domingo, 2 de agosto de 2015

Pedro Calderón de la Barca, monólogo de Don Álvaro en Saber del mal y del bien, III

Los lógicos naturales 
suponen que un hombre esté 
en un desierto que solo 
haya pisadas en él. 
Naturalmente este hombre 
tal silogismo ha de hacer: 
"Aquí hay pisadas: aquí 
ha habido gente". Y también, 
naturalmente, es forzoso 
que haya de seguirlas, pues 
ha de ir donde fueren ellas, 
discurso que suele hacer 
un bruto (si es que los brutos 
discurren), pues que se ve 
por las estampas seguirse 
unos a otros tal vez. 
Este principio asentado, 
la aplicacion oye dél: 
en el monte de Fortuna 
perdido estoy, pues no sé 
por dónde he llegado a verme 
en su eminencia ni quien 
me guíe; pero, animoso, 
subir quise cuando hallé 
en el camino la estampa 
de un desafirmado pie 
que me decía: "No subas, 
pues que yo bajo. ¿No ves 
en mis avisos que vas 
a subir para caer?" 
Y era la verdad, pues cuantas 
señales consideré, 
todas hacia mí venían. 
Pues, si un bruto capaz es 
de un instinto que le enseña 
este argumento, ¿por qué 
ha de faltarme a mí, cuando 
voy por camino que en él
estan vivas las memorias 
de Don Pedro? Luego es bien 
que dude, tema y procure 
seguirle, perdido, a él, 
o que espere a que se borren 
las estampas de sus pies. 

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