sábado, 24 de febrero de 2007

A LOS HOMBRES FUTUROS, Bertolt Brecht



I

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos. Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa revela insensibilidad. El que ríe es que no ha oído aún la noticia terrible, aún no le ha llegado. ¡Qué tiempos éstos en que hablar sobre árboles es casi un crimen porque supone callar sobre tantas alevosías! Ese hombre que va tranquilamente por la calle ¿lo encontrarán sus amigos cuando lo necesiten? Es cierto que aún me gano la vida Pero, creedme. es pura casualidad. Nada de lo que hago me da derecho a hartarme. Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, [estaría perdido). Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!» Pero ¿cómo puedo comer y beber si al hambriento le quito lo que como y mi vaso de agua le hace falta al sediento? Y, sin embargo, como y bebo. Me gustaría ser sabio también. Los viejos libros explican la sabiduría: apartarse de las luchas del mundo y transcurrir sin inquietudes nuestro breve tiempo. Librarse de la violencia. dar bien por mal, no satisfacer los deseos y hasta olvidarlos: tal es la sabiduría. Pero yo no puedo hacer nada de esto: verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

II

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden, cuando el hambre reinaba. Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía y me rebelé con ellos. Así pasé el tiempo que me fue concedido en la tierra. Mi pan lo comí entre batalla y batalla. Entre los asesinos dormí. Hice el amor sin prestarle atención y contemplé la naturaleza con impaciencia. Así pasé el tiempo que me fue concedido en la tierra. En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos. La palabra me traicionaba al verdugo. Poco podía yo. Y los poderosos se sentían más tranquilos, sin mí. Lo sabía. Así pasé el tiempo que me fue concedido en la tierra. Escasas eran las fuerzas. La meta estaba muy lejos aún. Ya se podía ver claramente, aunque para mí fuera casi inalcanzable. Así pasé el tiempo que me fue concedido en la tierra.

III

Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de nuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y, sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia.

No hay comentarios: