miércoles, 20 de marzo de 2013

Blanco White, La persecución religiosa


J. M.ª Blanco White, (Sevilla, 1775 - Liverpool, 1841)

La persecución religiosa

¡Gran Dios, cómo atormenta
con crueldad sin igual el hombre al hombre!
Ya con furia violenta
se arrastran al cadalso y a la hoguera,
ya, con malicia refinada y lenta,
impiden a la víctima que muera,
y, pues no quiere a discreción rendirse,
buscan cómo obligarla a maldecirse.

Y... ¿quién es el verdugo,
quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote
del antiguo Moloc infanticida?
No, de un Dios (según dice) a quien le plugo,
por amor de los hombres, dar la vida.
Su ministro se llama y toma el mote
de mansedumbre; paz es su divisa,
mas ¡ah! ¡Qué mal se avisa
el que, en tal mansedumbre confïado.
duda modestamente
su saber infalible: de repente
verá al cordero en un león mudado.
«No es humano saber, ni saber mío,
(responde el santo preste, en ira ardiendo)
audaz mortal, en el que yo confío:
del cielo descendido,
reposó en mí un influjo soberano,
que ha de humillar todo saber humano».

¿Reposó en ti? Mas ¿cómo es que contiende
consigo mismo el inspirado bando?
¿Cuál cadena volcánica se entiende
llama sacerdotal que, rebosando,
el universo enciende?
El cielo contra el cielo peleando
es odioso espectáculo, que ofende
al hombre racional. ¿Qué? ¿Envolvió en guerra
el cielo a los que dio a regir la tierra?
Haced la paz primero
entre vosotros, si queréis que escuche
vuestra doctrina el universo entero;
no procuréis que luche
el ignorante pueblo en las querellas
con que esparcís centellas
de odios inextinguibles
más que el error a la virtud temibles.
Mas en vano os exhorto:
del fanatismo y la ambición aborto
los que tenéis raíces en el cielo
nunca podéis dejar en paz el suelo.

La revelación interna

¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?
«¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?
-dice una voz interna- Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.
Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,
ni pongas tu virtud en rito externo;
no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno.

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