De Lope de Vega, Los palacios de Galiana:
Y luego que el silencio a lo sentidos,
en dulce olvido puso sepultados,
y a la interior potencia reducidos,
en otro nuevo mundo embelesados;
entre jazmines y árboles floridos,
sobre un soberbio risco fabricados,
unos palacios vio, o soñó que vía,
labrados del pincel que asombra el día.
Los muros de alabastro, y las molduras
en negro y fino pórfido cortadas,
de enlazados follajes y figuras,
en ventanaje y bóvedas cortadas,
cien torres de cristal, cuyas alturas,
con chapiteles de oro coronadas,
las nubes buscan, y al subir sobre ellas,
vencen en luz y asombran las estrellas.
Eran las puertas de ébano bruñido,
que un embutido de marfil esmalta,
las bisagras de acero, y de fornido
bronce el engarce y nudo que las ata;
con sierpes de oro el firme umbral ceñido,
aldabones en máscaras de plata,
lumbreras, claraboyas y balcones,
con rejas de mezcladas invenciones,,,
De follajes vestidas y colores
las antorchadas cimbrias y arquitrabes,
las altas salas y anchos corredores,
de historias llenas y sucesos graves,
feroces guerras, bárbaros amores,
al hecho fieros, y al pincel süaves;
de alabastro los muros, y sobre ellos
de rica estofa mil tapices bellos.
Resplandeciendo con vaxillas de oro
las ricas mesas de precioso alerce,
a quien el grave peso del tesoro
por mayor majestad agobia y tuerce....
Entró a una cuadra, y vio en un rico estrado,
sobre alcatifas de oro y pedrería,
la beldad misma que antes desvelado
amor le dibuxó en la fantasía:
un rostro de la luz del sol cortado,
y en un dosel que su sitial cubría
con letras de esmeraldas y topacios:
«Esta es Galiana, y estos sus palacios.»
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