miércoles, 29 de julio de 2015

Sófocles, Lamentos de Electra

Sófocles, Electra:

ELECTRA

Me da vergüenza, mujeres, que os dé la impresión de que me alboroto demasiado con excesivas lamentaciones. Pero, pues la provocación violenta de que soy víctima me obliga a actuar así, comprendedme, pues ¿cómo cualquier mujer biennacida no actuaría así, al comprobar las desgracias paternas, las que compruebo yo de día y de noche que se acrecientan más que menguan? A mí, a quien, en primer lugar, el comportamiento de la madre que me engendró me resulta sumamente hostil. Luego en casa, en la mía propia, convivo con los asesinos de mi padre, y a las órdenes de éstos estoy y de éstos depende que yo consiga algo o, lo mismo, ser privada de ello. Por último, ¿qué días piensas que paso yo cada vez que veo a Egisto sentado en los escaños de mi padre, y cada vez que lo miro cuando usa la misma vestimenta que él y vierte libaciones junto al hogar donde lo mató? ¿Y cada vez que veo ¡colmo de su desfachatez! a este nuestro mismo asesino en el lecho de mi padre y en compañía de mi descarada madre, si es que procede llamar madre a la que se acuesta con él? Pero es ella tan descarada que hasta convive con ese espíritu contaminador sin miedo a Furia alguna. Al contrario: como riéndose de sus crímenes, nada más llega el día aquel en que mató antaño engañando a nuestro padre, en él dispone coros y sacrifica ovejas como ofrendas mensuales a los dioses salvadores... Y yo, al comprobarlo, ¡desgraciada de mí! lloro en casa, me consumo y gimo por el llamado ¡maldito! festín de mi padre, sola y a solas, pues ni siquiera me es dado llorar todo lo que mi corazón gusta de llorar. Pues esa, la mujer de bien según sus propias justificaciones, me insulta con reproches de este jaez: "¡Ser abominable, detestable de los dioses! ¿Solo a ti se te ha muerto el padre? ¿Ningún otro mortal está de luto? ¡Ojalá perecieras de mala manera y que jamás te liberaran de las lamentaciones actuales los dioses infernales!" Así me insulta, menos cuando oye a alguien que va a venir Orestes. Entonces, frenética, me grita encima: "¿No eres tú culpable de mi situación? ¿No es cosa tuya este hecho, tú que me dejaste a Orestes a trasmano y lo pusiste en lugar seguro? Pero ¡sábete que pagarás, sí, el conveniente castigo! Me ladra con amenazas de esta guisa y lo incita a ello, presente y unido al lado de ella, su ilustre amante, ese individuo que es el colmo de la cobardía y de la maldad, el que planta batalla... a las mujeres. Y yo, mientras espero constantemente a Orestes para que llegue y ponga fin a esta situación, me consumo, desdichada de mí, pues él con sus constantes proyectos de llevar a cabo algo sonado ha destrozado todas mis esperanzas, tanto las de aquí como las de allá. Por eso, queridas, en tal estado de ánimo no puede una ya ni dominarse ni ser respetuosa, sino que, en medio de tales ignominias, es inevitable hacerse un experto en afrentas.

No hay comentarios: