¿Cuál es el crimen? ¿Y cuál es el castigo? La respuesta parece variar de un lugar a otro, de un momento en el tiempo a otro. Lo que es legal, hoy, mañana es ilegal porque una sociedad lo decreta así; y lo que es ilegal hoy, mañana es legal, porque todo el mundo lo hace y no van a meter a todos en la cárcel. Yo no estoy diciendo que esto esté bien o mal: es así tal cual es... Pero llevo tres años y medio en vuestra prisión y creo que he pagado por mi error y, si hoy su decisión es sentenciarme a más años, yo... yo...
¿Sabéis? Mis abogados me decían: “Tranquilo, Billy, no desesperes, no te enfades; si eres bueno, lo más seguro es que pueda conseguir el perdón, una amnistía, una prórroga, esto, lo otro y lo de más allá.”
Bueno, pues esto lleva así tres años y medio... Y yo he estado tranquilo, he sido bueno y ahora me estoy cansando de ser tan bueno; porque ustedes me hicieron creer que me quedaban cincuenta y tres días... ¡Colgasteis esos cincuenta y tres días delante de mis narices, y me los quitasteis!
¡Ojalá estuvierais aquí en mi lugar de pie y sintierais lo que se siente, porque sabríais algo que desconocéis... el significado de la palabra compasión! Y sabríais que el concepto de cualquier sociedad está fundado en la calidad de su compasión, de su justicia, de ser justos... Pero supongo que eso es como pedir a un oso que cague en un váter... ¡Para ser una nación de cerdos, me parece gracioso que no os los comáis! ¡Que os follen! ¡Sentenciadme!
Jesús perdonó a sus enemigos... pero yo no puedo. Os odio, odio vuestra nación, odio a vuestra gente. Y me follo a vuestros hijos e hijas... ¡Porque todos sois unos cerdos!
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