ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA.
También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche, biselada y fría,
creced, mellizos lirios de agonía,
creced, pujad, torres de Compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho -ay, amor- mi fantasía
torres más altas labra. El amor vela.
Y ella -tú- aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contemplo, entre mis torres las estrellas
-no éstas de otoño, bórralas- aquellas
de nuestro Agosto ardiendo en sueños fríos.
INSOMNIO.
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes. Duermes.
No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta segura
-cauce fiel de abandono, línea pura-,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
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