miércoles, 20 de marzo de 2013

Antonin Artaud



Artaud, Antonin (Marsella, 1896 - 1948)

Carta a los poderes

No podemos vivir eternamente rodeados de muertos y de muerte.
Y si todavía quedan prejuicios hay que destruirlos.
"El deber"
digo bien
"EL DEBER"
del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los
que ya nunca más saldrá, sino al contrario salir afuera
para sacudir
para atacar
al espíritu público
si no
¿para qué sirve?
¿Y para qué nació?

Carta a las escuelas de Buda

Vosotros que no estáis en la carne, que sabéis en qué punto de su trayectoria carnal, de su vaivén insensato, el alma encuentra el verbo absoluto, la palabra nueva, la tierra interior.

Vosotros que sabéis como uno da vueltas en el pensamiento y cómo el espíritu puede salvarse de si mismo.

Vosotros que sois interiores a vosotros mismos, que ya no tenéis un espíritu a nivel de la carne: aquí hay manos que no se limitan a tomar, cerebros que ven más allá de un bosque de techos, de un florecer de fachadas, de un pueblo de ruedas, de una actividad de fuego y de mármoles.

Aunque avance ese pueblo de hierro,
aunque avancen las palabras escritas con la velocidad de la luz,
aunque avancen los sexos uno hacia otro con la violencia de un cañonazo,
¿qué habrá cambiado en las rutas del alma,
qué en los espasmos del corazón,
en la insatisfacción del espíritu?
Por eso, arrojad al agua a todos esos blancos
que llegan con sus cabezas pequeñas y sus espíritus bien manejados.

Es necesario ahora que esos perros nos oigan: no hablamos del viejo mal humano.
Nuestro espíritu sufre de otras necesidades que las inherentes a la vida. Sufrimos de una podredumbre, la podredumbre de la Razón.

La lógica Europa aplasta sin cesar al espíritu entre los martillos de dos términos opuestos, abre el espíritu y lo vuelve a cerrar. 

Pero ahora el estrangulamiento ha llegado al colmo, ya hace demasiado tiempo que padecemos bajo el yugo. El espíritu es más grande que el espíritu, las metamorfosis de la vida son múltiples. Como vosotros, rechazamos el progreso: venid, echad abajo nuestras viviendas.

Que sigan todavía nuestros escribas escribiendo, nuestros periodistas cacareando, nuestros críticos mascullando, nuestros usureros deslizándose en sus moldes de rapiña, nuestros políticos perorando y nuestros asesinos legales incubando sus crímenes en paz. Nosotros sabemos -sabemos muy bien- qué es la vida. Nuestros escritores, nuestros pensadores, nuestros doctores, nuestros charlatanes coinciden en esto: en frustrar la vida.

Que todos esos escribas escupan sobre nosotros, que nos escupan por costumbre o por manía, que nos escupan porque son castrados de espíritu,
porque no pueden percibir los matices, los barros cristalinos, las tierras giratorias donde el espíritu encumbrado del hombre se transforma sin cesar.

Nosotros hemos captado el pensamiento mejor. Venid. Salvadnos de estas larvas. 

Inventad para nosotros nuevas viviendas.

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