lunes, 5 de marzo de 2007

ANTOLOGÍA DE LÍRICA HEBREA

Isaías, V, 8-30:

POBRES DE USTEDES, RICOS

[8] ¡Pobres de ustedes que compran todas las casas y van juntando campo a campo! ¿Así que no quedará más lugar y sólo quedarán ustedes en este país?
[9] En mis oídos ha resonado la palabra de Yavé de los Ejércitos: «Han de quedar en ruinas muchas casas grandes y hermosas, y no habrá quien las habite.
[10] Diez cuadras de viña apenas darán un barril de vino, y un quintal de semilla sólo dará un puñado.»
[11] ¡Pobres de aquellos que se levantan muy temprano en busca de aguardiente y hasta muy entrada la noche continúan su borrachera!
[12] Hay cítaras, panderetas, arpas, flautas y vino en su banquete, pero no ven la obra de Yavé ni entienden lo que él está preparando.
[13] A mi pueblo le falta inteligencia, por eso será desterrado. Sus nobles morirán de hambre, y su pueblo perecerá de sed.
[14] Por esto la Muerte ensancha su garganta
y abre su enorme hocico,
allí baja el esplendor de Sión:
con toda la bulla de su gente alegre.
[15] El mortal será doblegado, y cada cual humillado.
[16] Yavé Sabaot será grande en el Juicio,
el Dios Santo al juzgar, mostrará su santidad.
[17] Los corderos pastarán en sus campos desolados
y las manadas vivirán en medio de los escombros.
[18] Desgraciados de aquellos que arrastran su maldad
con la cuerda de sus engaños,
y arrastran el pecado
como los tiros de un carro.
[19] De aquellos que dicen: «Rápido!
Que Yavé haga sus cosas y que las veamos.
¡Que se cumpla el proyecto del Santo de Israel,
que venga para que lo conozcamos!»
[20] ¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien,
que cambian las tinieblas en luz
y la luz en tinieblas,
que dan lo amargo por dulce
y lo dulce por amargo!
[21] ¡Ay de los que se creen sabios
y se consideran inteligentes!
[22] ¡Pobres de los que son valientes para beber vino,
y campeones para mezclar bebidas fuertes,
[23] pero que perdonan al culpable por dinero,
y privan al justo de sus derechos!
[24] Así como las llamas queman el rastrojo
y como el pasto seco se consume en el fuego,
así se pudrirá su raíz
y el viento se llevará su flor junto con el polvo.
Pues han rechazado la ley de Yavé Sabaot
y han despreciado la palabra del Santo de Israel.
[25] Por esto Yavé se enojó con su pueblo
y levantó su mano para pegarle;
los cerros se estremecieron
y los cadáveres quedaron tirados
esparcidos como la basura en las calles.
Pero no se le pasó el enojo,
pues siguió con su mano levantada.
[26] Le hace señas a una nación lejana
y le pega un silbido desde el fin del mundo;
ella ligerito llega con rapidez.
[27] Nadie de los suyos se debilita o se cansa,
ni se queda dormido o se pone a cabecear,
ninguno se suelta los cordones de su zapato.
[28] Sus flechas son muy puntiagudas,
todos sus arcos estirados,
los cascos de sus caballos son como de piedra,
las ruedas de sus carros igual que el huracán.
[29] Tiene un rugido como de leona,
ruge como un cachorro de león,
gruñe y atrapa su presa,
se la lleva y nadie se la quita.
[30] Rugirá contra él, en ese día,
como el bramido del mar.
Al mirar el país sólo se verán tinieblas, angustia,
y luz que desaparece entre las sombras.

SELECCIÓN DE SALMOS

Salmo XXII

[2] Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?
¡Las palabras que lanzo no me salvan!
[3] Mi Dios, de día llamo y no me atiendes,
de noche, mas no encuentro mi reposo.
[4] Tú, sin embargo, estás en el Santuario,
de allí sube hasta ti la alabanza de Israel.
[5] En ti nuestros padres esperaron,
esperaban y tú los liberabas.
[6] A ti clamaban y quedaban libres,
su espera puesta en ti no fue fallida.
[7] Mas yo soy un gusano y ya no un hombre,
los hombres de mí tienen vergüenza
y el pueblo me desprecia.
[8] Todos los que me ven, de mí se burlan,
hacen muecas y mueven la cabeza:
[9] "¡Confía en el Señor, pues que lo libre,
que lo salve si le tiene aprecio!"
[10] Me has sacado del vientre de mi madre,
me has confiado a sus pechos maternales.
[11] Me entregaron a ti apenas nacido;
tú eres mi Dios desde el seno materno.
[12] No te alejes de mí, que la angustia está cerca,
y no hay nadie que pueda ayudarme.
[13] Me rodean novillos numerosos
y me cercan los toros de Basán.
[14] Amenazándome abren sus hocicos
como leones que desgarran y rugen.
[15] Yo soy como el arroyo que se escurre;
todos mis huesos se han descoyuntado;
mi corazón se ha vuelto como cera,
dentro mis entrañas se derriten.
[16] Mi garganta está seca como teja,
y al paladar mi lengua está pegada:
ya están para echarme a la sepultura.
[17] Como perros de presa me rodean,
me acorrala una banda de malvados.
Han lastimado mis manos y mis pies.
[18] Con tanto mirarme y observarme
pudieron contar todos mis huesos.
[19] Reparten entre sí mis vestiduras
y mi túnica la tiran a la suerte.
[20] Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
¡fuerza mía, corre a socorrerme!
[21] Libra tú de la espada mi alma,
de las garras del can salva mi vida.
[22] Sálvame de la boca del león,
y de los cuernos del toro lo poco que soy.
[23] Yo hablaré de tu Nombre a mis hermanos,

Salmo XXIII:

El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque Tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

La mesa has preparado para mí
frente a mis adversarios,
con aceites perfumas mi cabeza
y rellenas mi copa.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del señor,
por años sin término.

Salmo LIII

[2] Dijo en su corazón el insensato:
"¡No hay Dios!"
Son gente pervertida, hacen cosas infames,
ya no hay quien haga el bien.
[3] Se asoma Dios desde el cielo,
mira a los hijos de Adán,
para ver si hay alguno que valga,
alguien que busque a Dios.
[4] Pero todos se han descarriado,
y se han corrompido juntos.
No queda ni un hombre honrado
ni uno de muestra siquiera.
[5] ¿No comprenderán esos malhechores
que comen a mi pueblo como se come el pan?
¡No le han pedido a Dios la bendición!
[6] ¡Mira cómo se asustan de repente!
les cae una desgracia inesperada.
Dios dispersa los huesos del renegado;
todos se ríen de ellos:
"¡Cómo Dios los ha rechazado!"
[7] ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel?
Cuando a su pueblo Dios traiga de vuelta,
habrá alegría en Jacob, Israel será colmado.

Salmo LIV:

[3] Oh Dios, por tu Nombre sálvame;
por tu poder hazme justicia.
[4] Oh Dios, escucha mi plegaria,
escucha las palabras de mi boca,
[5] pues se alzan contra mí los arrogantes
y hombres violentos buscan mi muerte.
[6] Pero a mí Dios me ayuda,
entre los que me apoyan está el Señor.
[7] Que el mal recaiga sobre los que me espían;
destrúyelos, Señor, pues tú eres fiel.
[8] Te ofreceré de buena gana un sacrificio,
y alabaré tu nombre, porque es bueno,
[9] pues me has sacado de cualquier angustia
y he visto humillados a mis enemigos.

Salmo LXIX:

[1] El celo por tu casa me devora,
los insultos de los que te insultaban caen sobre mí
[2] Oh Dios, sálvame,
que las aguas me llegan hasta el cuello.
[3] Me estoy hundiendo en un cieno profundo,
y no hay dónde apoyarme.
Me vi arrastrado a profundas aguas
y las olas me cubren.
[4] Me agoto de gritar,
me arde la garganta,
y mis ojos se cansan de esperar a mi Dios.
[5] Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo.
Son más fuertes que yo
los que con calumnias me persiguen.
¿Cómo devolveré lo que no he robado?
[6] Tú sabes, oh Dios, si me he extraviado,
pues no te están escondidos mis errores.
[7] No avergüences por mí a los que en ti esperan,
Señor, Dios Sabaot,
ni humilles por causa mía a los que te buscan,
oh Dios de Israel.
[8] Por ti fue que soporté el insulto,
y la vergüenza me cubrió la cara;
[9] me volví como un extraño a mis hermanos,
un desconocido para los hijos de mi madre.
[10] El celo de tu casa me devora,
los insultos de los que te insultan
recaen sobre mí.
[11] Si me aflijo con ayunos,
eso me vale insultos;
[12] si me visto de saco,
ellos se burlan de mí.
[13] Se ríen de mí los que se sientan en la plaza,
y a los bebedores doy un tema de canción.
[14] Pero a ti, oh Dios, sube mi oración,
sea ése el día de tu favor.
Según tu gran bondad, oh Dios, respóndeme,
sálvame tú que eres fiel.
[15] Sácame del barro, que no me hunda;
líbrame del vértigo del agua profunda.
[16] Que las olas no me sumerjan,
ni me trague el torbellino
ni el pozo cierre sobre mí su boca.
[17] Respóndeme, Señor, pues tu amor es bondad,
vuélvete hacia mí por tu gran misericordia.
[18] No escondas a tu siervo tu rostro,
me siento angustiado, respóndeme pronto.
[19] Ven, acércate a mí y rescátame,
líbrame de tantos enemigos.
[20] Tú conoces mi humillación,
mis adversarios están todos a tu vista.
[21] Tanta ofensa me ha partido el corazón,
mi vergüenza y confusión son irremediables.
Esperé compasión, pero fue en vano,
alguien que me consolara, y no lo hallé.
[22] En mi comida me echaron veneno,
y para la sed me dieron vinagre.
[23] Que un traidor los invite a cenar,
y se vuelva una trampa su banquete.
[24] Que pierdan la vista y queden a ciegas,
que siempre caminen encorvados.
[25] Arroja sobre ellos tu furor,
que los alcance el fuego de tu ira.
[26] Que su propiedad quede devastada
y sus carpas sin habitantes,
[27] porque persiguieron al que tú heriste
y aumentaron los dolores de tu víctima.
[28] Impútales falta tras falta
y que de ellas nunca se libren;
[29] sean borrados del libro de los vivos,
no sean inscritos en la lista de los justos.
[30] ¡Pero a mí, humillado y afligido,
que me levante, oh Dios, tu ayuda!
[31] Celebraré con un canto el nombre de Dios,
proclamaré sus grandezas, le daré gracias.
[32] Esto le agradará al Señor más que una víctima,
más que un ternero con cuernos y pezuñas.
[33] Vean esto, los humildes, y regocíjense.
¡Reanímense, los que buscan al Señor!
[34] Pues el Señor escucha a los pobres,
no desdeña a los suyos prisioneros.
[35] Que lo aclamen los cielos y la tierra,
los mares y cuanto bulle en su interior.
[36] Pues Dios salvará a Sión
y reconstruirá las ciudades de Judá:
allí habrá de nuevo casas y propiedades.
[37] Los hijos de sus siervos serán los herederos,
y allí morarán los que aman su Nombre.

Salmo de Asaf, LXXIV, 1 - 23:

[1] ¿Por qué, oh Dios, esos continuos rechazos,
y esa ira contra el rebaño de tu redil?
[2] Acuérdate de tu comunidad,
que antiguamente adquiriste y rescataste
para que fuera tu tribu y heredad
con el monte Sión donde tú moras.
[3] Dirige tus pasos a esas ruinas sin remedio;
saqueó todo el enemigo en el santuario.
Lanzaron alaridos en tu tienda,
a la entrada pusieron la bandera extranjera.
[5] Lo derribaron todo con el hacha
como leñadores en el bosque;
[6] el enmaderado y sus esculturas
los demolieron a machete y azuela.
[7] Prendieron fuego a tu santuario
y profanaron la morada de tu Nombre.
[8] Dijeron: "¡Acabemos con ellos de una vez!"
y en el país incendiaron todos los santuarios.
[9] Pues no vimos señales, no había profetas
ni nadie entre nosotros sabía hasta cuándo.
[10] ¿Hasta cuándo, oh Dios, blasfemará el opresor
y seguirá el enemigo ultrajando tu nombre?
[11] ¿Por qué retiras tu mano?
¿o la tienes tomada de la cintura?
[12] ¿No eres acaso desde siempre mi Dios, mi rey,
tú, el autor de las liberaciones del país?
[13] Tú con tu poder, dividiste el mar,
y aplastaste las cabezas de monstruos marinos.
[14] Rompiste las cabezas de Leviatán
y lo diste por comida a las tortugas de mar.
[15] Tú hiciste brotar fuentes y torrentes,
tú secaste ríos inagotables.
[16] Tuyo es el día y tuya es la noche,
tú ajustas la luz y el sol.
[17] Pusiste todos los límites de la tierra,
y formaste el invierno y el verano.
[18] No lo olvides, el enemigo insultó al Señor,
un pueblo de locos ultrajó tu nombre.
[19] No entregues a las fieras el alma que te da gracias,
no olvides para siempre la vida de tus pobres.
[20] Mira cómo han guardado tu alianza,
en las cuevas del país, lugares de resistencia.
[21] Que el oprimido no vuelva avergonzado,
que el pobre y el pequeño
puedan alabar tu nombre.
[22] Levántate, oh Dios, y defiende tu causa,
te insultan todo el día, no olvides a esos locos.
[23] No olvides el alboroto de tus adversarios
y el clamor siempre creciente de tus agresores.

Salmo penitencial CXXX:

[1] Desde el abismo clamo a ti, Señor,
[2] ¡Señor, escucha mi voz!
que tus oídos pongan atención
al clamor de mis súplicas!
[3] Señor, si no te olvidas de las faltas,
Adonai, ¿quién podrá subsistir?
[4] Pero de ti procede el perdón,
y así se te venera.
[5] Espero, Señor, mi alma espera,
confío en tu palabra;
[6] mi alma cuenta con el Señor
más que con la aurora, el centinela.
[7] Como confía en la aurora el centinela,
así Israel confíe en el Señor;
porque junto al Señor está su bondad
y la abundancia de sus liberaciones,
[8] y él liberará a Israel
de todas sus culpas.

SELECCIÓN DEL LIBRO DE JOB

Libro de Job, III, 3-26

¡MALDITO EL DÍA EN QUE NACÍ!

[3] «¡Maldito el día en que nací
y la noche que dijo: Ha sido concebido un hombre!
[4] Conviértase ese día en tinieblas,
y Yavé allá arriba lo ignore para siempre;
que ningún rayo de luz resplandezca sobre él.
[5] Lo cubran tinieblas y sombras,
se extienda sobre él la oscuridad,
y haya ese día un eclipse total.
[6] Que esa noche siga siempre en su oscuridad.
Que no se añada a las otras del año,
ni figure en la cuenta del mes.
[7] Que sea triste aquella noche,
impenetrable a los gritos de alegría.
[8] Que la maldigan los que odian la luz del día,
y que son capaces de llamar al Diablo.
[9] Que no se vean las estrellas de su aurora;
que espere en vano la luz,
y no vea el despertar de la mañana,
[10] pues no me cerró la puerta del vientre de mi madre
para así ahorrarme a la salida la miseria.
[11] ¿Por qué no morí en el seno
y no nací ya muerto?
[12] ¿Por qué hubo dos rodillas para acogerme
y dos pechos para darme de mamar?
[13] ¿O por qué no fui como un aborto que se esconde,
como los pequeños que nunca vieron la luz?
[14] Pues ahora estaría acostado tranquilamente
y dormiría mi sueño para descansar,
[15] con los reyes y con los ministros del país
que se mandan hacer solitarios mausoleos,
[16] o con los príncipes que amontonan el oro
y repletan de plata sus casas.
[17] Allí cesan de moverse los malvados
y descansan los que se hallan agotados.
[18] Los prisioneros son excarcelados
y ya no se oyen los gritos del vigilante.
[19] Allí no se distingue el pequeño del grande,
y el esclavo se ve libre de su amo.
[20] ¿Para qué dar la luz a un desdichado,
la vida a los que tendrán una vida amarga?
[21] Desean la muerte que no llega
y la buscan más ávidamente que un tesoro;
[22] saltan de júbilo ante el sepulcro
y se alegran cuando llegan a la tumba.
[23] ¿Para la vida si el hombre ya no encuentra su camino,
ya que Dios le ha cerrado todas las salidas?
[24] Son los suspiros mi alimento,
y se derraman como el agua mis lamentos;
[25] si temía algo, eso me ocurre,
lo que me atemoriza me ha venido encima.
[26] No hay para mí tranquilidad ni calma,
mis tormentos no me dejan descansar.»

Libro de Job, X, 1-22

ESTA mi alma aburrida de mi vida:
Daré yo suelta á mi queja sobre mí,
Hablaré con amargura de mi alma.
Diré á Dios: no me condenes;
Hazme entender por qué pleiteas conmigo.
¿Parécete bien que oprimas,
Que deseches la obra de tus manos,
Y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos?
¿Tienes tú ojos de carne? ¿Ves tú como ve el hombre?
¿Son tus días como los días del hombre,
O tus años como los tiempos humanos,
Para que inquieras mi iniquidad,
Y busques mi pecado,
Sobre saber tú que no soy impío,
Y que no hay quien de tu mano libre?
Tus manos me formaron y me compusieron
Todo en contorno: ¿y así me deshaces?
Acuérdate ahora que como á lodo me diste forma:
¿Y en polvo me has de tornar?
¿No me fundiste como leche,
Y como un queso me cuajaste?
Vestísteme de piel y carne,
Y cubrísteme de huesos y nervios.
Vida y misericordia me concediste,
Y tu visitación guardó mi espíritu.
Y estas cosas tienes guardadas en tu corazón;
Yo sé que esto está cerca de ti.
Si pequé, tú me has observado,
Y no me limpias de mi iniquidad.
Si fuere malo, ¡ay de mí!
Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza,
Estando harto de deshonra,
Y de verme afligido.
Y subirá de punto, pues me cazas como a león,
Y tornas a hacer en mí maravillas.
Renuevas contra mí tus plagas,
Y aumentas conmigo tu furor,
Remudándose sobre mí ejércitos.
¿Por qué me sacaste de la matriz?
Habría yo espirado, y no me vieran ojos.
Fuera, como si nunca hubiera sido,
Llevado desde el vientre á la sepultura.
¿No son mis días poca cosa? Cesa pues,
y déjame, para que me conforte un poco.
Antes que vaya para no volver,
A la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;
Tierra de oscuridad, lóbrega
Como sombra de muerte, sin orden,
Y que aparece como la oscuridad misma.

SELECCIÓN DEL ECLESIASTÉS

Eclesiastés, I, 1-16

¿PARA QUÉ?

[2] ¡Vanidad de vanidades, decía Qohelet,
¡Vanidad de vanidades, y todo es vanidad!
[3] ¿Qué le queda al hombre de todas sus fatigas
cuando trabaja tanto bajo el sol?
[4] Una generación se va y viene la otra;
pero la tierra permanece siempre.
[5] El sol sale, el sol se pone,
y no piensa más que en salir de nuevo.
[6] Va el viento hacia el sur, y luego gira al norte,
y girando y girando, vuelve sobre sus giros.
[7] Todos los ríos van al mar
y el mar jamás se llena;
por los mismos cauces que veían sus caudales
ha pasado de nuevo su curso.
[8] Hay mucho que decir, uno se cansaría de tanto hablar;
El ojo no terminará de ver,
el oído nunca terminará de oír,
[9] pero lo que pasará es lo que ya pasó,
y todo lo que se hará ha sido ya hecho.
¡No hay nada nuevo bajo el sol!
[10] Si algo sucede y te dicen:
"¡Mira, esto es nuevo!"
no es así; las cosas que observan nuestros ojos
ya pasaron en los siglos anteriores.
[11] Nadie se acuerda de las cosas de antaño:
será lo mismo con los asuntos actuales,
y de todo lo que pueda ocurrir en el futuro
un día nadie más se acordará.


Eclesiastés, III, 1-23:

NO HAY VALORES ABSOLUTOS

[1] Hay bajo el sol un momento para todo,
y un tiempo para hacer cada cosa:
[2] Tiempo para nacer, y tiempo para morir;
tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado;
[3] tiempo para matar y tiempo para curar;
tiempo para demoler y tiempo para edificar;
[4] tiempo para llorar y tiempo para reír;
tiempo para gemir y tiempo para bailar;
[5] tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas;
tiempo para los abrazos y tiempo para abstenerse de ellos;
[6] tiempo para buscar y tiempo para perder;
tiempo para conservar y tiempo para tirar fuera;
[7] tiempo para rasgar y tiempo para coser;
tiempo para callarse y tiempo para hablar;
[8] tiempo para amar y tiempo para odiar;
tiempo para la guerra y tiempo para la paz.
[9] Al final ¿qué provecho saca uno de sus afanes?

Eclesiastés, XII, 1-14:

[1] Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
antes que lleguen los días malos,
y los años que se acercan, de los cuales dirás:
"No espero más de ellos",
[2] antes de que se oscurezcan el sol, la luz
la luna y las estrellas,
y que vuelvan las nubes apenas haya llovido,
[3] cuando tiemblen los guardias de la casa,
y se encorven los porteros,
cuando lo que queda de muelas deje de moler,
y se queden ciegos los que miran detrás de las ventanas;
[4] Entonces se cierra la puerta de calle
y se detiene el ruido del molino;
en que el trino del ave no despierta
y se mueren las canciones.
[5] Se temen las subidas
y los barrancos en el camino;
el almendro está en flor,
la langosta está repleta,
la alcaparra da su fruto.
Ahí va el hombre a su casa de eternidad,
y ya están las lloronas en la esquina de la calle.
[6] El hilo de plata no llegará más lejos:
dejaron de hilarlo;
la lámpara de oro se rompió,
se quebró el cántaro en la fuente,
y cedió la polea del pozo.
[7] El polvo vuelve a la tierra de donde vino,
y el espíritu sube a Dios que lo dio.

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