LA POSADERA, Carlo Goldoni
Acto I, escena IX
MIRANDOLINA (sola)
¡Huy lo que me ha dicho! ¿El señor marqués de la Tacañería se casaría conmigo? Pues si quisiera hacerlo, habría un pequeño problema: yo no querría. Me gustan las nueces, pero no el ruido. Si me hubiera casado con todos los que me han dicho que me querían, ¡anda que no tendría yo maridos! Todos los que llegan a la posada se enamoran de mí, todos me cortejan; y muchos hasta me piden que me case con ellos. ¿Y ese caballero, más rudo que un oso, me trata a baquetazos? Es el primer forastero que llega a mi posada y al que no le gusta tratar conmigo... No digo que todos, de repente, tengan que enamorarse, pero despreciarme así es algo que me subleva. ¿Es enemigo de las mujeres? ¿No las puede ni ver? ¡Pobre loco! No habrá dado aún con la que sabe lo que hay hacer. Pero la encontrará, la encontrará. ¿Y quién sabe si no la ha encontrado ya? Ese es el tipo de hombre con el que yo me pico. Los que me persiguen me aburren enseguida... La nobleza no va conmigo. La riqueza, la estimo y no la estimo. Lo que de verdad me gusta es ser cortejada, requebrada, adorada; esa es mi debilidad, y esa es la debilidad de casi todas las mujeres. En casarme no pienso siquiera; vivo honradamente y disfruto de mi libertad. Trato con todos y no me enamoro de nadie. Lo que quiero es burlarme de todos esos esperpentos de amantes atormentados; y quiero valerme de todas mis mañas para vencer, abatir y turbar esos corazones bárbaros y duros que son enemigos nuestros, porque somos la cosa mejor que en el mundo ha creado la hermosa madre naturaleza.
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