El último caso del inspector.
El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.
El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.
La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.
El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.
El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.
jueves, 28 de noviembre de 2013
lunes, 25 de noviembre de 2013
Defensa de la metáfora, de Luis Rogelio Nogueras
Del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras
Defensa de la metáfora
El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)
Defensa de la metáfora
El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)
sábado, 12 de octubre de 2013
El durmiente del valle y un famoso pasaje de Arthur Rimbaud
C'est un trou de verdure où chante une rivière
accrochant follement aux herbes des haillons
d'argent; où le soleil, de la montagne fière,
luit: c'est un petit val qui mousse de rayons.
Un soldat jeune, bouche ouverte, tête nue,
et la nuque baignant dans le frais cresson bleu,
dort; il est étendu dans l'herbe sous la nue,
pâle dans son lit vert où la lumière pleut.
Les pieds dans les glaïeuls, il dort. Souriant comme
sourirait un enfant malade, il fait un somme:
Nature, berce-le chaudement: il a froid.
Les parfums ne font pas frissonner sa narine;
il dort dans le soleil, la main sur sa poitrine
tranquille. Il a deux trous rouges au côté droit.
El durmiente del valle
Un hoyo de verdor, por el que canta un río
enganchando, a lo loco, por la yerba, jirones
de plata; donde el sol de la montaña altiva
brilla: una vaguada que crece en musgo y luz.
Un soldado, sin casco y con la boca abierta,
bañada por el berro fresco y azul su nuca,
duerme, tendido, bajo las nubes, en la yerba,
pálido, en su lecho, sobre el que llueve el sol.
Con sus pies entre gladios duerme y sonríe como
sonríe un niño enfermo; sin duda está soñando:
Natura, acúnalo con calor: tiene frío.
Su nariz ya no late con el olor del campo;
duerme en el sol; su mano sobre el pecho tranquilo;
con dos boquetes rojos en el lado derecho.
Je veux être poète, et je travaille à me rendre voyant: vous ne comprendrez pas du tout, et je ne saurais presque vous expliquer. Il s'agit d'arriver à l'inconnu par le dérèglement de tous les sens. Les souffrances sont énormes, mais il faut être fort, être né poète, et je me suis reconnu poète. Ce n'est pas du tout ma faute. C'est faux de dire: Je pense: on devrait dire: On me pense. − Pardon du jeu de mots. − Je est un autre. Tant pis pour le bois qui se trouve violon, et nargue aux inconscients, qui ergotent sur ce qu'ils ignorent tout à fait!
Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas yo sé expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte y haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir: me piensan. — Perdón por el juego de palabras. — Yo es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo!
jueves, 5 de septiembre de 2013
José Zorrilla, Introducción a La leyenda del Cid, 1882
José Zorrilla tomó posesión en 1885 de su plaza en la Academia escribiendo para la ocasión un famoso discurso en verso en que rechaza la poesía callejera y sin idealismo y reduce a ritmo, brillo y musicalidad el don de su poesía, en la que declara haber perdido la fe, haciéndose una muy dura autocrítica: ''Divagador y descriptor difuso, / productor tan sin plan como sin ciencia, / y versificador tan laberíntico / que con versos labré rombos y trenzas, / si es flor mi poesía, es inodora, / rítmica y musical, mas sin ideas / poeta sin doctrina ni enseñanza, / útil al bien social ¿de mí qué resta? / Humo de antorchas y rumor de aplausos, / lo único que de sí rastro no deja: / el humo se disipa al exhalarse / y el aplauso subsiste lo que suena''
Pero el eco becqueriano había depurado su poesía notablemente, como se ve en la "Introducción" a La leyenda del Cid, 1882, después del preambulo pintoresco de la descripción de Burgos:
Corona condal de España,
floronada de castillos,
empenachada de torres
hechas de encaje finísimo;
ciudad labrada con piedras,
cuyo alto valor artístico
en cada muro te ofrece
de diamantes un cintillo;
reina cuya cabellera
da al viento, en lugar de rizos,
dos trenzas de hebras de roca
de sutileza prodigios,
con vistosísimas plumas
trabajadas en granito,
dos cinceladas agujas
primores del arte ojivo,
asombro de las naciones,
mofa del viento y los siglos,
de su blasón lambrequines
y de su gloria obeliscos;
ciudad madre de los reyes
y los hidalgos invictos
que dieron en tus solares
al reino español principio:
muy noble ciudad de Burgos,
sultana de los castillos,
oye lo que con el alma
en estas hojas te digo;
y haz cuenta que respetuoso
ante tus puertas me hinco,
para ofrecerte de hinojos
un ejemplar de este libro.
Nobilísima ciudad,
aunque no nací tu hijo,
por ser madre de mi madre
te tengo filial cariño.
De los campos que a tu asiento
sirven de alfombra en un pico,
del viejo Muño a la falda
y a la sombra de un sotillo,
hay un rincón de tu tierra
que fue de mi madre y mío,
donde ésta con su memoria
me ha dejado un paraíso.
Ya ves que son burgaleses,
aunque tu hijo no he nacido,
la sangre que en mí circula
y el aire con que suspiro.
Por eso te he amado siempre,
y, mientras ciego y perdido
erré por mar y por tierra
del mundo en el laberinto,
en medio de sus escollos,
a través de sus peligros,
por encima de sus glorias
y a despecho de su olvido,
tu recuerdo siempre fresco,
como laurel inmarchito,
arraigado en mi memoria
sombreando mi alma ha ido.
Fotografiado he llevado
en mis pupilas el sitio
donde a orillas del Arlanza
elevas tus edificios;
y el susurro de tus olmos,
y el murmullo de tu río,
y el timbre de tus campanas
he llevado en mis oídos.
De ti jamás un recuerdo
me dio al corazón martirio,
de ti jamás una espina
se me enconó en el espíritu.
Tus memorias, juguetonas
cual tus corderos merinos,
sabrosas como tu leche,
doradas como tus trigos,
por doquier para mí fueron
de mis penas lenitivo,
de mis esperanzas faro,
de mis dolores alivio.
Tu espolón entre dos puentes,
el torreado frontispicio
del arco imagineriado
que restauró Carlos quinto,
tus desmantelados cubos,
tus arabescos postigos,
tus agudos campanarios,
tus cruceros cupulinos,
tus filigranadas torres,
tus nobles templos tan ricos
en cresterías y mármoles,
en verjerías y vidrios,
en las naves prodigados,
en sepulturas y nichos,
bóvedas, y botareles,
ajimeces, balconcillos,
pórticos, escalinatas,
pasamanos, fustes, plintos,
por camarines y claustros
de detalles tan prolijos,
de labor tan minuciosa,
de tan diferente estilo
crestonado, alicatado,
losanjeado, laberíntico,
fenicio, celta, romano,
godo, árabe, bizantino
esas mil partes, en fin,
que forman el nunca visto
conjunto del noble todo,
que hace del Burgos antiguo
por el nuevo abigarrado
un cuadro característico,
original, pintoresco,
sin par, y palpable y vivo,
se conservó en mi memoria
perennemente esculpido.
Por eso te he amado, Burgos
y al volver de un ostracismo,
que no por ser voluntario
menos amargo me ha sido,
corrí anheloso a tu seno
como a su oasis nativo
vuelve a través del desierto
el árabe peregrino.
Tú, ciudad leal y noble,
con espontáneo cariño
reconociste al poeta
vagabundo y fugitivo;
abrazaste al hijo prodigo,
le diste en tu hogar asilo,
le diste asiento en tu mesa,
convocaste a los amigos,
y celebraste su vuelta
cual la de tu hijo legítimo,
con saraos, serenatas,
convites y regocijos.
Por eso te adoro. Burgos:
porque la primera has sido
que de mi niñez quisiste
volver a escuchar los himnos;
y aunque echaste en ellos menos
cuando volvistes a oírlos
los juveniles arranques
de su vigor primitivo,
no me los desestimaste;
pues sabes que si es preciso
morir o llegar a viejo,
envejecer no es delito.
Por eso he determinado,
mas que audaz, agradecido,
dedicarte este volumen,
tan sin valor por ser mío.
Porque ¡ay de mí! noble Burgos,
no tengo para ello títulos:
pues nada soy en el mundo,
ni nada jamás he sido.
Yo que marché por la tierra
solo, independiente, altivo,
dejando entre sus zarzales
fui pedazos de mí mismo.
Yo no he creído jamás
en la fe de los políticos,
y nunca viento a mis ver.sos
ha dado ningún partido.
Yo que luz, ni poesía,
ni fe en mis tiempos he visto,
poeta ignaro y excéntrico
extraño a los tiempos míos,
evocando los recuerdos
de las centurias que han sido
he vivido entre las ruinas
cual solitario pelícano;
razas y revoluciones
han girado en torno mío
sin poder arrebatarme
ni un solo instante en su giro.
Y a fuerza de ocupar siempre
el centro del remolino
social, que todo lo mueve
arrastrándolo consigo,
he llegado a estacionarme:
y, anonadado y perdido,
a fuerza de no ser nada
no doy razón de mí mismo.
Así que no me preguntes,
Burgos, quién soy ni qué he sido,
do voy ni de dónde vengo,
porque no sabré decírtelo.
Soy un átomo amante,
que voy sonoro
por la atmósfera errante,
do canto y lloro;
pero mi canto
no se sabe si es nunca
cantar o llanto.
I
Yo mismo tal vez ignoro
quién soy y de donde vengo,
dónde voy y por qué tengo
triste o gayo el corazón.
Tal vez de alegría lloro,
tal vez de tristeza canto,
mas de mi himno y de mi llanto
no sé acaso la razón.
Burgos, siento que es mi alma
de tinieblas un abismo,
y yo dentro de mí mismo
no osé nunca penetrar.
¿Quién soy, dó voy, de dó vengo,
por qué canto, por qué lloro?
¡Pregunta al viento sonoro
dónde va, sobre la mar!
Pregunta a sus verdes ondas
de dónde vienen: pregunta
al agua por qué se junta
para hacer un nubarrón;
pregunta quién es al astro
que radia en el firmamento,
pregúntale al sentimiento
por qué hiere al corazón.
Mal quién soy quien me pregunte,
su curiosidad emplea;
¿qué os importa quién yo sea,
de dó vengo y dónde voy?
Yo soy un ave de paso
a quien Dios dio una voz suave:
¿os gusta el canto del ave?
Oídme, cantando estoy.
Mas ¿quién es, os dice el ave,
a quien tenéis enjaulada?
No; pero, si preguntada,
os pudiera responder,
os diría, ¿qué os importa
mi plumaje ni mi acento?
yo soy una hija del viento,
dejadme al viento volver.
Ave de paso, quién sea
que no me pregunte nadie:
dejad al astro que radie,
dejad al viento vagar,
dejad que el mar en la playa
rompiendo sus ondas siga,
sin que sus ondas os diga
de dónde vienen, el mar.
Dejad cuajarse a la niebla
que por la atmósfera sube,
sin preguntar a la nube
por qué revienta en turbión;
y dejad libres que canten
el pájaro y el poeta;
¿quién mide ni quién sujeta
su vuelo y su inspiración?
¡Dejadme: ave de paso
que nunca anida
y que vuela al acaso
sola y perdida,
yo siempre he ido,
por el aire del mundo
solo y perdido!
II
¿Quién soy? — No sé. — Voz suelta sin pecho que la exhale,
voz que ella misma ignora su germen productor,
que busca sólo acaso que el aire la propale,
yo soy tal vez un eco de incógnito rumor;
mas eco procedente de mal sondado abismo,
que vive por sí mismo, de sí germinador,
yo soy la voz perdida que va todos los ecos
buscando que del mundo se esconden en los huecos,
para corear con ellos un himno al Criador.
Yo soy la voz que agita perdida en las tinieblas
la gasa trasparente del aire sin color,
que sobre el tul ondula de las flotantes nieblas,
que del dormido lago se mece en el vapor.
Voz de hálito amoroso que con afán aspira
los cálidos efluvios de inextinguible amor:
y, cuando entre las nieblas y los vapores gira
los himnos exhalando con que de amor delira,
se embriagan con el ámbar de amor con que respira,
suspiran con el hálito de amor con que suspira
el pájaro, el insecto, y el árbol, y la flor.
Tal vez soy ese incógnito
vano lamento
que en los vacíos ámbitos
se oye del viento.
Su son perdido
¿quién sondará si es nunca
canto o gemido?
¿Quién soy? — Lo ignoro. — Tengo en mi ser
tinieblas tales, tal confusión,
que a un tiempo siente pena y placer,
ansia y hastío mi corazón.
Hoy desdichado, feliz ayer,
jamás descifro mi condición,
y mi voz nunca puedo saber
si es un lamento o una canción.
Misterios deben del alma ser:
pero yo de ellos en conclusión
Solo averiguo que por doquier
pedazos dejo del corazón.
Yo soy como el arroyo;
desde que brota,
por do va en cada hoyo
deja una gota:
que es mi destino
dejar gotas del alma
por mi camino.
III
¿Quién soy? — ¡Quién sabe! — Mi ser ignoro:
mas de armonía guardo un tesoro:
y, siendo armónica mi condición,
átomo suelto, libre, sonoro,
donde hallo un eco produzco un son.
Y, ya se exhale de un arpa de oro,
ya de una ermita del esquilón,
ya del aullido de un muecín moro,
ya de las turbas en rebelión,
ya de un insecto que errante zumbe,
ya de una gruta que honda retumbe,
ya de un torrente que se derrumbe
ya del bramido del aquilón
que el roble añoso crujiendo abata,
que atorbelline la catarata,
que los peñascos de la mar bata,
o los cimientos de un torreón,
cuanto a mi paso despierta un eco
sordo, estridente, trémulo, hueco,
cóncavo, agudo, vibrante o seco,
en mí una fibra tocando armónica
encuentra unísona repetición;
y el son más débil, más fugitivo,
me presta el tema, me da el motivo
de una plegaria o una canción.
Y en una peña desencajada,
en la cruz puesta sobre un camino,
en una torre desvencijada,
en el murmullo del mar vecino,
en los escombros de un monasterio,
en la flor única de un cementerio,
en el arranque de un puente hundido,
en el fragmento de una inscripción;
en algo móvil que no haga ruido,
en algo oculto que dé un sonido,
en algo ha mucho puesto en olvido,
fundo una historia, sondo un misterio
de que dar cuenta o explicación.
Con una brisa que el aire plega
de una neblina que el aura azula,
hago un relato que se desplega
de todo un libro por la extensión,
como un arroyo que de una vega
por entre el césped corriendo juega,
y ya se avanza, ya se recula,
ya sobre él pasa, ya no le llega,
ya se derrama, ya se acumula,
ya se desborda y el llano anega,
ya en un remanso creciendo ondula,
ya sobre el musgo de un coto salta,
ya de menudas gotas le esmalta
y huye brincando por la pradera,
desparramando su agua parlera
por la vertiente de la ladera
hasta que, escaso de agua y de son,
de su postrera lágrima rota
la última gota se hunde y agota
de arena seca por la absorción.
Así de un fútil recuerdo vago,
de la más nimia suposición,
campo y escena de cuentos hago
do mis delirios pongo en acción.
Yo soy como la hormiga:
do quier recoge
el granillo y la espiga
para su troje:
y a su hormiguero
marcado con su huella
deja el sendero.
IV
¿Quién soy? — ¿Cuál es mi sino?
¿Quién sabe? Peregrino
que gira sin camino
del mundo en rededor,
lo mismo en los sillares
do apoyan sus pilares
los domos seculares
del templo del Señor,
que al pie de los lentiscos
de los agrestes riscos,
donde hace sus apriscos
el mísero pastor,
recojo los cantares
y cuentos populares
que narra en sus hogares
el vulgo, de sus lares
ignaro historiador.
Yo hago una historia de una patraña,
que oigo a la ciega superstición
contar al fuego de una cabaña
de un aguacero de invierno al son.
Convierto en tiernos cuentos sencillos
de los pastores la relación,
y a los palacios y a los castillos
voy a hacer luego su narración.
Mas, por do quiera voy anudando
con almas tiernas honda afección;
y por do quiera que voy pasando,
pedazos dejo del corazón.
Yo soy como la abeja;
que en los rosales
toma la miel que deja
luego en panales:
y a su colmena
del dulce de las flores
va siempre llena.
V
¿Quién soy? — ¿Quién lo sabe? — Yo mismo lo ignoro.
Creyente sincero del Dios en quien fío,
a él solo me humillo, y a él solo le imploro,
do quier le he hallado velando en bien mío;
do quier le bendigo, le canto y le adoro:
do quier sus creencias evoco con brío;
cantar mi fe firme no tengo a desdoro:
no tengo del pobre vergüenza o desvío,
mi pan con él parto, su mal con él lloro:
y no me da nunca recelo ni hastío
su sórdido traje, su oscura mansión.
Los más escondidos rincones exploro,
y en todos a todos mi fe les confío,
contando a los unos un cuento sombrío
y haciendo con otros ferviente oración.
Tal es mi destino: sin oro ni hogares,
excéntrico, errante, locuaz, vagabundo,
mi herencia son solo mi fe y mis cantares
do quier que me lleva mi fe por el mundo,
y allí donde un día mi espíritu mora,
yo soy el consuelo del alma que llora:
yo cierro las llagas que el tiempo no cura
con bálsamo suave de amor y ternura:
yo riego la herida que encona la ausencia
de dulces recuerdos de amor con la esencia;
y a mí me confían su afán y sus cuitas
las almas que abrigan pasiones secretas
a eterno silencio y misterio sujetas,
y cuyas historias conservo yo escritas.
Yo vivo con esas: yo sé sus azares:
yo lloro con ellas su afán y pesares,
yo parto con ellas su oculta aflicción:
y cuando abandono por fin sus hogares,
la hiel de sus penas las vuelvo en cantares
y mi alma las mando bajo una canción.
Yo soy como las nubes,
que los vapores
derraman hechos lluvia
sobre las flores;
mi alma es un vaso
que miel vierte en las almas
que encuentra al paso.
VI
¿Quién soy? — Tú no lo ignoras, ¡oh patria a quien adoro!
tú, cuyas tradiciones son mi único tesoro,
cuya futura gloria mi solo sueño de oro,
cuya afición y estima son mi único laurel:
tú, que eres sola el germen de mi cantar sonoro,
que para ti acompañan el pastoril rabel,
el caracol marino y el tarabuk del moro,
la lira de la Grecia y el arpa de Israel. (1)
Yo soy átomo frágil a quien el viento mueve,
insecto susurrante que zumba sin cesar,
el trovador errante del siglo diez y nueve
que cruza mar y tierras en brazos del azar,
y voy, de mi fe mártir, mas fiel a mi destino,
a España por do quiera cantando sin cesar;
y por do quiera francos encuentro en mi camino
amigos que me esperan y hospitalario hogar.
Como una ave de paso
que nunca anida
y que vuela al acaso
sola y perdida,
yo siempre he ido
por el aire del mundo
solo y perdido.
Pero ave como el águila
de noble vuelo,
la voz para mis cánticos
busco en el cielo:
y donde alcanza
mi voz va derramando
fe y esperanza.
VII
¿Comprendes, noble Burgos, de crónicas archivo,
de tradición venero, de inspiración tesoro,
por qué como poeta con tus recuerdos vivo,
por qué como a la madre que me engendró te adoro?
¿Comprendes por qué el estro que en mí atesoro
no puede decir nunca si canto o lloro,
y que por eso incierto siempre mi canto
unas veces es himno y otras es llanto?
¿Comprendes que al poeta libre y amante
da Dios la voz y el alma para que cante,
y que por eso en hojas doy a los vientos,
pedazos de mi alma, cantos y cuentos?
Ya de la mía, Burgos, tienes las llaves:
de mi llanto y mis himnos la causa sabes.
Ya de hoy no me preguntes quién soy, qué tengo,
dónde voy, ni de dónde cantando vengo.
Vengo del Occidente
do muere el día,
a volver al Oriente
mi poesía;
y en tus hogares
a volver a mis cuentos
y a mis cantares.
VIII
Y como desde el primer día
en que pude oír y hablar,
mi madre me entretenía,
con los cuentos que sabia
de Ruy Díaz de Vivar,
cifra primera de gloria
de la castellana historia
y del burgalés solar,
de Ruy Díaz la memoria
voy la primera a evocar.
Mas no esperes que con pompa
de homérica entonación
emboque la épica trompa,
y, al romper mi canto, rompa
en épica invocación.
No: va a acompañar mi acento
un viejo y tosco rabel;
con él canto, y me contento
con que oiga mi pueblo atento
lo que le cante al son de él.
A que mi patria me entienda,
no aspira a más mi ambición;
otro, prez y honras pretenda;
mi atmósfera es la leyenda,
mi campo la tradición.
Si en tal aire cojo viento
y en tal campo hacino mies,
Burgos, no llevo otro intento
sino que en tu hogar asiento
entre tus hijos me des.
Notas
(1) Retoma aquí unos versos de La flor de los recuerdos (1855), suprimiendo el primero:
Yo soy aquel poeta cuyo cantar sonoro
acordes acompañan el pastoril rabel,
el caracol marino y el tarabuk del moro,
la lira de la Grecia y el arpa de Israel.
Estos versos serán evocados luego por Rubén Darío en el Autorretrato (1904) que abre la segunda etapa de su poesía,:
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana
Pero el eco becqueriano había depurado su poesía notablemente, como se ve en la "Introducción" a La leyenda del Cid, 1882, después del preambulo pintoresco de la descripción de Burgos:
Corona condal de España,
floronada de castillos,
empenachada de torres
hechas de encaje finísimo;
ciudad labrada con piedras,
cuyo alto valor artístico
en cada muro te ofrece
de diamantes un cintillo;
reina cuya cabellera
da al viento, en lugar de rizos,
dos trenzas de hebras de roca
de sutileza prodigios,
con vistosísimas plumas
trabajadas en granito,
dos cinceladas agujas
primores del arte ojivo,
asombro de las naciones,
mofa del viento y los siglos,
de su blasón lambrequines
y de su gloria obeliscos;
ciudad madre de los reyes
y los hidalgos invictos
que dieron en tus solares
al reino español principio:
muy noble ciudad de Burgos,
sultana de los castillos,
oye lo que con el alma
en estas hojas te digo;
y haz cuenta que respetuoso
ante tus puertas me hinco,
para ofrecerte de hinojos
un ejemplar de este libro.
Nobilísima ciudad,
aunque no nací tu hijo,
por ser madre de mi madre
te tengo filial cariño.
De los campos que a tu asiento
sirven de alfombra en un pico,
del viejo Muño a la falda
y a la sombra de un sotillo,
hay un rincón de tu tierra
que fue de mi madre y mío,
donde ésta con su memoria
me ha dejado un paraíso.
Ya ves que son burgaleses,
aunque tu hijo no he nacido,
la sangre que en mí circula
y el aire con que suspiro.
Por eso te he amado siempre,
y, mientras ciego y perdido
erré por mar y por tierra
del mundo en el laberinto,
en medio de sus escollos,
a través de sus peligros,
por encima de sus glorias
y a despecho de su olvido,
tu recuerdo siempre fresco,
como laurel inmarchito,
arraigado en mi memoria
sombreando mi alma ha ido.
Fotografiado he llevado
en mis pupilas el sitio
donde a orillas del Arlanza
elevas tus edificios;
y el susurro de tus olmos,
y el murmullo de tu río,
y el timbre de tus campanas
he llevado en mis oídos.
De ti jamás un recuerdo
me dio al corazón martirio,
de ti jamás una espina
se me enconó en el espíritu.
Tus memorias, juguetonas
cual tus corderos merinos,
sabrosas como tu leche,
doradas como tus trigos,
por doquier para mí fueron
de mis penas lenitivo,
de mis esperanzas faro,
de mis dolores alivio.
Tu espolón entre dos puentes,
el torreado frontispicio
del arco imagineriado
que restauró Carlos quinto,
tus desmantelados cubos,
tus arabescos postigos,
tus agudos campanarios,
tus cruceros cupulinos,
tus filigranadas torres,
tus nobles templos tan ricos
en cresterías y mármoles,
en verjerías y vidrios,
en las naves prodigados,
en sepulturas y nichos,
bóvedas, y botareles,
ajimeces, balconcillos,
pórticos, escalinatas,
pasamanos, fustes, plintos,
por camarines y claustros
de detalles tan prolijos,
de labor tan minuciosa,
de tan diferente estilo
crestonado, alicatado,
losanjeado, laberíntico,
fenicio, celta, romano,
godo, árabe, bizantino
esas mil partes, en fin,
que forman el nunca visto
conjunto del noble todo,
que hace del Burgos antiguo
por el nuevo abigarrado
un cuadro característico,
original, pintoresco,
sin par, y palpable y vivo,
se conservó en mi memoria
perennemente esculpido.
Por eso te he amado, Burgos
y al volver de un ostracismo,
que no por ser voluntario
menos amargo me ha sido,
corrí anheloso a tu seno
como a su oasis nativo
vuelve a través del desierto
el árabe peregrino.
Tú, ciudad leal y noble,
con espontáneo cariño
reconociste al poeta
vagabundo y fugitivo;
abrazaste al hijo prodigo,
le diste en tu hogar asilo,
le diste asiento en tu mesa,
convocaste a los amigos,
y celebraste su vuelta
cual la de tu hijo legítimo,
con saraos, serenatas,
convites y regocijos.
Por eso te adoro. Burgos:
porque la primera has sido
que de mi niñez quisiste
volver a escuchar los himnos;
y aunque echaste en ellos menos
cuando volvistes a oírlos
los juveniles arranques
de su vigor primitivo,
no me los desestimaste;
pues sabes que si es preciso
morir o llegar a viejo,
envejecer no es delito.
Por eso he determinado,
mas que audaz, agradecido,
dedicarte este volumen,
tan sin valor por ser mío.
Porque ¡ay de mí! noble Burgos,
no tengo para ello títulos:
pues nada soy en el mundo,
ni nada jamás he sido.
Yo que marché por la tierra
solo, independiente, altivo,
dejando entre sus zarzales
fui pedazos de mí mismo.
Yo no he creído jamás
en la fe de los políticos,
y nunca viento a mis ver.sos
ha dado ningún partido.
Yo que luz, ni poesía,
ni fe en mis tiempos he visto,
poeta ignaro y excéntrico
extraño a los tiempos míos,
evocando los recuerdos
de las centurias que han sido
he vivido entre las ruinas
cual solitario pelícano;
razas y revoluciones
han girado en torno mío
sin poder arrebatarme
ni un solo instante en su giro.
Y a fuerza de ocupar siempre
el centro del remolino
social, que todo lo mueve
arrastrándolo consigo,
he llegado a estacionarme:
y, anonadado y perdido,
a fuerza de no ser nada
no doy razón de mí mismo.
Así que no me preguntes,
Burgos, quién soy ni qué he sido,
do voy ni de dónde vengo,
porque no sabré decírtelo.
Soy un átomo amante,
que voy sonoro
por la atmósfera errante,
do canto y lloro;
pero mi canto
no se sabe si es nunca
cantar o llanto.
I
Yo mismo tal vez ignoro
quién soy y de donde vengo,
dónde voy y por qué tengo
triste o gayo el corazón.
Tal vez de alegría lloro,
tal vez de tristeza canto,
mas de mi himno y de mi llanto
no sé acaso la razón.
Burgos, siento que es mi alma
de tinieblas un abismo,
y yo dentro de mí mismo
no osé nunca penetrar.
¿Quién soy, dó voy, de dó vengo,
por qué canto, por qué lloro?
¡Pregunta al viento sonoro
dónde va, sobre la mar!
Pregunta a sus verdes ondas
de dónde vienen: pregunta
al agua por qué se junta
para hacer un nubarrón;
pregunta quién es al astro
que radia en el firmamento,
pregúntale al sentimiento
por qué hiere al corazón.
Mal quién soy quien me pregunte,
su curiosidad emplea;
¿qué os importa quién yo sea,
de dó vengo y dónde voy?
Yo soy un ave de paso
a quien Dios dio una voz suave:
¿os gusta el canto del ave?
Oídme, cantando estoy.
Mas ¿quién es, os dice el ave,
a quien tenéis enjaulada?
No; pero, si preguntada,
os pudiera responder,
os diría, ¿qué os importa
mi plumaje ni mi acento?
yo soy una hija del viento,
dejadme al viento volver.
Ave de paso, quién sea
que no me pregunte nadie:
dejad al astro que radie,
dejad al viento vagar,
dejad que el mar en la playa
rompiendo sus ondas siga,
sin que sus ondas os diga
de dónde vienen, el mar.
Dejad cuajarse a la niebla
que por la atmósfera sube,
sin preguntar a la nube
por qué revienta en turbión;
y dejad libres que canten
el pájaro y el poeta;
¿quién mide ni quién sujeta
su vuelo y su inspiración?
¡Dejadme: ave de paso
que nunca anida
y que vuela al acaso
sola y perdida,
yo siempre he ido,
por el aire del mundo
solo y perdido!
II
¿Quién soy? — No sé. — Voz suelta sin pecho que la exhale,
voz que ella misma ignora su germen productor,
que busca sólo acaso que el aire la propale,
yo soy tal vez un eco de incógnito rumor;
mas eco procedente de mal sondado abismo,
que vive por sí mismo, de sí germinador,
yo soy la voz perdida que va todos los ecos
buscando que del mundo se esconden en los huecos,
para corear con ellos un himno al Criador.
Yo soy la voz que agita perdida en las tinieblas
la gasa trasparente del aire sin color,
que sobre el tul ondula de las flotantes nieblas,
que del dormido lago se mece en el vapor.
Voz de hálito amoroso que con afán aspira
los cálidos efluvios de inextinguible amor:
y, cuando entre las nieblas y los vapores gira
los himnos exhalando con que de amor delira,
se embriagan con el ámbar de amor con que respira,
suspiran con el hálito de amor con que suspira
el pájaro, el insecto, y el árbol, y la flor.
Tal vez soy ese incógnito
vano lamento
que en los vacíos ámbitos
se oye del viento.
Su son perdido
¿quién sondará si es nunca
canto o gemido?
¿Quién soy? — Lo ignoro. — Tengo en mi ser
tinieblas tales, tal confusión,
que a un tiempo siente pena y placer,
ansia y hastío mi corazón.
Hoy desdichado, feliz ayer,
jamás descifro mi condición,
y mi voz nunca puedo saber
si es un lamento o una canción.
Misterios deben del alma ser:
pero yo de ellos en conclusión
Solo averiguo que por doquier
pedazos dejo del corazón.
Yo soy como el arroyo;
desde que brota,
por do va en cada hoyo
deja una gota:
que es mi destino
dejar gotas del alma
por mi camino.
III
¿Quién soy? — ¡Quién sabe! — Mi ser ignoro:
mas de armonía guardo un tesoro:
y, siendo armónica mi condición,
átomo suelto, libre, sonoro,
donde hallo un eco produzco un son.
Y, ya se exhale de un arpa de oro,
ya de una ermita del esquilón,
ya del aullido de un muecín moro,
ya de las turbas en rebelión,
ya de un insecto que errante zumbe,
ya de una gruta que honda retumbe,
ya de un torrente que se derrumbe
ya del bramido del aquilón
que el roble añoso crujiendo abata,
que atorbelline la catarata,
que los peñascos de la mar bata,
o los cimientos de un torreón,
cuanto a mi paso despierta un eco
sordo, estridente, trémulo, hueco,
cóncavo, agudo, vibrante o seco,
en mí una fibra tocando armónica
encuentra unísona repetición;
y el son más débil, más fugitivo,
me presta el tema, me da el motivo
de una plegaria o una canción.
Y en una peña desencajada,
en la cruz puesta sobre un camino,
en una torre desvencijada,
en el murmullo del mar vecino,
en los escombros de un monasterio,
en la flor única de un cementerio,
en el arranque de un puente hundido,
en el fragmento de una inscripción;
en algo móvil que no haga ruido,
en algo oculto que dé un sonido,
en algo ha mucho puesto en olvido,
fundo una historia, sondo un misterio
de que dar cuenta o explicación.
Con una brisa que el aire plega
de una neblina que el aura azula,
hago un relato que se desplega
de todo un libro por la extensión,
como un arroyo que de una vega
por entre el césped corriendo juega,
y ya se avanza, ya se recula,
ya sobre él pasa, ya no le llega,
ya se derrama, ya se acumula,
ya se desborda y el llano anega,
ya en un remanso creciendo ondula,
ya sobre el musgo de un coto salta,
ya de menudas gotas le esmalta
y huye brincando por la pradera,
desparramando su agua parlera
por la vertiente de la ladera
hasta que, escaso de agua y de son,
de su postrera lágrima rota
la última gota se hunde y agota
de arena seca por la absorción.
Así de un fútil recuerdo vago,
de la más nimia suposición,
campo y escena de cuentos hago
do mis delirios pongo en acción.
Yo soy como la hormiga:
do quier recoge
el granillo y la espiga
para su troje:
y a su hormiguero
marcado con su huella
deja el sendero.
IV
¿Quién soy? — ¿Cuál es mi sino?
¿Quién sabe? Peregrino
que gira sin camino
del mundo en rededor,
lo mismo en los sillares
do apoyan sus pilares
los domos seculares
del templo del Señor,
que al pie de los lentiscos
de los agrestes riscos,
donde hace sus apriscos
el mísero pastor,
recojo los cantares
y cuentos populares
que narra en sus hogares
el vulgo, de sus lares
ignaro historiador.
Yo hago una historia de una patraña,
que oigo a la ciega superstición
contar al fuego de una cabaña
de un aguacero de invierno al son.
Convierto en tiernos cuentos sencillos
de los pastores la relación,
y a los palacios y a los castillos
voy a hacer luego su narración.
Mas, por do quiera voy anudando
con almas tiernas honda afección;
y por do quiera que voy pasando,
pedazos dejo del corazón.
Yo soy como la abeja;
que en los rosales
toma la miel que deja
luego en panales:
y a su colmena
del dulce de las flores
va siempre llena.
V
¿Quién soy? — ¿Quién lo sabe? — Yo mismo lo ignoro.
Creyente sincero del Dios en quien fío,
a él solo me humillo, y a él solo le imploro,
do quier le he hallado velando en bien mío;
do quier le bendigo, le canto y le adoro:
do quier sus creencias evoco con brío;
cantar mi fe firme no tengo a desdoro:
no tengo del pobre vergüenza o desvío,
mi pan con él parto, su mal con él lloro:
y no me da nunca recelo ni hastío
su sórdido traje, su oscura mansión.
Los más escondidos rincones exploro,
y en todos a todos mi fe les confío,
contando a los unos un cuento sombrío
y haciendo con otros ferviente oración.
Tal es mi destino: sin oro ni hogares,
excéntrico, errante, locuaz, vagabundo,
mi herencia son solo mi fe y mis cantares
do quier que me lleva mi fe por el mundo,
y allí donde un día mi espíritu mora,
yo soy el consuelo del alma que llora:
yo cierro las llagas que el tiempo no cura
con bálsamo suave de amor y ternura:
yo riego la herida que encona la ausencia
de dulces recuerdos de amor con la esencia;
y a mí me confían su afán y sus cuitas
las almas que abrigan pasiones secretas
a eterno silencio y misterio sujetas,
y cuyas historias conservo yo escritas.
Yo vivo con esas: yo sé sus azares:
yo lloro con ellas su afán y pesares,
yo parto con ellas su oculta aflicción:
y cuando abandono por fin sus hogares,
la hiel de sus penas las vuelvo en cantares
y mi alma las mando bajo una canción.
Yo soy como las nubes,
que los vapores
derraman hechos lluvia
sobre las flores;
mi alma es un vaso
que miel vierte en las almas
que encuentra al paso.
VI
¿Quién soy? — Tú no lo ignoras, ¡oh patria a quien adoro!
tú, cuyas tradiciones son mi único tesoro,
cuya futura gloria mi solo sueño de oro,
cuya afición y estima son mi único laurel:
tú, que eres sola el germen de mi cantar sonoro,
que para ti acompañan el pastoril rabel,
el caracol marino y el tarabuk del moro,
la lira de la Grecia y el arpa de Israel. (1)
Yo soy átomo frágil a quien el viento mueve,
insecto susurrante que zumba sin cesar,
el trovador errante del siglo diez y nueve
que cruza mar y tierras en brazos del azar,
y voy, de mi fe mártir, mas fiel a mi destino,
a España por do quiera cantando sin cesar;
y por do quiera francos encuentro en mi camino
amigos que me esperan y hospitalario hogar.
Como una ave de paso
que nunca anida
y que vuela al acaso
sola y perdida,
yo siempre he ido
por el aire del mundo
solo y perdido.
Pero ave como el águila
de noble vuelo,
la voz para mis cánticos
busco en el cielo:
y donde alcanza
mi voz va derramando
fe y esperanza.
VII
¿Comprendes, noble Burgos, de crónicas archivo,
de tradición venero, de inspiración tesoro,
por qué como poeta con tus recuerdos vivo,
por qué como a la madre que me engendró te adoro?
¿Comprendes por qué el estro que en mí atesoro
no puede decir nunca si canto o lloro,
y que por eso incierto siempre mi canto
unas veces es himno y otras es llanto?
¿Comprendes que al poeta libre y amante
da Dios la voz y el alma para que cante,
y que por eso en hojas doy a los vientos,
pedazos de mi alma, cantos y cuentos?
Ya de la mía, Burgos, tienes las llaves:
de mi llanto y mis himnos la causa sabes.
Ya de hoy no me preguntes quién soy, qué tengo,
dónde voy, ni de dónde cantando vengo.
Vengo del Occidente
do muere el día,
a volver al Oriente
mi poesía;
y en tus hogares
a volver a mis cuentos
y a mis cantares.
VIII
Y como desde el primer día
en que pude oír y hablar,
mi madre me entretenía,
con los cuentos que sabia
de Ruy Díaz de Vivar,
cifra primera de gloria
de la castellana historia
y del burgalés solar,
de Ruy Díaz la memoria
voy la primera a evocar.
Mas no esperes que con pompa
de homérica entonación
emboque la épica trompa,
y, al romper mi canto, rompa
en épica invocación.
No: va a acompañar mi acento
un viejo y tosco rabel;
con él canto, y me contento
con que oiga mi pueblo atento
lo que le cante al son de él.
A que mi patria me entienda,
no aspira a más mi ambición;
otro, prez y honras pretenda;
mi atmósfera es la leyenda,
mi campo la tradición.
Si en tal aire cojo viento
y en tal campo hacino mies,
Burgos, no llevo otro intento
sino que en tu hogar asiento
entre tus hijos me des.
Notas
(1) Retoma aquí unos versos de La flor de los recuerdos (1855), suprimiendo el primero:
Yo soy aquel poeta cuyo cantar sonoro
acordes acompañan el pastoril rabel,
el caracol marino y el tarabuk del moro,
la lira de la Grecia y el arpa de Israel.
Estos versos serán evocados luego por Rubén Darío en el Autorretrato (1904) que abre la segunda etapa de su poesía,:
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana
domingo, 11 de agosto de 2013
Poema clásico de Rumi (Persia, siglo XIII)
¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismo.
No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;
no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana
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jueves, 1 de agosto de 2013
Álvaro Cubillo de Aragón
Fabio, tu carta he visto en que me escribes
que ya en la Corte muy de asiento vives,
cosa que apenas deja que la crea,
pues trocaste el retiro de tu aldea
y aquella verdad pura y quietud santa
por tanto engaño y por malicia tanta.
Pero, pues ya lo has hecho,
el consejo será de más provecho
que la reprensión tarde y en vano:
óyele de un antiguo cortesano.
Los hombres, Fabio, padecemos todos
un peligro fatal por varios modos,
y es que, viviendo desde que nacemos
con nosotros, aun no nos conocemos.
Esto es lo más que mi verdad te advierte:
la primera lición es conocerte,
que, aquesta bien sabida y decorada,
seguro vivirás no errando en nada.
La segunda parece en todo opuesta,
mas no lo es, sino conforme a esta,
pues has de tener tanto de importuno
en conocerte a ti como a ninguno:
a nadie más conozcas, que harto sabe
el que en el peso de este mundo grave
cada sol, cada aurora
ve su balanza y las demás ignora.
Supuesto, Fabio, este conocimiento,
serás con todos muy cortés y atento,
y más con los señores
a quien el cielo quiso hacer mayores,
que, aunque de un mismo barro
no es todo uno el cántaro y el jarro.
Tu hacienda (ya que el hado
liberal te la dio y no limitado),
destribúyela honesta y cuerdamente.
Anda siempre en un hábito decente,
tan igual a tu estado
que no te culpen por desaliñado,
ni, por loco, ocasiones la censura
del que todo lo que ve murmura.
Tus criados procúralos honrados
y estén de ti contentos y pagados:
déjalos que se añejen en tu casa,
y a los que saben lo que en ella pasa
nunca por causa leve has de perdellos.
Súfreles algo, pues te sufren ellos,
que traer cada día gente nueva
es inconstancia y peligrosa prueba:
aquellos hablarán como enemigos,
y estos de su razón serán testigos
cuando, por más que tus acciones midas
a estos como a aquellos los despidas,
y es descrédito grande y mal indicio
el ver que nadie para en tu servicio.
Trata siempre verdad en toda cosa
y no la niegues, aunque sea costosa.
No te atribuyas nunca obras ajenas,
que a una bajeza grande te condenas
y los que más celebran tus parolas
saben que mientes y se ríen a solas.
Ser bienquisto con todos es riqueza,
procura serlo y ganarás grandeza:
sean todos tus amigos; mas advierte
que te portes con ellos de tal suerte
hasta ser conocidos,
que tú lo seas de pocos y escogidos,
y, si de estos algún necesitado
te pidiere prestado no se lo prestes, que es aventurarle;
mejor es socorrerle que prestarle
porque, sobre cobrar la buena obra,
se pierde la amistad y no se cobra
y, así, tengo por menos peligroso
que el socorrer tu amigo sea gracioso.
No juegues, que si juegas
a la mayor calamidad te entregas:
solo podrás bacerlo si es con juicio,
por entretenimiento, y no por vicio.
Paga lo que perdieres si jugares
y no pidas jamás lo que ganares
sino prudente fía
tu interés de la ajena cortesía:
Con las damas (de esto estés advertido)
has de ser muy cortés y comedido,
muy liberal, compuesto y generoso,
dándole siempre título de hermoso
al defeto mayor, porque el defeto
nunca lo es en boca del discreto.
Si por desdicha, Fabio, o contingencia
(que a pocos perdono aquesta dolencia)
tuvieres enemigo declarado,
guárdate de él y ten mucho cuidado
de alabar sus acciones, aunque veas
que otros las abominan por ser feas,
pues su mayor castigo
será verse alabar de su enemigo
y es opinion de sabios
portarse dando gracias por agravios.
Si a la comedia fueres inclinado
y dejares tu casa estimulado
de propios sinsabores,
nunca vayas a ver en ella horrores,
que, si aquel breve espacio
te desvías del peso de palacio
del pleito, de las trampas e inquietudes
y a la comedia acudes
medio muerto y rendido
a desahogar el ánimo afligido,
no es desahogo ver en la comedia
el insulto, el agravio, la tragedia,
el blasfemo de Dios amenazado,
el duelo ejecutado,
la virtud ofendida,
y a precio de una vida y otra vida
con bárbara violencia
la traición, la maldad y la insolencia.
¿Qué linaje de gusto se halla en esto?
que aun a los sentidos es molesto,
y vuelves a tu casa
con la pena de ver lo que allí pasa,
que, por torpe e injusto,
aunque representado, da disgusto.
Tengo por muy poco hombre y por menguado
al que va a la comedia muy preciado
de oír cosas de seso,
que el tablado no se hizo para eso.
Si gustas de las veras, aquel rato
vete a oír un sermón, que es más barato;
si gustas de lo grave y, por ventura,
cerca la tienes, lee la Escritura,
y, si a los argumentos te dispones,
oye unas conclusiones,
que allí te explicarán con excelencia
tal vez del alma y tal de Dios la esencia.
Mas la comedia búscala graciosa,
entretenida, alegre, caprichosa
y breve, que no es bien huyendo el tiempo
que gaste mucho tiempo el pasatiempo.
Si hicieres versos (que será posible)
no hagas lo que es amable aborrecible.
De sátiras jamás te satisfagas
ni las ajenas oigas, ni las hagas.
Sean siempre tus versos decorosos,
leves, castos, suaves, sentenciosos,
sin mezclar en las burlas ni en las veras
lengua extraña ni voces forasteras.
No hagas comedias, no porque el hacellas
arguya culpa en ti ni vicio en ellas,
que antes son argumento
de claro ingenio y singular talento,
sino porque te expones claramente
a la común censura de la gente,
y es tribunal severo
la monstrüosa voz de un vulgo entero,
donde, por lo común, de este ejercicio
puede ya cada cual hacer jüicio,
si bien no es poco necio
quien de ajeno trabajo hace desprecio.
Si en academia alguna te hallares
donde ya por costumbre recibida
algún señor presida,
obedece el asunto y no repares
en que sátira sea,
que, como se usa allí de impersonales
ya pintando una vieja, ya una fea,
un miserable, un calvo, un antojado,
y en esta acción lucida
no se tira a ventana conocida,
puedes sin que tu pluma desmerezca
decir cuanto al ingenio se le ofrezca.
Con esto vivirás quieto y seguro;
perdona, Fabio, que tu bien procuro
y como verdadero y fiel amigo
lo que yo hiciera te aconsejo y digo.
lunes, 22 de julio de 2013
Correspondencias, de Charles Baudelaire
Correspondances
La Nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.
Comme de longs échos qui de loin se confondent
Dans une ténébreuse et profonde unité,
Vaste comme la nuit et comme la clarté,
Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.
II est des parfums frais comme des chairs d'enfants,
Doux comme les hautbois, verts comme les prairies,
— Et d'autres, corrompus, riches et triomphants,
Ayant l'expansion des choses infinies,
Comme l'ambre, le musc, le benjoin et l'encens,
Qui chantent les transports de l'esprit et des sens.
Traducción de Ángel Romera
Natura es un templo donde vivientes pilares
dejan salir a veces una lengua confusa
y el hombre pasa entonces, entre bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos de lejos entretejidos
en tenebrosa y profunda unidad,
tan vasta como la noche y como la claridad,
colores, sonidos y perfumes corresponden.
Hay perfumes frescos como carne de niño
dulces como el oboe, verdes como los prados
y otros corruptos, ricos y triunfantes
al ir una expansión de cosas infinitas
como ámbar, muscona, benjuí e incienso
que cantan los raptos de espíritu y cuerpo.
Correspondencias
La Creación es un templo donde vivos pilares
dejan surgir a veces unas voces oscuras;
allí los hombres pasan a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.
Como confusos ecos que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche, como la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan.
Y así hay perfumes frescos como recién nacidos,
verdes como los prados, dulces como el oboe,
y hay otros triunfadores, densos y corrompidos,
todos de una expansión infinita movidos,
como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,
que cantan los transportes del alma y los sentidos.
Traducción de Raúl Gustavo Aguirre
La Nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.
Comme de longs échos qui de loin se confondent
Dans une ténébreuse et profonde unité,
Vaste comme la nuit et comme la clarté,
Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.
II est des parfums frais comme des chairs d'enfants,
Doux comme les hautbois, verts comme les prairies,
— Et d'autres, corrompus, riches et triomphants,
Ayant l'expansion des choses infinies,
Comme l'ambre, le musc, le benjoin et l'encens,
Qui chantent les transports de l'esprit et des sens.
Traducción de Ángel Romera
Natura es un templo donde vivientes pilares
dejan salir a veces una lengua confusa
y el hombre pasa entonces, entre bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos de lejos entretejidos
en tenebrosa y profunda unidad,
tan vasta como la noche y como la claridad,
colores, sonidos y perfumes corresponden.
Hay perfumes frescos como carne de niño
dulces como el oboe, verdes como los prados
y otros corruptos, ricos y triunfantes
al ir una expansión de cosas infinitas
como ámbar, muscona, benjuí e incienso
que cantan los raptos de espíritu y cuerpo.
Correspondencias
La Creación es un templo donde vivos pilares
dejan surgir a veces unas voces oscuras;
allí los hombres pasan a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.
Como confusos ecos que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche, como la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan.
Y así hay perfumes frescos como recién nacidos,
verdes como los prados, dulces como el oboe,
y hay otros triunfadores, densos y corrompidos,
todos de una expansión infinita movidos,
como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,
que cantan los transportes del alma y los sentidos.
Traducción de Raúl Gustavo Aguirre
viernes, 19 de julio de 2013
La tumba de Edgar Poe, de Mallarmé
Le tombeau d’Edgar Poe
Tel qu’en Lui-même enfin l’éternité le change,
le Poète suscite avec un glaive nu
son siècle épouvanté de n’avoir pas connu
que la mort triomphait dans cette voix étrange !
Eux, comme un vil sursaut d’hydre oyant jadis l’ange
donner un sens plus pur aux mots de la tribu
proclamèrent très haut le sortilège bu
dans le flot sans honneur de quelque noir mélange.
Du sol et de la nue hostiles, ô grief !
Si notre idée avec ne sculpte un bas-relief
dont la tombe de Poe éblouissante s’orne
calme bloc ici-bas chu d’un désastre obscur,
que ce granit du moins montre à jamais sa borne
aux noirs vols du Blasphème épars dans le futur.
LA TUMBA DE EDGAR POE
Como la eternidad lo transforma en Sí mismo
el poeta se yergue con la desnuda espada
sobre un siglo aterrado por el que fue ignorada
la muerte que triunfaba en esa voz de abismo.
Vil sobresalto de hidra que al ángel oyó dar
al habla de la tribu un sentido más puro,
en voz alta anunciaron el bebido conjuro
de una negra mixtura en un innoble mar.
La tierra sea hostil, la nube nos repruebe,
si no esculpe con ellos nuestra idea un relieve
que la tumba de Poe de su belleza invista.
Mole calma caída de un cataclismo oscuro,
que este granito muestre para siempre su arista
a los vuelos de la Blasfemia en el futuro.
Tel qu’en Lui-même enfin l’éternité le change,
le Poète suscite avec un glaive nu
son siècle épouvanté de n’avoir pas connu
que la mort triomphait dans cette voix étrange !
Eux, comme un vil sursaut d’hydre oyant jadis l’ange
donner un sens plus pur aux mots de la tribu
proclamèrent très haut le sortilège bu
dans le flot sans honneur de quelque noir mélange.
Du sol et de la nue hostiles, ô grief !
Si notre idée avec ne sculpte un bas-relief
dont la tombe de Poe éblouissante s’orne
calme bloc ici-bas chu d’un désastre obscur,
que ce granit du moins montre à jamais sa borne
aux noirs vols du Blasphème épars dans le futur.
LA TUMBA DE EDGAR POE
Como la eternidad lo transforma en Sí mismo
el poeta se yergue con la desnuda espada
sobre un siglo aterrado por el que fue ignorada
la muerte que triunfaba en esa voz de abismo.
Vil sobresalto de hidra que al ángel oyó dar
al habla de la tribu un sentido más puro,
en voz alta anunciaron el bebido conjuro
de una negra mixtura en un innoble mar.
La tierra sea hostil, la nube nos repruebe,
si no esculpe con ellos nuestra idea un relieve
que la tumba de Poe de su belleza invista.
Mole calma caída de un cataclismo oscuro,
que este granito muestre para siempre su arista
a los vuelos de la Blasfemia en el futuro.
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Simbolistas
François Coppée, La mort des oiseaux
Le soir, au coin du feu, j'ai pensé bien des fois
A la mort d'un oiseau, quelque part, dans les bois.
Pendant les tristes jours de l'hiver monotone,
Les pauvres nids déserts, les nids qu'on abandonne,
se balancent au vent sur le ciel gris de fer.
Oh ! comme les oiseaux doivent mourir l'hiver !
Pourtant lorsque viendra le temps des violettes,
Nous ne trouverons pas leurs délicats squelettes
dans le gazon d'avril où nous irons courir.
Est-ce que les oiseaux se cachent, pour mourir ?
La muerte de los pájaros
(Traducción de Ángel Romera)
Esta noche, junto al fuego, pensé varias veces
en la muerte de un pájaro en alguna parte del bosque.
Durante los tristes días del monótono invierno,
los pobres nidos, desiertos, los nidos que se abandonan
se balancean al viento bajo un cielo gris de hierro.
¡Oh, cómo los pájaros deben morir el invierno!
Y, sin embargo, cuando acuda el tiempo de las violetas
no hallaremos sus delicados esqueletos
en el césped de abril donde nos encontraremos.
¿Es que los pájaros se esconden para morir?
Le ciel est par-dessus le toit, de Paul Verlaine, y una traducción.
Le ciel est par-dessus le toit
Le ciel est, par-dessus le toit,
Si bleu, si calme !
Un arbre, par-dessus le toit,
Berce sa palme.
La cloche, dans le ciel qu'on voit,
Doucement tinte.
Un oiseau sur l'arbre qu'on voit
Chante sa plainte.
Mon Dieu, mon Dieu, la vie est là
Simple et tranquille.
Cette paisible rumeur-là
Vient de la ville.
Qu'as-tu fait, ô toi que voilà
Pleurant sans cesse,
Dis, qu'as-tu fait, toi que voilà,
De ta jeunesse ?
(Traducción fracasada de Ángel Romera)
El cielo está sobre tu techo
tan azul, tan calmo...
y el árbol sobre él
mece su fronda.
Se ve la campana celeste:
dulce tentea;
se ve el pájaro en el árbol:
canta y lamenta.
¡Dios mío, Dios mío, la vida allí
es simple y plácida,
y la serena canción
llega del pueblo!
¿Qué hiciste tú que ya
llorando estás?
Dime ya ¿qué hiciste
con tu mocedad?
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Brisa marina de Stephane Mallarmé y dos traducciones
Brise Marine
La chair est triste, hélas! et j'ai lu tous les livres.
Fuir! là-bas fuir! Je sens que des oiseaux sont ivres
D'être parmi l'écume inconnue et les cieux!
Rien, ni les vieux jardins reflétés par les yeux
Ne retiendra ce coeur qui dans la mer se trempe
O nuits! ni la clarté déserte de ma lampe
Sur le vide papier que la blancheur défend
Et ni la jeune femme allaitant son enfant.
Je partirai! Steamer balançant ta mâture,
Lève l'ancre pour une exotique nature!
Un Ennui, désolé par les cruels espoirs,
Croit encore à l'adieu suprême des mouchoirs!
Et, peut-être, les mâts, invitant les orages
Sont-ils de ceux qu'un vent penche sur les naufrages
Perdus, sans mâts, sans mâts, ni fertiles îlots...
Mais, ô mon coeur, entends le chant des matelots!
(Traducción de Ángel Romera)
BRISA MARINA
La carne es triste ¡ay! y todo está leído.
¿Huir y huir ahí? ¡Siento aves ebrias
por tanto volar entre espumosa incógnita y cielos!
Nada, ni viejos jardines que los ojos reflejan,
retendrá un corazón ya en el mar sumergido.
¡Oh, noches! ¡Ni claridad que abandone mi lámpara
sobre el vacuo papel cuyo blancor impide,
ni joven madre que ofrezca lactar a su hijo!
¡Me iré! ¡Vapor que balanceas tu arboladura,
leva el ancla hacia tan extraña natura!
¡Una Apatía desolada de esperanzas mendaces
cree aún un adiós de pañuelo supremo!
¡Aunque quizá los mástiles, que invitan tempestades,
sean los que un viento tiende sobre tantos naufragios
sin mástiles perdidos, sin mástiles, ni ínsulas fértiles!
¡Con todo, corazón mío, escuchas ahora el cantar del marinero!
(traducción anónima)
BRISA MARINA
La carne es triste, ¡ay! y todo lo he leído.
¡Huir! ¡Huir ahí! ¡Siento que los pájaros están ebrios
De estar entre la espuma desconocida y los cielos!
Nada, ni los viejos jardines reflejados por los ojos,
Retendrá ese corazón que en el mar se cala
¡Oh noches! ni la claridad desierta de mi lámpara
Sobre el papel vacío que la blancura defiende
Ni la joven mujer amamantando a su hijo.
¡Me iré! ¡Velero meciendo tu arboladura,
Levanta el ancla hacia una exótica naturaleza!
¡Una Desidia, desolada por crueles esperanzas,
Cree aún al supremo adiós de los pañuelos!
Y, quizás, los mástiles, invitando a las tormentas
Son los que un viento inclina sobre los naufragios
Perdidos, sin mástiles, sin mástiles, ni islas fértiles...
¡Pero, oh corazón mío, escucha el canto de los marineros!
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