domingo, 13 de abril de 2008

Baroja, de La Busca

A oscuras anduvieron el Bizco y Manuel de un lado a otro, explorando los huecos de la Montaña, hasta que una línea de luz que brotaba de una rendija de la tierra les indicó una de las cuevas. Se acercaron al agujero; salía del interior un murmullo interrumpido de voces roncas. A la claridad vacilante de una bujía, sujeta en el suelo entre dos piedras, más de una docena de golfos, sentados unos, otros de rodillas, formaban un corro jugando a las cartas. En los rincones se esbozaban vagas siluetas de hombres tendidos en la cama. Un vaho pestilente se exhalaba del interior del agujero....Manuel pensó haber visto algo parecido en la pesadilla de una fiebre. (...)

Era la Corrala un microcosmos, se decía que puestos en hilera los vecinos llegarían desde el arroyo de Embajadores a la plaza del Progreso; allí había hombres que lo eran todo y que no eran nada: medio sabios, medio herreros, medio carpinteros, medio albañiles, medio comerciantes y medio ladrones. (...)

Era, en general, toda la gente que allí habitaba gente descentrada, que vivía en el continuo aplanamiento producido por la eterna o irremediable miseria; muchos cambiaban de oficio, como un reptil de piel; otros no lo tenían; algunos peones de carpintero, de albañil, a consecuencia de su falta de iniciativa, de comprensión y de habilidad, no podían pasar de peones, había también gitanos, esquiladores de mulas y de perros, y no faltaban cargadores, barberos ambulantes y saltimbanquis.

Pedro Antonio de Alarcón, Piropos de la Molinera, en El sombrero de tres picos

Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones, lo mismo los frailes que los caballeros, los canónigos que los golillas, como un prodigio de belleza que adornaba a su Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos. "es un hermoso animal", solía decir el virtuoso Prelado. "Es una estatua de la antigüedad helénica", observaba un abogado muy erudito, Académico correspondiente de la Historia. "es la propia estampa de Eva", prorrumpía el Prior de los Franciscanos. "Es una real moza", exclamaba el Coronel de milicias. Es una sierpe, una sirena, ¡un demonio!, añadía el Corregidor.

Benito Pérez Galdós, Nazarín

El portal del edificio era como de mesón, ancho, con todo el revoco desconchado en mil fantásticos dibujos, dejando ver aquí y allí el hueso de la pared desnuda y con una faja de suciedad a un lado y otro, señal del roce continuo de personas más que de caballerías. Un puesto de bebidas —botellas y garrafas, caja de polvoriento vidrio llena de azucarillos y asediada de moscas, todo sobre una mesa cojitranca y sucia—, reducía la entrada a proporciones regulares. El patio, mal empedrado y peor barrido, como el portal, y con hoyos profundos, a trechos hierba raquítica, charcos, barrizales o cascotes de pucheros y botijos, era de una irregularidad más que pintoresca, fantástica. El lienzo del Sur debió de pertenecer a los antiguos edificios del corral famoso; lo demás, de diferentes épocas, pudiera pasar por una broma arquitectónica: ventanas que querían bajar, puertas que se estiraban para subir, barandillas convertidas en tabiques, paredes rezumadas por la humedad, canalones oxidados y torcidos, tejas en los alféizares, planchas de cinc claveteadas sobre podridas maderas para cerrar un hueco, ángulos chafados, paramentos con cruces y garabatos de cal fresca, caballetes erizados de vidrios y cascos de botellas para amedrentar a la ratería; por un lado, pies derechos carcomidos sustentando una galería que se inclina como un barco varado; por otro, puertas de cuarterones con gateras tan grandes que por ellas cabrían tigres si allí los hubiese; rejas de color de canela; trozos de ladrillo amoratado, como coágulos de sangre; y, por fin, los escarceos de la luz y la sombra en todos aquellos ángulos cortantes y oquedades siniestras. (...)Subimos, al fin, deseando ver todos los escondrijos de la extraña mansión, guarida de una tan fecunda y lastimosa parte de la Humanidad, y en un cuartucho, cuyo piso de rotos baldosines imitaba en las subidas y bajadas a las olas de un proceloso mar, vimos a Estefanía, en chancletas, lavándose las manazas, que después se enjugó en su delantal de arpillera; la panza voluminosa, los brazos hercúleos, el seno emulando en proporciones a la barriga y cargando sobre ella, por no avenirse con apreturas de corsé, el cuello ancho, carnoso y con un morrillo como el de un toro, la cara encendida y con restos bien marcados de una belleza de brocha gorda, abultada, barroca, llamativa, como la de una ninfa de pintura de techos, dibujada para ser vista de lejos, y que se ve de cerca.

Juan Valera, Pepita Jiménez

Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre, es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria. Todo me parece más chico, mucho más chico, pero también más bonito que el recuerdo que tenía. La casa de mi padre, que en mi imaginación era inmensa, es sin duda una gran casa de un rico labrador, pero más pequeña que el Seminario. Lo que ahora comprendo y estimo mejor es el campo de por aquí. Las huertas, sobre todo son deliciosas. ¡Qué sendas tan lindas hay entre ellas! A un lado, y tal vez a ambos, corre el agua cristalina con grato murmullo. Las orillas de las acequias están cubiertas de hierbas olorosas y de flores de mil clases. En un instante puede uno coger un gran ramo de violetas. Dan sombra a estas sendas pomposos y gigantescos nogales, higueras y otros árboles, y forman los vallados la zarzamora, el rosal, el granado y la madreselva. (...)

He pensado muchas veces sobre dos métodos opuestos de educación: el de aquéllos que procuran conservar la inocencia, confundiendo la inocencia con la ignorancia y creyendo que el mal no conocido se evita mejor que el conocido, y el de aquéllos que, valerosamente y no bien llegado el discípulo a la edad de la razón, y salva la delicadeza del pudor, le muestran el mal en toda su fealdad horrible y en toda su espantosa desnudez, a fin de que le aborrezca y le evite. Yo entiendo que el mal debe conocerse para estimar mejor la infinita bondad divina, término ideal e inasequible de todo bien nacido deseo. Yo agradezco a usted que me haya hecho conocer, como dice la Escritura, con la miel y la manteca de su enseñanza, todo lo malo y todo lo bueno, a fin de reprobar lo uno y aspirar a lo otro, con discreto ahínco y con pleno conocimiento de causa. Me alegro de no ser cándido y de ir derecho a la virtud, y en cuanto cabe en lo humano, a la perfección, sabedor de todas las tribulaciones, de todas las asperezas que hay en la peregrinación que debemos hacer por este valle de lágrimas y no ignorando tampoco lo llano, lo fácil, lo dulce, lo sembrado de flores que está, en apariencia, el camino que conduce a la perdición y a la muerte eterna. (...)

Y, sin embargo, no sé qué extraño temor, qué singular escrúpulo, qué apenas perceptible e indeterminado remordimiento me atormenta ahora, cuando tengo, como antes, como en otros días de mi juventud, como en la misma niñez, alguna efusión de ternura, algún rapto de entusiasmo, al penetrar en una enramada frondosa, al oír el canto del ruiseñor en el silencio de la noche, al escuchar el pío de las golondrinas, al sentir el arrullo enamorado de la tórtola, al ver las flores o al mirar las estrellas. Se me figura a veces que hay en todo esto algo de delectación sensual, algo que me hace olvidar, por un momento al menos, más altas aspiraciones. No quiero yo que en mí el espíritu peque contra la carne; pero no quiero tampoco que la hermosura de la materia, que sus deleites, aun los más delicados, sutiles y aéreos, aun los que más bien por el espíritu que por el cuerpo se perciben, como el silbo delgado del aire fresco cargado de aromas campesinos, como el canto de las aves, como el majestuoso y reposado silencio de las horas nocturnas, en estos jardines y huertas, me distraigan de la contemplación de la superior hermosura, y entibien ni por un momento, mi amor hacia quien ha creado esta armoniosa fábrica del mundo.

Quevedo, Los padres de Pablos

-Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que los alguaciles y jueces nos aborrecen tanto? Unas veces nos destierran, otras nos azotan y otras nos cuelgan..., no lo puedo decir sin lágrimas (lloraba como un niño el buen viejo, acordándose de las que le habían batanado las costillas). Porque no querrían que donde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros. Mas de todo nos libró la buena astucia. En mi mocedad siempre andaba por las iglesias, y no de puro buen cristiano. Muchas veces me hubieran llorado en el asno si hubiera cantado en el potro. Nunca confesé sino cuando lo mandaba la Santa Madre Iglesia. Preso estuve por pedigüeño en caminos y a pique de que me esteraran el tragar y de acabar todos mis negocios con diez y seis maravedís: diez de soga y seis de cáñamo. Mas de todo me ha sacado el punto en boca, el chitón y los nones. Y con esto y mi oficio, he sustentado a tu madre lo más honradamente que he podido. -¿Cómo a mí sustentado? -dijo ella con grande cólera. Yo os he sustentado a vos, y sacádoos de las cárceles con industria y mantenídoos en ellas con dinero. Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que yo os daba? ¡Gracias a mis botes! Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado.

Titán, de Lope de Vega

TITÁN.

¿En qué interno lugar, en qué caverna
del centro obscuro he yo vivido oculto,
que ignoro el ser que me acompaña y rige?
¡Cielos! ¿Quién soy? ¿Quién me gobierna y manda?
¿En qué regiones del abismo inmenso
he tenido lugar, o de qué suerte
he sido alimentado ¡oh etéreo solio!
que en cumbres de zafir tienes asiento?
¡Declárame la duda de mi vida
para que deste laberinto salga!
Yo conozco las causas más ocultas;
infiero el movimiento de los cielos,
los astros, los planetas... y en la tierra
hago parar los aires y del fuego
mudar el natural; los elementos
admiran el principio de mi aliento;
el planeta mayor, que las celestes
cumbres esmalta con doradas lumbres,
hago que se suspenda en su carrera,
y en la primera esfera haré a la Luna
su natural mudanza se detenga.
¡Yo, que tengo noticia de las ciencias,
con tantas experiencias lo sé todo,
mas no he sabido el modo cómo pueda
saber quién soy! Excede mi tormento
el fabuloso cuento del que al cielo
lleva el peñasco loco en su desvelo:
que, pues es la verdad lo que en mí veo,
en vano es mi deseo; que sin duda
yo soy el mismo Dios, pues una causa
reconocen las causas más remotas,
y esta causa he de ser, pues no hay alguna
que se iguale al valer de mi fortuna.
¡Oh mar, oh fuego, oh aire, oh madre tierra!
Si no soy su hacedor, ¿por qué me niega
que ignore el ser que ser me ha dado,
porque pueda salir deste cuidado?

De El Anticristo de Lope de Vega.

Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache

Hay diferencia entre buena voluntad, amistad y amor. Buena voluntad es la que puedo tener al que nunca vi ni tuve del otro conocimiento que oír sus virtudes o nobleza, o lo que pudo y bastó moverme a ello. Amistad llamamos a lo que comúnmente nos hacemos tratando y comunicando o por prendas que corren de por medio. De manera, que a la buena voluntad se dice entre ausentes y amistad entre presentes. Pero amor corre por otro camino. Ha de ser forzosamente recíproco, traslación de dos almas, que cada una dellas asista más donde ama que adonde anima. Éste es más perfecto, cuanto lo es el objeto; y el verdadero, el divino. Así debemos amar a Dios sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón y de todas nuestras fuerzas, pues Él nos ama tanto. Después déste, el conyugal y del prójimo. Porque el torpe y deshonesto no merece ni es digno deste nombre como bastardo. Y de cualquier manera, donde hubiere amor, ahí estarán los hechizos, no hay otros en el mundo. Por él se truecan condiciones, allanan dificultades y doman fuertes leones. Porque decir que hay bebedizos o bocados para amar, es falso. Y lo tal sólo sirve de trocar el juicio, quitar la vida, solicitar la memoria, causar enfermedades y graves accidentes. El amor ha de ser libre. Con libertad ha de entregar las potencias a lo amado; que el alcaide no da el castillo cuando hay fuerzas que se lo quitan, y el que amase por malos medios no se le puede decir que ama, pues va forzado adonde no le lleva su libre voluntad.

Goethe, Werther

Wilhem, ¿qué sería sin amor el mundo para nuestro corazón? Una linterna mágica sin luz. Apenas pones la lamparilla aparecen sobre tu blanca pared imágenes de todos los colores. Y aun cuando no fueran más que eso, fantasmas pasajeros, constituyen nuestra felicidad si los contemplamos como niños pequeños y nos extasiamos ante esas maravillosas apariciones. Hoy no he podido ver a Lotte, me retuvo una visita ineludible. ¿Qué hacer?. Le envié mi criado solamente por tener a mi alrededor alguien que hoy hubiera estado cerca de ella. Con que impaciencia le estuve esperando, con que alegría volví a verlo. Si no me hubiera dado vergüenza me habría gustado tomar su cabeza y la habría besado. Cuentan de la piedra de Bolonia que si se la pone al sol absorbe rayos y resplandece algún tiempo durante la noche. Lo mismo me sucedió a mí con el criado. La sensación de los ojos de ella se habían posado en su rostro, en sus mejillas, en sus botones y en el cuello de su casaca ¡hacíamelo tan sagrado, tan valioso!. En aquel instante no hubiera cambiado mi criado por mil táleros. ¡Me sentía tan a gusto en su presencia...! Dios te libre de reírte. Wilhem , ¿será la felicidad producto de la fantasía?.

De Goethe, Werther

Muchas veces se ha dicho que la vida humana no es más que un sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una existencia efímera y que toda la tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa que una resignación meditabunda, ya que nos entretenemos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos aprisionan... Todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de presentimientos y de deseos sin formular, que de realidades y de fuerzas vivas. Y entonces mis sentidos se nublan y sigo por el mundo con mi sonrisa de ensueño

domingo, 16 de marzo de 2008

Los románticos reyes.

Donde vas, Alfonso XII,
dónde vas, triste de ti...

El cantar es muy famoso, pero en realidad es popular; alude a la cancioncilla que incluyó Luis Vélez de Guevara en Reinar después de morir, sobre el terrible destino de Inés de Castro:

Dónde vas el caballero
dónde vas, triste de ti?
Que la tu querida esposa
muerta está que yo la vi.
Las señas que ella tenía
bien te las sabré decir:
su garganta es de alabastro
y sus manos de marfil.

Muy romántico todo, si no fuera porque Alfonsito XII, como Alfonso XIII y Juan Carlos I, y los demás borbones y borbonas antes que ellos, y los mismos Austrias, en especial ese degenerado de Felipe IV, fueron unos putañeros de cuidado que no podían parar un momento de hacerlo. Veremos si Felipito puede refrenar su pito cuando se canse de la Leticiosa doña Letizia (con zeta de pija).

sábado, 15 de marzo de 2008

Enrique González Martínez

Busca en todas las cosas

Busca en todas las cosas un alma y un sentido
oculto; no te ciñas a la apariencia vana;
husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,
escudriñante el ojo y aguzado el oído.

No seas como el necio, que al mirar la virgínea
imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,
queda sordo a la entraña de la piedra, que entona
en recóndito ritmo la canción de la línea.

Ama todo lo grácil de la vida, la calma
de la flor que se mece, el color, el paisaje.
Ya sabrás poco a poco descifrar su lenguaje...
¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!

Hay en todos los seres una blanda sonrisa,
un dolor inefable o un misterio sombrío.
¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío?
¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?

Atan hebras sutiles a las cosas distantes;
al acento lejano corresponde otro acento.
¿Sabes tú donde lleva los suspiros el viento?
¿Sabes tú si son almas las estrellas errantes?

No desdeñes al pájaro de argentina garganta
que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.
Es un alma que canta y es un alma que llora...
¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué canta!

Busca en todas las cosas el oculto sentido;
lo hallarás cuando logres comprender su lenguaje;
cuando sientas el alma colosal del paisaje
y los ayes lanzados por el árbol herido...

MAÑANA LOS POETAS

Mañana los poetas cantarán en divino
verso que no logramos entonar los de hoy:
nuevas constelaciones darán otro destino
a sus almas inquietas con un nuevo temblor.

Mañana los poetas seguirán su camino
absortos en ignota y extraña floración,
y al oír nuestro canto, con desdén repentino
echarán a los vientos nuestra vieja ilusión.

Y todo será inútil, y todo será en vano;
será el afán de siempre y el idéntico arcano
y la misma tiniebla dentro del corazón.

Y ante la eterna sombra que surge y se retira,
recogerán del polvo la abandonada lira
y cantarán con ella nuestra misma canción.

TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE DE ENGAÑOSO PLUMAJE
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en al sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno. (1911)

EL GOZO ALUCINADO

El color se me adentra y no lo pinto;

la nota musical llega hasta el fondo
de la entraña cordial, y yo la escondo
en el sacro rincón de su recinto.

El árbol es aliento y no verdura,
germinación de vuelo y no ramaje;
el ojo lo desliga del paisaje
y lo clava en el dombo de la altura.

Apago soles y deseco ríos,
borro matices y deshago formas,
y en propio barro, quebrantando normas,
modelo mundos para hacerlos míos.

Sobrepasa las cosas la mirada,
el sueño crece, lo real esfuma,
y me embarco en las alas de la bruma
como en una galera aparejada.

El nuevo Narciso, 1952

sábado, 23 de febrero de 2008

Oda al Ruiseñor de John Keats

Oda al ruiseñor, de John Keats

Versión de Ángel Romera.

I


Mi corazón duele y un sopor sufriente niega
mis sentidos, como si haber apurado la cicuta
o vaciado hasta las heces una droga lenta
hubiera hace un momento,
y hacia fuente sin recuerdos yo me hundiera;
no por envidia de tu ser feliz,
sino por ser feliz en tu felicidad,
cuando tú, alada leve ninfa del boscaje
en un rincón melódico
de hayas verdes y sombras muchas
cantas el verano a pleno pecho desatado.


II


¡Oh! ¡Por un trago de vino conservado
largamente en lo profundo de la tierra,
con sabor de Flora y verde campo,
de baile y madrigal de Provenza y risa de oro!
¡Oh! Por una copa rebosante de tibio sur,
colmada de Hipocrene fiel y casta,
con breves burbujas borbollando sobre el borde
y púrpura su boca, que pudiera beber,
y dejar el mundo sin ser visto,
y contigo perderme tras  el telón del bosque.


III


Lejos perderme disuelto y olvidar casi
lo que entre hojas nacido tú nunca conociste:
las fatigas, fiebres y ansiedades
de aquí, donde todos se cuentan sus dolencias,
donde el temblor agita las tristes últimas canas,
donde un joven se vuelve enflaquecido, espectral y muerto:
donde pensar es expulsar angustias y tristezas
desde párpados plúmbeos,
donde lo bello no puede mantener sus ojos
ardiendo ni un amor nuevo los desea sino un día.


IV


¡Lejos, lejos! Pues a ti volaré,
no en el carro de Baco tirado por leopardos,
sino en las alas invisibles de la poesía,
aunque lenta la mente se anonade y perezosa,
¡al fin contigo! Tierna es la noche
y la reina Luna acaso se alza en su trono
de muchedumbre de hadas de luz rodeada,
aunque aquí no ilumina
sino la que del cielo acude soplada por las brisas
por verde penumbra y sinuosos y húmedos caminos.


V


No distingo qué flores tenga más abajo de mis pies,
ni el perfume suave que pende entre las ramas,
pero en la quieta tiniebla columbro cada aroma
con que el mes propicio dota al pasto,
matorrales y frutales del bosque
el espino albar, la eglantina pastoril,
las entrevistas violetas sepultadas entre hojas
y la primera de las hijas de Mayo,
la rosa reciente regada de rociado vino,
refugio del revuelo de las moscas en los veranos nocturnos.


VI

En la sombra escucho; y habiendo estado largo tiempo
enamorado a medias de la relajante muerte, habiéndola
invocado con suaves nombres en versos meditados
para que elevara al aire mi aliento silencioso,
¡ahora, más que nunca, me parece próspero morir,
cesar en la medianoche sin dolor
mientras tú derramas tu alma hacia fuera
en este éxtasis!Tu aún seguirías cantando, pero mi oreja sería inútil,
convertido yo en tierra para tu alto requiem.

VII

No naciste para la muerte, pájaro inmortal.
No hubo hambrienta generación que te aplastara;
La voz que escucho en esta noche fugitiva
fue escuchada antiguamente por emperador y campesino:
Tal vez la misma canción que se abrió paso
en el triste corazón de Ruth, cuando nostálgica
lloraba en medio del trigo extranjero;
la misma que muchas veces encantó
los mágicos postigos que se abren sobre la espuma
de mares peligrosos, en fantásticas tierras, derruidos.

VIII

¡Derruidos! ¡El término es como una campana
que tañe para alejarme de ti a mi solitario yo!
¡Adiós! La fantasía, duende engañoso, no puede
engañar tan bien como asegura su fama.
¡Adiós! ¡Adiós! Tu triste elegía se pierde
pasando los prados, sobre las aguas tranquilas,
arriba en el monte, y ahora se hunde hondo
en el espacio del próximo valle:
¿Fue una visión o fue un sueño en mi vigilia?
Acabada está esa música: ¿desperté o me he dormido?

Sum vermis, de Jacinto Verdaguer

SUM VERMIS

Non vivificatur nisi prius moriatur et carcere ad aetera dant vincula pennas 1ª Cor., 15, 36



Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Soy gusano de tierra, por un rato
he venido a arrastrarme en mi ceniza.
Mi pobre cuna fue un grano de polvo
y otro grano ha de ser mi sepultura.
Algo quisiera ser para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño, inútil,
y desnudo de gloria y de prestigio.
Haced de mí lo que queráis, soy hoja
de las que el viento arrastra, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o, si queréis, motivo soy de escarnio.

Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os adora.
Haced vuestro deseo; no soy digno
de andar a vuestros pies; árbol estéril,
de raíz arrancado de la tierra;
deformadme, abatidme, aniquiladme.

Venid a mí, congojas del martirio,
venid, ¡oh cruces!, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, después será,
a vuestra sombra, dulce mi descanso.
Espina del dolor, ven a pincharme;
ven a abrigarme con tu manto, injuria;
calumnia, junto a mí tu fango hacina;
miseria, ven para seguirme siempre.
Quiero ser sólo polvo del camino

donde me pisen todos los que pasen;
y quiero ser lanzado cual basura
del palacio a la calle, de la cima al abismo,
y de él hasta el torrente. Id barriendo
mis pasos a la altura y no daré
molestia, la pobreza mi tesoro ha de ser,
será el oprobio mi orgullo, y las penas mis delicias.

Desde hoy cogeré los vilipendios
y desprecios cual perlas y topacios
de la corona que en el cielo espero.
Muera este cuerpo insoportable, muera;
cansado estoy de tan pesada carga.
Volveré a la ceniza del sepulcro
de do salí, sum vermis et non homo.
Yo no nací cual la industriosa oruga
que entre las hojas de morera teje
con finísima seda su sudario.
Yo la tejo de cáñamo de penas;
mas, dentro de esta oscura sepultura,
retornaré a la vida como Vos,
y encontraré unas alas de crisálida
para volar con Vos a vuestra gloria.

A la orilla del mar, Jacinto Verdaguer

A ORILLA DEL MAR

Sobre alto promontorio que domina

las olas de la mar,
cuando en el cielo el astro rey declina
subo yo a meditar.

Al resplandor de aquella luz muriente
contemplo mi no-ser;
contemplo el mar y el cielo ¡y su grandeza
aplasta mi poder!

Esas olas, espejos estelares,
guardan tantos recuerdos,
que hoy me place mirar entre sus aguas
los sueños que murieron.

Alcé tantos castillos en sus playas
que derrumbarse vi,
con sus torres y cúpulas altivas
de oro, plata y marfil;

poemas, ¡ay! que fueron por un tiempo
juguetes del azar,
pechinas que un instante arroja el agua
y vuelve a devorar;

bajeles con sus velas que naufragan
en un día de mayo,
islas de oro que nacen y se borran
del sol al primer rayo;

ideas que me acortan la existencia
robando mi calor,
cual ráfaga que llévase la esencia
de la marchita flor.

Del corazón o de la vida toman
las olas que se van;
si nada tengo, las que ahora vienen
decidme ¿qué querrán?

Con las del mar o las del tiempo un día
al fondo he de rodar;
¿por qué, por qué, engañosa poesía,
mundos me haces crear?

¿Por qué escribir más versos en la arena?
Playa del mar del cielo,
¿cuándo podré escribir en tu gran página
con estrellas mis versos?

Caldetes, 10 enero 1883

Canto espiritual, de Ausiàs March


CANTO ESPIRITUAL


Pues que sin Ti, a Ti ninguno alcanza,
dame la mano, del suelo levántame;
y aunque la mía no tienda a la tuya,
aunque sea a la fuerza arrástrame
hacia Ti.A tu encuentro quería yo salir;
no sé por qué no hago lo que quiero;
pues cierto que mi voluntad es libre
e ignoro quién impide mi deseo.

Quiero alzarme, mas no hago lo bastante:
y es la causa el peso de mis terribles culpas;
antes de que la muerte concluya mi proceso,
dígnate, Señor, que tuyo sea, pues serio quiero;
haz que tu sangre mi duro corazón ablande :
de mal semejante a otros muchos ella curó.
Tu tardanza denuncia tu enojo;
tu piedad no halla en mí lugar .

No pequé tanto con el entendimiento
como he cargado mi voluntad de culpa.
¡Ayúdame, Señor! Mas locamente te ruego,
pues tú no ayudas sino a quien a sí mismo se ayuda,
ya cuantos a Ti se acercan
no les fallas, bien lo muestran tus brazos.
¿Qué haré, si no merezco tu ayuda,
pues sé que no me esfuerzo tanto como pudiera?

¡Perdóname que te hable locamente!
A la pasión se deben mis palabras.
Siento pavor del infierno, al cual me llevas;
quisiera volverme, y no dispongo de mis pasos.
Mas también recuerdo que redimiste al Ladrón
(tanto cuanto es claro que no bastaban sus obras);
allá donde le place, sopla tu espíritu:
ni cómo ni por qué saben los humanos.

Aunque mal cristiano sea por mis obras,
no te guardo ira, ni de nada te inculpo;
cierto sé que siempre obras bien,
y bien haces tanto dando vida como muerte:
todo es lo mismo si brota de tu poder,
por lo que loco es quien contra Ti se yergue.
Amor al mal, ignorancia del bien,
tales son las razones por las que el hombre te desconoce.

A Ti te pido que mi corazón fortalezcas,
a fin de que mi voluntad a la tuya se ligue;
y pues sé que el mundo no me aprovecha,
dame fuerzas para abandonarlo del todo,
y del placer que el bueno en Ti gusta,
alcánzame tan siquiera una migaja,
para que mi carne, que se me subleva,
quede satisfecha y deje de acosarme.

¡Ayúdame, Señor, que sin Ti no puedo moverme,
pues mi cuerpo más que paralítico está!
Tan arraigados están en mí los malos hábitos,
que el sabor de la virtud me resulta amargo.
¡Oh Señor, piedad! Renueva mi naturaleza,
que mala es por mi gran culpa;
y si muerto puedo redimir mi falta,
sea la muerte mi dulce penitencia.
Te temo más que no te amo,
y ante Ti me confieso de esta culpa;
turbada está mi esperanza,
y en mi interior hay una terrible lucha.
Te veo justo y misericordioso;
tu voluntad concede gracia al sin méritos,
y sin méritos los dones das y quitas a capricho.
¿Quién será tan justo, cuánto más yo, que no te tema?
Si el justo Job a Dios temía tanto,
¿qué no haré yo que en mis culpas nado?
Cuando pienso en el infierno donde el tiempo no existe,
se me muestra cuánto los sentidos temen.
El alma, que para contemplar a Dios fue hecha,
contra su Señor, blasfemando, se rebela.

No es el hombre quien tan gran mal ama;
entonces, ¿dónde está quien hacia tal parte camina?
Ruégote, Señor, que mi vivir acortes
antes de que peores casos me sucedan;
en dolor vivo haciendo vida perversa,
y temo aquella muerte que es eterna.

Pues aquí con mal, y allá con pena sin fin.
Tómame en el instante en que mejor me halles;
el retardarlo, no sé qué finalidad tiene;
no ha reposo quien el viaje ha de emprender.

Me duelo de no dolerme tanto como quiero
del dolor infinito, del cual dudo;
pues tal dolor no lo ampara la naturaleza,
ni puede medirlo el hombre, ni menos sentirlo.

Si es así, pobre parece mi excusa,
cuando de mi daño, que tanto es, no me espanto.
El cielo pido, y no lo aprecio lo bastante:
gran falta tengo de miedo y de esperanza.

Por más que irascible te presentes,
ello sólo es debido a nuestra ignorancia;
tu voluntad siempre es clemente,
el mal que muestras es bien inestimable.
Perdóname, Señor, si de algo te culpé,
pues me confieso ser el único culpable;
con ojos humanos juzgué tus hechos:
¡quieras darle luz a la vista del alma!

Mi voluntad a la tuya es contraria,
y enemigo tuyo soy queriendo ser amigo.
¡Ayúdame, Señor, pues me ves en tal aprieto!
Me desespero si mis méritos mides;
me enoja el que mi vida se prolongue,
y mucho dudo de que tenga término;
en dolor vivo, pues mi deseo no es firme,
y alterado en mí está el equilibrio.

Tú eres la meta donde todo acaba,
y no es final si en Ti no termina;
Tú eres el bien donde todo bien se mide,
y no es bueno quien a Ti, Señor, no se parece.
A quien te complace, dios Tú le llamas;
para que se te asemeje, mayor grado

de hombre le das; es justo, pues,
que quien al diablo complace, tome
el nombre de aquel a quien se conforma.

Si algún fin en este mundo se halla

no es auténtico fin, ya que no hace
al hombre feliz: sólo es el principio
donde lo otro termina, según el curso
que podemos entender los humanos.
Los filósofos que el final pusieron
en sí mismos, está visto que son
seres discordes: señal cierta
de que en la verdad no se fundaron;
por consiguiente, al hombre no satisfacen.

La ley judaica por sí misma no bastaba

(no se entraba con ella en el Paraíso),
sino en cuanto fue principio de la nuestra,
por lo que puede decirse que las dos son una.
Así, toda meta totalmente humana
no da reposo ni término al deseo, mas tampoco
sin ella el hombre alcanza la otra;
San Juan anunció la llegada del Mesías.
No tiene reposo quien otro fin persigue,

pues la voluntad en nada más descansa;
es cosa sabida, y no caben sutilezas,
que, si no es en Ti, el deseo no termina.

Así como los ríos a la mar se apresuran,
así todos los fines en Ti se cumplen.
Puesto que te conozco, ayúdame a amarte.
¡Que el amor venza al miedo que te tengo!
Y si tanto amor como quiero no siento,

aumenta mi miedo para que, temiendo,
no peque,pues no pecando, perderé aquellos
hábitosque en mí fueron la causa de no amarte.
Mueran quienes de Ti se apartaron;
casi me dieron muerte y me impiden vivir .
¡Oh Señor! Haz que mi vida se prolongue,
ya que creo que hacia Ti camino.

¿Quién me enseñará a excusarme ante Ti,
cuando tenga que rendirte mis mal
ordenadas cuentas?Tú me diste
un camino derecho,y yo hice de la regla
una hoz muy curva;enderezarla quiero,
mas preciso tu ayuda.Ayúdame, Señor,
pues débiles son mis fuerzas;deseo saber
qué destino me reservas:para Ti es presente,
pero para mí incierto futuro.

No te pido que me des salud corporal
ni bien alguno natural o de fortuna,
pero sí que tan sólo a Ti, Señor, te ame,
pues bien cierto sé que el mayor bien
de ello nace.Por consiguiente, no siento
altas delectaciones
ya que no me hallo bien dispuesto
a sentirlas;pero hasta el más grosero
de los hombres sabe
que, sobre todos, el mayor bien es deleitable.

¿Qué día será en que la muerte ya no tema?
Será cuando de tu amor yo me inflame,
y ello no es posible sin menospreciar la vida;
haz que por Ti yo desprecie la mía.
Debajo de mí, entonces, estarán las cosas
que ahora veo pasar sobre mis hombros;
quien no teme a las garras del fiero león,
mucho menos temerá al aguijón de la avispa.

Ruégote, Señor, que me hagas insensible
para que nunca más ciertos deseos sienta,
no tan sólo los feos que te contrarían,
sino también aquellos que te son indiferentes.
Tal deseo, para poder pensar sólo en Ti
y poder buscar el camino que a Ti lleva;
hazlo, Señor, y si de esto me arrepiento,
encuentre ya para siempre tus oídos sordos.

Quítame el dolor de ver cómo pierdo el tiempo,
pues, doliéndome, no puedo amarte como deseo
y quiero hacerlo aunque la costumbre me lo impida;
en tiempos pretéritos me cargué de culpas.
Tanto valgo yo como otros que no te sirvieron,
ya ellos diste no menos bien del que te pido;
por ello te suplico, Señor, que entres en mi corazón,
ya que en otros más abominables penetraste.

Católico soy, mas la Fe no me da calor,
pues la apaga el lento frío de los sentidos.
Mas ya dejo lo que mis sentidos sienten
y en el Paraíso creo por fe, pero con razón juzgo.
La parte del espíritu está pronta,
mas la de los sentidos sólo arrastrándola se acerca;
socórreme, pues, Señor, con el fuego de la fe,
hasta el punto en que mi parte fría se abrase.

Tú me creaste para que mi alma salvara,
y quizá sepas que haré precisamente lo contrario.
Si es así, ¿por qué, entonces, me creaste,
ya que en Ti reside el saber infalible?
Devuelve mi ser a la nada, te lo suplico;
preferible es a una eterna y oscura cárcel;
como quisiste decir acerca de Judas, yo creo
que mejor sería no haber nacido hombre.

¡Preferiría, habiendo recibido el bautismo,
no haber tornado a los brazos de la vida,
sino haber pagado a la muerte mi deuda,
con lo que ahora no viviría ya en la duda!
Más temen los humanos al infierno
que no los placeres del Paraíso juzgan;
lo que padecemos, de aquel padecer es ejemplo,
mientras el Paraíso sin sentirlo se juzga.

Dame fuerzas para tomar de mí venganza;
contra Ti obré, y con gran culpa.
Y si no lo consigo, castiga mi carne,
pero no toques mi espíritu, hecho a tu semejanza;
y, sobre todo, que mi fe no vacile
y que no tiemble mi esperanza :
no me faltará la caridad, si permanecen firmes,
y si por mi carne te pidiera, no me escuches.

¡Oh! ¿Cuándo será que mis mejillas moje
con el agua de un llanto de dulces lágrimas?
La contrición es la fuente de donde manaran:
tal es la llave que el cerrado cielo nos abre.
De la contrición, nacen las amargas,
pues antes en temor que en amor se fundan;
pero, pese a todo, dame de éstas en abundancia,
pues son camino y vía para llegar a las otras.

Versión de José Batlló


Velas y vientos cumplan mi deseo, de Ausiàs March

Velas y vientos cumplan mi deseo:
harán caminos por la mar dudosos,
contra el Maestre y el Poniente veo
Levante y el Jaloque muy furiosos,
con Griego y Tramontana, que bien creo
le ayudarán con ruegos amorosos;
porque estos cinco soplen de manera
que vuelva yo do siempre estar quisiera.

El mar hirviendo como el agua al fuego,

y su color veréis andar mudando;
traerá cualquiera cosa sin sosiego,
que sobre sí hallare estando airado;
los peces todos juntos irán luego
lugar buscando oculto y encerrado;
huyendo al mar que los crió y sustenta,
en tierra saltarán sin otra cuenta.


Los peregrinos votarán turbados

dones de cera en viéndose en sus puertos,
y el gran pavor descubrirá pecados
que en confesión no han sido descubiertos;
allí os ternán presente mis cuidados
y luego votaré mis votos ciertos,
que nunca habrá mudanza, y que en ausencia
no olvidaré vuestra gentil presencia.


La muerte temo por no verme ausente,

porque el amor por ella es acabado,
y no se partirá ni se consiente
que partir pueda de este amor sobrado;
mas vuestro poco amor me mata, y siente
el mío que en morir seré olvidado;
sólo este pensamiento me cautiva,
mas no creo que será si vos sois viva.


En yo muriendo no ha de amar ninguno,

y amor se queda en ira convertido;
mas cuando morir quiera, ¿qué importuno
será el dolor de ausencia y cuán crescido?
Si término en amor hubiera alguno,
en él yo fuera solo y escogido,
y viera vuestro amor si se extendía
o si en lo verdadero teme o fía.

Yo soy el amador más extremado,

después de los que ya no tienen vida;
por verme vivo y veros no he quejado,
¿cómo haré cuando el vivir me impida?
A bien o mal estoy aparejado,
mas no cabe en mi hado haber guarida;
que yo con humildad lo estó esperando,
la puerta le abro y allí estoy velando.

Deseo aquello que ha más de costarme,

y la esperanza de esto me recrea;
mi vida no querrá, ni aun yo, salvarme
de un caso fiero, y pido a Dios que sea;
las gentes todas luego podrán darme
más fe que no al amor, como se vea
que en actos su poder será mostrado,
y en hechos mostraré lo que he hablado.

(Traductor: Jorge de Montemayor, 1560)



Versión propia (incompleta)


Que velas y vientos cumplan mis deseos
en dudosa derrota por la mar:
contra ellos se alcen Mestre y Poniente,
y Jaloque y Levante los combatan
junto a su griega amiga Tramontana
con preces humildes en el aire tembloroso,
aunque su soplo sea parcial
y los cinco compliquen mi retorno.

Hervirá el mar con su cazuela al horno
cambiando color y estado natural
y mostrará quererme todo el mal 
en un solo momento en que se encuentre;
peces grandes y chicos corran a esconderse
desde sus cercados profundos secretos
y, huyendo lo hondo que los nutre y cría
salten a la tierra sin cuidado.

Los viajeros hagan votos asustados
y promesas de cera todas hechas;
el gran pavor traerá luz a secretos
que al confesarse no fueron descubiertos,
que yo, en tal peligro, no tendré cuidado
y promesas haré que Dios me ate
de que nunca cambiará mi voluntad
y os tendré presente en todo tiempo...

ORIGINAL:


Veles e vents han mos desigs complir,
ffahent camins duptosos per la mar.
Mestre y ponent contra d’ells veig armar;
xaloch, levant los deuen subvenira
b lurs amichs lo grech e lo migjorn,
ffent humils prechs al vent tremunt
analqu’en son bufar los sia parcial
e que tots cinch complesquen mon retorn.

Bullira·l mar com la caçola ’n forn,
mudant color e l’estat natural,
e mostrara voler tota res mal
que sobre si atur hun punt al jorn;
grans e pochs peixs a recors correran
e cerquaran amaguatalls secrets:
ffugint al mar, hon son nudrits e fets,
per gran remey en terra exiran.

Los pelegrins tots ensemps votaran
e prometran molts dons de cera fets;
la gran paor traura·l lum los secrets
que al confes descuberts no seran.
En lo perill no·m caureu de l’esment,
ans votare hal Deu qui·ns ha ligats,
de no minvar mes fermes voluntats
e que tots temps me sereu de present.

Yo tem la mort per no sser vos absent,
per que Amor per mort es anullats;
mas yo no creu que mon voler sobrats
pusqua esser per tal departiment.
Yo so gelos de vostr’escas voler,
que, yo morint, no meta mi ’n oblit;
sol est penssar me tol del mon delit
- car nos vivint, no creu se pusqua fer -:

apres ma mort, d’amar perdau poder,
e sia tots en ira convertit,
e, yo forçat d’aquest mon ser exit,
tot lo meu mal sera vos no veher.
O Deu!, per que terme no y a ’n amor,
car prop d’aquell yo·m trobara tot sol?
Vostre voler sabera quant me vol,
tement, fiant de tot l’avenidor.

Yo son aquell pus estrem amador,
apres d’aquell a qui Deu vida tol:
puys yo son viu, mon cor no mostra dol
tant com la mort per sa strema dolor.
A be o mal d’amor yo so dispost,
mas per mon fat Fortuna cas no·m porta;
tot esvetlat, ab desbarrada porta,
me trobara faent humil respost.

Yo desig ço que·m pora sser gran cost,
y aquest esper de molts mals m’aconorta;
a mi no plau ma vida sser estorta
d’un cas molt fer, qual prech Deu sia tost.
adonchs les gents no·ls calrra
donar feal que Amor fora mi obrara;
lo seu poder en acte·s mostrara
e los meus dits ab los fets provare.

Amor, de vos yo·n sent mes que no·n se,
de que la part pijor me·n romandra;
e de vos sab lo qui sens vos esta.
A joch de daus vos acomparare.

Considerando en frio, imparcialmente, de César Vallejo

Considerando en frío, imparcialmente…

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;

que lo único que hace es componerse
de días;que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando

que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;

que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo

que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

Examinando, en fin,

sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

Comprendiendo

que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

Considerando sus documentos generales

y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…

le hago una seña,

viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué mas da! Emocionado… Emocionado…

Soliloquio del farero, Luis Cernuda


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma…

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.


Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y ergido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aun cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

Invocaciones (1934 - 1935)

viernes, 4 de enero de 2008

Sonetos de Bernardino de Rebolledo y Villamizán

El exceso de nuestras ambiciones,
que a sojuzgarlo todo se abalanza,
cuando le desengaña la tardanza,
a dominar se vuelve las pasiones.

Y, despreciando vanas pretensiones,
a límite reduce la esperanza,
mortifica la ciega confïanza,
y a la Virtud dirige las acciones.

Pues debe con el arte socorrerse,

siendo dificultoso de extinguirle,
cultívele solícito cuidado:

quien no pudo vencer, pueda vencerse,
quien no pudo adquirir, sepa medirle,
y quien no fue dichoso, sea templado.


De tus asombros la razón vencida,
el amor en desprecio se convierte,
que estar tan receloso de la muerte
es el mayor achaque de la vida.

Quien la respiración nos da medida
con eficaz ejemplo nos advierte
que ni el riesgo a recato se divierte
ni de seguridades se convida.

Estos mismos instantes que componen
el tiempo que la vida te dilatan,
son de su brevedad premisas ciertas.

Si te amedrentan más que te disponen
con solo el miedo de morir te matan,
temes la muerte y a vivir no aciertas.