ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física, tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la mente, y entrenarlo por medio de trabajos y sudores.

El Placer, según cuenta Pródico, interrumpiendo, dijo:


—¿Te das cuenta, Heracles, de cuán largo y difícil es el camino que esta mujer te propone hacia la dicha? Yo te llevaré hacia la felicidad por un camino fácil y corto.

Entonces dijo la Virtud:

¡Miserable! ¿Qué bien posees tú? O ¿qué sabes tú de placer, si no estás dispuesta a hacer nada para alcanzarlo? Tú, que ni siquiera esperas el ansia de placer, sino que, antes de desearlo, te sacias ya de todo, comiendo antes de tener hambre, bebiendo antes de tener sed, contratando cocineros para comer a gusto, buscando vinos carísimos para beber con agrado, corriendo por todas partes para buscar nieve en verano. 

Para dormir a gusto no te conformas con un colchón mullido, sino que además procuras armadura y dosel para las camas, pues deseas dormir no porque te cansas, sino por no tener nada que hacer. Y, en cuanto a los placeres amorosos, los fuerzas antes de necesitarlos, recurriendo a toda clase de artificios contra natura y utilizando a hombres como mujeres. Así es como educas a tus propios amigos, vejándolos por la noche y haciéndolos acostarse a las mejores horas del día. A pesar de ser inmortal, los dioses te han rechazado, y los hombres de bien te desprecian. No oyes nunca el más agradable de los sonidos, el de la autoestima, ni contemplaste jamás el más hermoso espectáculo, el de una buena acción hecha por ti.

¿Quién podría creerte cuando hablas? ¿Quién te socorrería en la necesidad? ¿Quién, que fuera sensato, se atrevería a ser de tu cofradía? Pues es la de las personas que mientras son jóvenes son físicamente débiles y, de viejos, se vuelven torpes de espíritu, porque durante su juventud se mantuvieron relucientes y sin esfuerzo y ya en la vejez la atraviesan marchitos y llenos de fatiga, avergonzados de sus acciones pasadas y agobiados por las presentes, pues, tras pasar velozmente durante su juventud por los placeres, han reservado para la vejez las lacras.

Yo, en cambio, estoy con los dioses y los hombres de bien y no hay acción hermosa divina o humana que se haga sin mí. Recibo más honores que nadie, tanto de los dioses como de los hombres afines. Soy una colaboradora estimada para los artesanos, guardiana leal de la casa de los señores, asistente benévola para los criados, buena auxiliar en los trabajos de la paz, aliada segura de los esfuerzos de la guerra, la mejor intermediaria en la amistad. Mis amigos disfrutan sin problemas de la comida y la bebida, porque se abstienen de ellas mientras no sienten deseo de ellas. Su sueño es más agradable que el de los vagos y, si se sienten molestos cuando lo dejan, ni siquiera a causa de él dejan de llevar a cabo sus obligaciones. Los jóvenes son felices con los elogios de los mayores, y los más viejos se complacen con los honores de los jóvenes. Disfrutan recordando acciones de antaño y gozan llevando bien a cabo las presentes. Gracias a mí son amigos de los dioses, estimados de sus amigos y honrados por su patria. Y cuando les llega el final marcado por el destino, no yacen sin gloria en el olvido, sino que florecen por siempre en el recuerdo, celebrados con himnos. 

Así es, Heracles, hijo de padres ilustres, como podrás, a través del esfuerzo continuado, conseguir la felicidad más perfecta».

jueves, 23 de abril de 2015

Resurrección, de Klopstock

Friedrich Gottileb Klopstock

Oda Auhfersteh'n (Resurrección)

(Textos seleccionados y adaptados por Mahler para su sinfonía núm. II, "Resurrección")


En 1894 el director de orquesta Hans von Bülow murió y en el funeral Mahler oyó una versión musical de la oda de Klopstock "Resurrección"; le gustó y decidió ponerle música él mismo, aunque cambió algunos versos. Luego lo añadió a su poema sinfónico Totenfeier ("Ritos fúnebres") inspirado en el drama poético Dziady del poeta nacional de Polonia, el romántico Adam Mickiewicz, que después reformó para que fuese el primer movimiento de su segunda sinfonía. Con los citados textos de Klopstock compuso los movimientos IV y V.



IV



Urlicht (luz primera)



¡Oh diminuta rosa roja!
Con gran necesidad los hombres sufren,
los hombres sufren con gran pena.
Anduve alejado del cielo
y marchaba por un ancho camino
cuando un angelito intentó hacerme retroceder.
¡Oh, no! ¡He rechazado regresar!
¡Provengo de Dios y a Dios regresaré!
¡El misericordioso Dios ne dará una candela
para iluminar mi camino hacia la gloria eterna!


V



Auferstehung (Resurrección)



CORO, SOPRANO



¡Resucitarás, sí, resucitarás,
polvo mío, tras breve descanso!
¡Vida inmortal
te dará quien te llamó!
¡Para reflorecer has sido sembrado!
El dueño de la cosecha va
y recoge las gavillas,
¡a nosotros, que morimos!


CONTRALTO



¡Oh, créelo, corazón mío, créelo!
¡Nada se pierde de ti!
¡Tuyo es, sí, tuyo, cuanto deseabas!
¡Lo que ha perecido resucitará!


SOPRANO



¡Oh, créelo: no has nacido en vano!
¡No has sufrido en vano!


CORO



¡Lo nacido debe perecer!
¡Lo que ha perecido, resucitará!.


CORO, CONTRALTO:



¡Cesa de temblar!
¡Disponte a vivir!


SOPRANO, CONTRALTO:



¡Oh dolor! ¡Tú que todo lo colmas!
¡He escapado de ti!
¡Oh muerte! ¡Tú que todo lo doblegas!
¡Ahora has sido doblegada!


CORO



Con alas que he conquistado
en ardiente afán de amor
¡levantaré el vuelo
hacia la luz que no ha alcanzado ningún ojo!
¡Moriré para vivir!


CORO, SOPRANO, CONTRALTO



¡Resucitarás, sí, resucitarás,
corazón mío, en un instante!
Lo que ha latido
¡habrá de llevarte a Dios!

lunes, 6 de abril de 2015

Oración de Guerra, de Mark Twain


Es un cuento de Twain escrito durante la Guerra contra España en 1898. Según él, toda oración de guerra tiene otra mitad que pronuncia el corazón. Es esta:

  «Oh Señor, nuestro Padre, nuestros jóvenes patriotas, ídolos de nuestros corazones, salen a batallar. ¡Mantente cerca de ellos! Con ellos partimos también nosotros -en espíritu- dejando atrás la dulce paz de nuestros hogares para aniquilar al enemigo. ¡Oh Señor nuestro Dios, ayúdanos a destrozar a sus soldados y convertirlos en despojos sangrientos con nuestros disparos; ayúdanos a cubrir sus campos resplandecientes con la palidez de sus patriotas muertos; ayúdanos a ahogar el trueno de sus cañones con los quejidos de sus heridos que se retuercen de dolor, ayúdanos a destruir sus humildes viviendas con un huracán de fuego; ayúdanos a acongojar los corazones de sus viudas inofensivas con aflicción inconsolable; ayúdanos a echarlas de sus casas con sus niñitos para que deambulen desvalidos por la devastación de su tierra desolada, vestidos con harapos, hambrientos y sedientos, a merced de las llamas del sol de verano y los vientos helados del invierno, quebrados en espíritu, agotados por las penurias, te imploramos que tengan por refugio la tumba que se les niega -por el bien de nosotros que te adoramos, Señor-, acaba con sus esperanzas, arruina sus vidas, prolonga su amargo peregrinaje, haz que su andar sea una carga, inunda su camino con sus lágrimas, tiñe la nieve blanca con la sangre de las heridas de sus pies! Se lo pedimos, animados por el amor, a Aquel quien es Fuente de Amor, sempiterno y seguro refugio y amigo de todos aquellos que padecen. A Él, humildes y contritos, pedimos Su ayuda. Amén».

viernes, 3 de abril de 2015

Ángel de la guarda, de Mihai Eminescu


Mihai Eminescu

Ángel de la guarda 

Cuando de noche mi alma velaba extasiada,
como en sueños, veía a mi ángel de la guarda,
envuelto en una capa de sombras y de rayos,
tendiendo hacia mí sus alas sonriente;
pero en cuanto te vi con tu pálida capa,
niña llena de añoranza y misterio,
aquel ángel huyó vencido por tus ojos.

¿Eres demonio, niña, pues sólo con una mirada
de tus largas pestañas, de tus ojos tan grandes,
hiciste que espantado mi ángel volara,
él, que era mi santa vigilia, mi amigo fiel?
O quizás!.... Oh, baja tus largas pestañas
para que pueda reconocer tus pálidos rasgos,
pues tú, tú eres él.

(Traducción - Dana Giurca / José Manuel Lucía Megías)

Romanian Voice

Mihai Eminescu
Mortua est! 

Antorcha que vela por húmedas tumbas,
un sonido de campana en la hora sagrada,
un sueño que moja sus alas en la amargura,
así has cruzado del mundo sus fronteras

Has cruzado cuando el cielo es campo sereno,
con ríos de leche, con flores de luz,
cuando las nubes negras parecen sombríos palacios
que la luna, la reina, por turnos visita.

Te veo como una sombra de plata que brilla,
que se encamina con sus alas alzadas al cielo,
subiendo, pálida alma, los peldaños de las nubes,
entre lluvia de rayos, entre nieve de estrellas.

Un rayo te alza, un canto te lleva
con los blancos brazos en cruz sobre el pecho;
cuando se oye hilar en la rueca de los hechizos,
hay plata en las aguas y en el aire oro.

Veo cómo pasa tu alma cándida por el espacio;
miro luego la arcilla que queda... blanca y fría,
con su largo vestido tendida en el ataúd,
miro tu sonrisa que aún permanece viva -

y pregunto a mi alma herida por las dudas,
¿por qué te has muerto, ángel de pálido rostro?
¿acaso no eras tú joven, no eras tú hermosa?
¿acaso te has ido a extinguir una estrella radiante?

Pero quizás allá arriba haya castillos
con arcos de oro hechos de estrellas,
con ríos de fuego y con puentes de plata,
con orillas de mirra, con flores que cantan;

pasa por todos ellos, ¡oh, tú santa reina!,
con largos cabellos de rayos, con ojos de luz,
con vestido azul salpicado de oro;
en tu pálida frente, una corona de laurel.

¡Oh, la muerte es un caos, un mar de estrellas,
mientras la vida, una charca de sueños rebeldes!
¡Oh, la muerte es un siglo de soles florecido,
mientras la vida, un cuento vacío y hueco!

Pero quizás... ¡oh! mi cabeza vacío con tormentas,
mis malos pensamientos ahogan los buenos...
Cuando el sol se apaga y caen las estrellas,
entonces se me ocurre creer que todo es nada.

Es posible que la bóveda de lo alto se rompa,
que se caiga la nada con su larga noche,
que vea al negro cielo cribar sus mundos
como presas efímeras de la muerte eterna...

entonces, si fuera así... entonces en la eternidad
tu aliento cálido no gozará de la resurrección,
entonces tu dulce voz se queda muda para siempre…
entonces este ángel no ha sido más que arcilla.

Y sin embargo, arcilla hermosa y muerta,
sobre tu ataúd recuesto yo mi arpa rota.
Y no lloro tu muerte, sino que más bien me alegra
que un rayo se haya escapado del caos terrenal.

Y además... quién sabe si es mejor
ser o no ser... pero sí sabe cualquiera
que lo que no existe, no padece dolor,
y que son muchos los dolores, los placeres pocos.

¿Ser? Locura a la vez triste y vana;
el oído te miente, el ojo te engaña;
lo que un siglo nos dice, los otros lo desmienten.
Antes que un sueño vano, más vale la nada.

Veo sueños ya cumplidos persiguiendo sueños,
hasta caer en tumbas que esperan abiertas,
y no sé en cómo apagar mis pensamientos:
¿Y si río como los locos? ¿y si los maldigo o los lloro?

¿Y para qué?... ¿Acaso no es el todo locura?
¿Por qué tu muerte, mi ángel, tuvo que ser?
¿Acaso hay sentido en el mundo? Y tú, rostro sonriente,

¿sólo has vivido para así poder morir?
Si existe algún sentido, es retorcido y ateo,
pues en tu pálida frente no está escrito Dios.


(Traducción - Dana Giurca / José Manuel Lucía Megías)

Por la noche... 

Por la noche, perezoso y cárdeno, arde el fuego en la chimenea;
desde un rincón en un sofá rojo yo lo miro de frente,
hasta que mi mente se duerme, hasta que mis pestañas se bajan;
la vela está apagada en la casa... el sueño es cálido, lento, suave.

Entonces tú te acercas por la oscuridad, sonriente,
blanca como la nieve invernal, dulce como un día de verano:
te sientas en mis rodillas, querida, tus brazos rodean
mi cuello... y tú con amor miras mi rostro que palidece.

Con tus brazos blancos, delicados, redondos, perfumados,
tú encadenas mi cuello, sobre mi pecho apoyas tu cabeza;
y como salida de un sueño, con manos blancas, dulces,
tú vas apartando los mechones de mi triste frente.

Alisas, despacio y perezosamente, mi frente tranquila
y, pensando que estoy dormido, astuta, posas tu boca de fuego,
como el sueño, sobre mis ojos cerrados y en medio de mi frente
y sonríes, como se ríen los sueños en un corazón amado.

Oh! Acaríciame, hasta que mi frente vuelva a ser lisa y suave,
Oh! Acaríciame, hasta que vuelvas a ser joven como la luz del sol,
hasta que seas clara como el rocío, dulce como una flor,
hasta que mi rostro no esté arrugado, mi corazón ya no sea viejo.


(Traducción - Dana Giurca / José Manuel Lucía Megías)