I, 001: Lo que es fino permanece.
PURA como el más fino oro, tiesa como un peñasco,
límpida como cristal debe ser tu alma.
I, 002: La morada de la quietud eterna.
QUE se mortifique otro por su sepultura
y consagre a sus gusanos orgulloso edificio.
Yo no me preocupo por eso: mi tumba, mi celo y ataúd,
en el que repose eternamente, ha de ser el corazón de Jesús.
I, 003: Sólo Dios puede dar satisfacción
FUERA, fuera, serafines, no podéis vosotros apagar mi sed;
fuera, fuera, santos, y lo que en vosotros resplandece;
de vosotros nada quiero: sólo me arrojo
al mar increado de la mera deidad.
I, 004: Se debe ser divino por entero.
SEÑOR, no me basta servirte como ángel
y verdecer ante ti en la divina perfección:
demasiado vil es para mí, y exiguo para mi espíritu:
quien quiere servirte rectamente, debe ser más que divino.
I, 005: No se sabe lo que se es.
NO sé lo que soy, no soy lo que sé:
una cosa y no una cosa; un punto y un círculo.
I, 006: Debes ser lo que es Dios.
SI he de encontrar mi último fin y mi primer principio,
debo ahondarme en Dios, y a Dios en mí,
y llegar a ser lo que Él: debo ser brillo en el brillo,
Verbo en el Verbo, (a) Dios en Dios.
(a) Tauler, Instit. Espir. c. 39.
I, 007: Se debe aun sobrepasar a Dios.
DÓNDE está mi residencia? Donde tú y yo no estamos.
¿Dónde mi último fin, al cual he de encaminarme?
Allí donde no hay ninguno. ¿Adónde he entonces de ir?
Debo marchar aun (b) más allá de Dios, hacia un desierto.
(b) i.e. más allá de lo que se conoce en Dios, o de lo que se puede pensar de él, según la
contemplación negativa, sobre la cual cf. los místicos.
I, 008: Dios no vive sin mí.
SÉ que sin mí, dios no puede vivir un instante;
*) si soy aniquilado, Él debe necesariamente expirar.
*) cf. el prólogo.
I, 009: Yo lo tengo de Dios, y Dios de mí.
QUE Dios sea y viva tan venturoso, sin deseo,
lo ha recibido tanto Él de mí, como yo de Él.
I, 010: Yo soy como Dios, y Dios como yo
SOY tan grande como Dios: Él es como yo tan pequeño;
Él no puede estar sobre mí, ni yo bajo Él.
I, 011: Dios está en mí, y yo en Él.
DIOS es en mí el fuego, y yo en Él el brillo:
¿no somos íntimamente comunes uno al otro?
I, 012: Hay que lanzarse más allá.
HOMBRE, si lanzas tu espíritu más allá del tiempo y el lugar,
puedes estar en la eternidad a cada instante.
I, 013: El hombre es eternidad.
YO mismo soy eternidad, cuando abandono el tiempo,
y me recojo en Dios, y a Dios en mí.
I, 014: Un cristiano tan rico como Dios.
SOY tan rico como Dios, no puede haber grano de polvo,
que (créeme, hombre) no tenga yo en común con Él.
I, 015: La Sobre-deidad.
LO que se ha dicho de Dios, aún no me basta:
la Sobre-deidad es mi vida y mi luz.
I, 016: El amor obliga a Dios.
SI Dios no quiere llevarme por sobre Dios,
yo voy a obligarlo con mero amor.
(a) Vid. no. 7.
I, 017: Un cristiano es hijo de Dios.
YO también soy hijo de Dios, Él me tiene a mano:
su espíritu, su carne y su sangre, le son conocidos en mí.
I, 018: Me igualo a Dios.
DIOS me ama por sobre sí: si yo lo amo por sobre mí,
le doy tanto, como Él me da de sí.
I, 019: El bienaventurado silencio.
¡CUÁN bienaventurado es el hombre, que no quiere ni sabe!
*) que no da a Dios (compréndeme bien), elogio ni alabanza.
*) Se trata aquí de la Oración de silencio, sobre la cual cf. Maximil. Sandæus, Teol. Mística, libro 2,
com. 3.
I, 020: La beatitud depende de ti.
HOMBRE, tú mismo puedes tomar tu beatitud:
si sólo a ello te dispones y decides.
I, 021: Dios se da como uno quiere.
DIOS nada concede a nadie, Él se ofrece a todos,
para ser, si tan sólo así Lo quieres, completamente tuyo.
I, 022: El abandono.
CUANTO abandonas en Dios, tanto puede Él llegar a ser para ti:
ni más ni menos te aliviará Él de tus pesares.
I, 023: La María espiritual.
DEBO ser MARÍA, y alumbrar a Dios de mí,
si Él me ha de conceder la beatitud eternamente.
I, 024: No debes ser nada, querer nada.
HOMBRE, si aún eres algo, si algo sabes, algo amas y posees:
no estás, créeme, libre de tu carga.
I, 025: A Dios no se lo aprehende.
DIOS es una pura nada, no lo toca ningún aquí ni ahora:*)
cuanto más buscas asirlo, más Él se te sustrae.
*) i.e. tiempo y lugar.
I, 026: La muerte mística.
LA muerte es algo venturoso: cuanto más fuerte es,
más majestuosa se escoge de ella la vida.
I, 027: Morir hace vivir.
MURIENDO mil veces, el hombre sabio
solicita mil vidas por la verdad misma.
I, 028: La muerte más venturosa.
NINGUNA muerte es más venturosa, que morir en el Señor
y perecer con cuerpo y alma por el Eterno Bien.*)
*) i.e. entregar cuerpo y alma al más extremo perecimiento por el amor de Dios: como se ofrecieron
Moisés y Pablo, y muchos otros santos.
I, 029: La muerte eterna.
LA muerte de la que no florece una nueva vida,
es la que mi alma huye entre todas las muertes.
I, 030: No hay muerte.
NO creo en la muerte: si muero a cada hora,
he encontrado cada vez una vida mejor.
I, 031: El morir perpetuo.
MUERO y vivo para Dios: si quiero vivir para Él eternamente,
el espíritu también he de entregarle eternamente.*)
*) en sentido místico i.e. resignar.
I, 032: Dios muere y vive en nosotros.
YO no muero ni vivo: (a) Dios mismo muere en mí;
y lo que yo debo vivir, (b) lo vive también Él sin cesar.
(a) porque de Él fluye originariamente la virtud de la mortificación; del mismo modo según Pablo: 2
Cor. 3, 10, la mortificación de JESÚS.
(b) vivo, ya no yo, sino Cristo en mí.
I, 033: Nada vive sin morir.
DIOS mismo, si quiere vivir para ti, debe morir:
¿cómo piensas, sin muerte, heredar su vida?
I, 033: Nada vive sin morir.
DIOS mismo, si quiere vivir para ti, debe morir:
¿cómo piensas, sin muerte, heredar su vida?
I, 034: La muerte te deifica.
CUANDO estás muerto, y Dios se ha hecho tu vida,
sólo entonces entras en el orden de los altos dioses.
I, 035: La muerte es la mejor de las cosas.
DIGO, puesto que sólo la muerte me libera,
que es ella la mejor cosa, entre todas las cosas.
I, 036: No hay muerte sin vida.
DIGO que nada muere: sólo que otra vida,
aun la de tormentos misma, es dada por la muerte.
I, 036: No hay muerte sin vida.
DIGO que nada muere: sólo que otra vida,
aun la de tormentos misma, es dada por la muerte.
I, 037: La inquietud viene de ti.
NADA hay que te mueva, tú mismo eres la rueda
que anda por sí misma, y no tiene reposo.
I, 038: La indiferencia hace la paz.
CUANDO tomas las cosas sin ninguna distinción,
quedas calmo e igual, en el amor y en el dolor.
I, 038: La indiferencia hace la paz.
CUANDO tomas las cosas sin ninguna distinción,
quedas calmo e igual, en el amor y en el dolor.
I, 039: El abandono imperfecto.
QUIEN en el infierno no puede vivir sin infierno,
no se ha entregado aún por completo al Altísimo.
I, 040: Dios es lo que Él quiere.
DIOS es algo milagroso: es lo que Él quiere,
y quiere lo que Él es, sin ninguna meta ni medida.
I, 041: Dios no sabe fin de sí mismo.
DIOS es infinitamente alto, (hombre, créelo con prontitud),
Él mismo no encuentra eternamente el fin de su divinidad.
I, 042: ¿Cómo se funda Dios?
DIOS se funda sin fundamento, y se mide sin medida!
Si eres con Él un espíritu, hombre, lo comprenderás.
I, 043: Se ama aun sin conocer.
AMO una sola cosa, y no sé lo que es:
y porque no lo sé, es que la he elegido.
I, 044: Debe dejarse el algo.
HOMBRE, si amas algo, no amas por cierto nada:
Dios no es esto o aquello, deja por eso el algo.
I, 045: La impotencia potente.
QUIEN nada ansía, nada tiene, nada sabe, nada ama, nada quiere,
aún mucho tiene, sabe, ansía y ama.
I, 046: La nada venturosa.
SOY algo bienaventurado, si puedo ser una nada,
ni manifiesta ni partícipe de todo lo que existe.
I, 046: La nada venturosa.
SOY algo bienaventurado, si puedo ser una nada,
ni manifiesta ni partícipe de todo lo que existe.
I, 047: El tiempo es eternidad.
EL tiempo es como la eternidad, y la eternidad como el tiempo,
si no haces tú mismo una diferencia.
I, 048: El templo y el altar de Dios.
DIOS se ofrenda a sí mismo: yo soy a cada instante
su templo, su altar y reclinatorio, si reposo.
I, 049: La quietud es el Bien supremo.
LA quietud es el Bien supremo: y si Dios no fuera quietud,
cerraría ante Él mismo mis dos ojos.
I, 050: El trono de Dios.
¿PREGUNTAS tú, cristiano, dónde ha sentado Dios su trono?
Allí, donde Él te alumbra en ti su Hijo.
I, 051: La igualdad de Dios.
QUIEN en la dicha, en el dolor y en el tormento permanece inmóvil:
ése no puede ya estar lejos de la igualdad de Dios.
I, 052: El grano de mostaza espiritual.
MI espíritu es un grano de mostaza, si su sol lo trasluce,
crece igual a Dios, con jubilosa delicia.
I, 053: La virtud está en la paz.
HOMBRE, si obras virtud con trabajo y esfuerzo,
aún no la tienes, luchas aún por ella.
I, 054: La virtud esencial.
YO mismo debo ser virtud, y no saber de azar,
si en verdad las virtudes han de fluir de mí.
I, 055: El manantial está en nosotros.
NO necesitas clamar a Dios, el manantial está en ti:
si no tapas la salida, fluye sin cesar.
I, 056: La desconfianza ofende a Dios.
SI suplicas a tu Dios por desconfianza,
y no lo dejas velar por todo: cuida de no ofenderlo.
I, 057: En la debilidad se encuentra a Dios.
QUIEN de los pies es tullido, y en los ojos ciego,
que vaya y vea de encontrar a Dios en algún sitio.
I, 058: El egoísmo.
HOMBRE, si buscas a Dios por la quietud, aún no estás en lo cierto;
te buscas a ti, y no a Él?: no eres aún niño, sólo siervo.
I, 059: Como Dios quiere, se debe querer.
SI yo fuera Serafín, preferiría ser el más vil gusanillo, para agradar al Altísimo.
I, 060: Cuerpo, alma y Divinidad.
EL alma es un cristal, la Divinidad es su brillo: el cuerpo en el que vives, es el cofre de las dos.
I, 061: Dios debe nacer en ti.
SI Cristo naciere mil veces en Belén, y no en ti, seguirás perdido eternamente.
I, 062: Lo exterior no te vale.
LA cruz del Gólgota no te puede redimir del mal, si no se erige también en ti.
I, 063: Levántate tú mismo de entre los muertos.
DIGO, de nada te vale que Cristo resucitara, si yaces siempre cautivo del pecado, y de los víncu
los de la muerte.
I, 064: La siembra espiritual.
DIOS es un labriego, el grano su Verbo eterno, su Espíritu es la reja del arado, mi corazón la sem
entera.
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