domingo, 18 de marzo de 2007

Sonetos y redondillas de Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana

I

Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado y en la arena escrito.

Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy no más a la razón me allano
y al tiempo le daré cuanto me quito.

Limitaré deseos y esperanzas
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondré breves a mi vida,

para que no me venzan acechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.


II

Como supe de mí solo perderme,
ya no me busco en mí para hallarme,
en vos estoy, en vos podéis buscarme,
que en mí, fuera de mí, mal podéis verme.

Vos allá me tenéis, aunque el tenerme
es solo por tener cómo dejarme;
si alguna vez me visteis sin mirarme,
muchas vi yo que podíades verme.

Solo en huir de mí me soy amigo;
tomo el hallarme, y a buscarme vengo,
ganando más si más de mí me aparto.

En vos hallé lo que perdí conmigo,
que el no tenerme a mí, por vos lo tengo,
y en no saber de mí, de mí sé harto.

III

   Si alcanza conocimiento
de sus locuras un loco,
no debe a sus daños poco,
pues dellos saca escarmiento.
   Mas un sujeto agraviado
en vano prueba a sacar
de razón de escarmentar,
aviso de escarmentado.
   Alivio fuera el castigo
cuando alejarme procuro,
si pudiera estar seguro,
llevándome a mí conmigo.
   Toda es prolija cadena
cuanto pienso y cuanto miro,
y lo mismo que respiro,
o me ahoga o me condena.
   Entre inaccesibles montes,
y por piélagos de enojos,
parece que con mis ojos
se abrasan los horizontes.
   Falta en mis pasos camino,
falta en mis designios medio,
sin ti no para el remedio,
solo a mis daños atino.
   En tan ofendido extremo,
agravio nunca postrero
desengaña cuanto espero
y asegura cuanto temo.
   Mi razón, de sospechosa
o de advertida, se aleja,
por conocer que mi queja
aun callada es peligrosa.
   Desterrado y ofendido,
no me aseguro de nada,
porque no hay voz confïada
si habla por un caído.
   Largos siglos de inquietud
pueden haberme avisado
que no pierda un desdichado
tiempo ni solicitud.
   Veré, a luz de desengaños,
que son remedios precisos
en los daños, los avisos,
y por avisos, los daños.
   Pasaré la vida así,
más quejosa que importuna,
porque le deba a Fortuna
noticia della y de mí;
   tan conortado a mis daños
que, firme entre mil mudanzas,
ni me alegran esperanzas,
ni me asustan desengaños.
   Compañía es la tristeza,
hábito la pesadumbre,
donde el pesar por costumbre
se ha hecho naturaleza.
   Esta consideración,
ofendiendo, satisface,
porque es la envidia quien hace
del aplauso emulación.
   Pero estoy muy satisfecho:
que en el peligro más fuerte,
si me empeñare la suerte,
la sabré oponer el pecho.
   Cierto que no habrá ocasión
que de mí se compadezca,
ni tiempo en que no escurezca
mi desdicha a mi razón.
   La tolerancia se esfuerza,
pero no sabré buscar
medio entre el desesperar
y la paciencia por fuerza.
   Conozco que estoy caído,
pero los tiros del hado
halláranme derribado,
mas no me hallarán rendido.
   Fiar más de la paciencia
es culpa y no tolerancia,
pues violenta la constancia
el que espera la violencia;
   en tan prolijo dudar
que el tiempo me da a sentir
sinrazones por sufrir
y razones que callar.
   La desdicha o la ventura
hacen, en fe de opinión,
enloquecer la razón
y atinar la locura.
   Mas no me parece mucha
pena a que yo me sentencio,
si no es muerta de silencio
la querella que no escucha.
   Las razones que no digo
no son las que menos siento,
mas por no dallas al viento

quiero que mueran conmigo.

IV

   Sépase, pues ya no puedo
levantarme ni caer,
que, al menos, puedo tener
perdido a Fortuna el miedo.
   Desde luego me sentencio
no solo a morir callando,
sin paciencia acreditando,
sino ahogado en silencio.
   Por sacrado, a mis cuidados,
ausente remedio exijo,
que en desengaño prolijo
no hay arma contra los hados.
   La fortuna se declara,
el que la rige porfía,
y mi razón, porque es mía,
me niega o me desampara.
   Mas no llega esta opresión,
por más que el tiempo me ofenda,
a que el remedio pretenda
de la conmiseración.
   Cuanto del agravio es ira
apriete el lazo crüel,
quizá quebrará el cordel
que le tuerce una mentira.
   Fuerza de costosos daños, 25
en nuevas contrariedades,
desmintiendo las verdades,
verifica los engaños.
   Mas la paciencia esta vez
vénzase a sí, que no es poco, 30
pues un Catón será loco
en manos de algún jüez.
   Voime primero, que vuelto
testificaré agraviado,
que de alguno condenado 35
me quiero más que no absuelto.
   Locura no fue jamás
remedio a sujeto cuerdo;
si me voy, sé que me pierdo,
y si espero, pierdo más. 40
   Mas es apretado punto,
en tantos daños, sin medio,
tener el mal y el remedio,
la vida y la muerte junto.
   Tarde a mi ofensa vendrá, 45
con el desengaño, aviso,
cuando aun la tierra que piso
o me falta o se me va.
   En cuyo desvalimiento,
sin alivio y sin buscalle, 50
más me ahoga el procuralle
que no la falta del viento;
   a donde viniera a ser
descanso el desesperar,
si se pudiera quejar 55
quien no tiene qué perder.
   Â¿Quién vio los tronos poblados
de aplauso y de adulación,
y el aire de su ambición
hoy los tiene derribados? 60
   Â¿Quién ha visto ejecutadas
iras de injustas querellas,
y dónde vio cometellas
ahora las ve vengadas?
   Mas ya del tiempo presumo, 65
en un estado tan ciego,
que como en humo aquel fuego
volverá este fuego en humo.
   Cualquier desvanecimiento
más toca en la potestad, 70
donde hay mucha voluntad
y ningún entendimiento.
   Este esperar sin temer
logra plazos ofendidos,
siendo alivios de caídos 75
el no poder ya caer.
   Pero con las que derribo
del tiempo fieras venganzas,
entre muertas esperanzas,
el susto me dejé vivo. 80
   Grandes encubiertos lazos,
costosos inconvenientes,
si plazos, ¿cómo presentes?,
si presentes, ¿cómo plazos?
   Los que contra mí se animan 85
siempre aciertan lo que trazan,
con lo futuro amenazan,
y con lo que es ya lastiman.
   Nunca esta cuerda se afloja
y, con apretarme el cuello, 90
sólo de que caiga en ello,
quien más me aprieta se enoja.
   Donde vienen a querer,
no sólo verme morir,
sino darme que sufrir 95
y quitarme el conocer.
   Cuya violencia cruel,
que la sufro y que la miro,
por mano ajena hace tiro
para que no caiga en él. 100
   Pero vaya todo así
cuanto en la fortuna cabe,
que el tiempo vengar se sabe
de quien se venga de mí.
   Que aunque es ya para caer 105
tarde, quién pudiere en ello;
tarda Fortuna en hacello
porque es razón ya de ser.
   Estoy tan en el profundo
que idolatrara el castigo 110
si se hundiera conmigo
cuanto me cansa en el mundo.
   Pero en tan quejoso extremo,
no sé de qué mal me guardo,
ni en qué ofensa me acobardo, 115
pues todos los males temo.
   Perseguido y condenado,
los que mi daño pretenden
con lo mismo que me ofenden
quieren dejarme obligado. 120
   Pero podrá la malicia
de tan costosa violencia
desesperar la paciencia,
si no engañar la noticia.
   Obligado yo, ¿de qué? 125
Quejoso de tantas cosas
que pierdo en las más dudosas
lugar, el mundo y la fe.
   Estos valles y estos ríos,
para mí tan poco amenos, 130
mirándolos como ajenos
me lastiman como míos.
   Parece melancolía
antever con ella ya,
que mala fortuna hará 135
con otra buena la mía.
   De este susto no se espanta
razón que en razón estriba,
pues sólo el tiempo derriba
lo que Fortuna levanta. 140
   Caen los aplausos vanos
de los más bravos progresos,
y las fábricas de excesos
mueren a sus propias manos.
   El aliento ni el valor 145
no dependen de mudanza,
donde Fortuna no alcanza
como a región superior.
   Luz que en propia lumbre crece
no eclipsa envidiosa nube, 150
ni al que por méritos sube
la altura le desvanece.
   El poderoso crüel,
sólo a su ambición atento,
no es mucho que coja viento, 155
pues que sólo sembró en él.
   Quien desvaneció una fraude
con sólo aliento sufrido
quizá verá escarnecido
lo mismo que ahora aplaude. 160
   Pero ya tarde será
cura de llaga tan vieja,
que desengañada queja
desesperación es ya.
   Tolerancia siempre vana 165
de su propia carne muerde,
y por ignorancia pierde
lo que por paciencia gana.
   En tan dudoso partido,
¿cuál es más para aceptado, 170
un sufrir desesperado
o un desesperar sufrido?
   Engaño es tratar de medio
en tiempo tan riguroso,
que no es menos peligroso 175
morir que buscar remedio.
   No queda qué elegir
en tan prolijo penar
que anima el desesperar
y desespera el sufrir. 180
   Bien sé yo que esta violencia,
que aun el poder no disculpa,
ha de condenar por culpa
lo que sabe que es paciencia.
   Tan claro plazo ha de ser 185
que a mis cadenas lastima,
por estar sorda la lima
que las pudiera romper.
   Alivio no le pretendo,
antes vengo a persuadirme, 190
que con el no resistirme
parece que me defiendo.
   Su mismo agravio escrutinia
una fortuna que deja
a la paciencia con queja 195
y vengada la ignominia.
   Mas como todo lo iguala
temida, buscada muerte,
lo mismo es que buena suerte
el conortarse a la mala. 200
   O es estar cuerdo o muy loco
que una fortuna agraviada
no espere del tiempo nada
y todo lo tenga en poco.
   Ora el sol las alas queme, 205
ora las coja el abismo;
quien vive dentro en sí mismo
ningún desengaño teme.
   Deme luz otra esperanza
para que sin ésta muera, 210
ya que en lo que no se espera
ni hay engaño ni tardanza.
   En cuyos largos destierros
el desengaño esta vez,
parte de aviso y jüez, 215

presta pared a mis yerros.

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