Por la gracia de Dios, Juan,
eres de linaje limpio,
más que el sol, pero villano.
Lo uno y otro te digo;
aquello, porque no humilles
tanto tu orgullo y tu brío
que dejes, desconfïado,
de aspirar con cuerdo arbitrio
a ser más; lo otro, porque
no vengas, desvanecido,
a ser menos. Igualmente
usa de entrambos designios
con humildad; porque, siendo
humilde, con recto juicio
acordarás lo mejor
y como tal, en olvido
pondrás cosas, que suceden
al revés en los altivos.
¡Cuántos, teniendo en el mundo
algún defecto consigo,
le han borrado por humildes;
y cuántos, que no han tenido
defecto, se le han hallado,
por estar ellos mal vistos!
Sé cortés sobre manera;
sé liberal y esparcido,
que el sombrero y el dinero
son los que hacen los amigos;
y no vale tanto el oro
que el sol engendra en el indio
suelo, y que conduce el mar,
como ser uno bienquisto.
No hables mal de las mujeres;
la más humilde, te digo,
que es digna de estimación;
porque al fin de ellas nacimos.
No riñas por cualquier cosa;
que cuando en los pueblos miro
muchos, que a reñir se enseñan,
mil veces entre mí digo:
«Aquesta escuela no es
la que ha de ser». Pues colijo
que no ha de enseñarse a un hombre
con destreza, gala y brío
a reñir, sino a por qué
ha de reñir; que yo afirmo
que, si hubiera un maestro solo
que enseñara, prevenido,
no el cómo, el por qué se riña,
todos le dieran sus hijos.
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