lunes, 5 de marzo de 2007

OBRAS DE MADUREZ, Luis de Góngora

SOLEDADES

Al Duque de Béjar

Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos unos, otros inspirados.

¡O tú que de venablos impedido
—Muros de abeto, almenas de diamante—,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que — al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes—
Espumoso coral le dan al Tormes!:

Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,
Sangre sudando, en tiempo hará breve
Purpurear la nieve;
Y, en cuanto da el solícito montero,
Al duro robre, al pino levantado
—Émulos vividores de las peñas—
Las formidables señas
Del oso que aun besaba, atravesado,
La asta de tu luciente jabalina,
—O lo sagrado supla de la encina
Lo Augusto del dosel, o de la fuente
La alta cenefa, lo majestuoso
Del sitïal a tu Deidad debido—,
¡O Duque esclarecido!
Templa en sus ondas tu fatiga ardiente,
Y, entregados tus miembros al reposo
Sobre el de grama césped, no desnudo,
Déjate un rato hallar del pie acertado
Que sus errantes pasos ha votado
A la real cadena de tu escudo.

Honre suave, generoso nudo,
Libertad, de Fortuna perseguida;
Que, a tu piedad Euterpe agradecida,
Su canoro dará dulce instrumento,
Cuando la Fama no su trompa al viento.


Luis de Góngora y Argote, 1613



INFIERE, DE LOS ACHAQUES DE LA VEJEZ, CERCANO EL FIN A QUE, CATÓLICO, SE ALIENTA

En este occidental, en este, oh Licio,
Climatérico lustro de tu vida,
Todo mal afirmado pie es caída,
Toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida;
¿Qué prudencia, del polvo prevenida,
La ruina aguardó del edificio?

La piel no sólo sierpe venenosa,
Mas con la piel los años se desnuda,
Y el hombre, no. ¡Ciego discurso humano!

¡Oh aquel dichoso, que, la ponderosa
Porción depuesta en una piedra muda,
La leve da al zafiro soberano!


Luis de Góngora y Argote, 1623



ALEGORÍA DE LA PRIMERA DE SUS SOLEDADES

Restituye a tu mundo horror divino,
Amiga Soledad, el pie sagrado,
Que captiva lisonja es del poblado
En hierros breves pájaro ladino.

Prudente cónsul, de las selvas dino,
De impedimentos busca desatado
Tu Claustro verde, en valle profanado
De fiera menos que de peregrino.

¡Cuán dulcemente de la encina vieja
Tórtola viuda al mismo bosque incierto
Apacibles desvíos aconseja!

Endeche el siempre amado esposo muerto
Con voz doliente, que tan sorda oreja
Tiene la soledad como el desierto.



Luis de Góngora 1615


A FRANCISCO DE QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.


Luis de Góngora y Argote, 1609


AL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

Cuando el silencio tenía
Todas las cosas del suelo,
Y, coronada del yelo,
Reinaba la noche fría,
En medio la monarquía
De tiniebla tan cruel,

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

De un solo Clavel ceñida,
La Virgen, Aurora bella,
Al mundo se lo dio, y ella
Quedó cual antes florida;
A la púrpura caída
Solo fue el heno fïel.

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

El heno, pues, que fue dino,
A pesar de tantas nieves,
De ver en sus brazos leves
Este rosicler divino
Para su lecho fue lino,
Oro para su dosel.

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!



Luis de Góngora y Argote, 1621

DE LA AMBICIÓN HUMANA

Mariposa, no sólo no cobarde,
Mas temeraria, fatalmente ciega,
Lo que la llama al Fénix aun le niega,
Quiere obstinada que a sus alas guarde,

Pues en su daño arrepentida tarde,
Del esplendor solicitada, llega
A lo que luce, y ambiciosa entrega
Su mal vestida pluma a lo que arde.

Yace gloriosa en la que dulcemente
Huesa le ha prevenido abeja breve,
¡Suma felicidad a yerro sumo!

No a mi ambición contrario tan luciente,
Menos activo sí, cuanto más leve,
Cenizas la hará, si abrasa el humo.



Luis de Góngora y Argote, 1623



DE LA BREVEDAD ENGAÑOSA DE LA VIDA

Menos solicitó veloz saeta
Destinada señal, que mordió aguda;
Agonal carro en la arena muda
No coronó con más silencio meta,

Que presurosa corre, que secreta,
A su fin nuestra edad. A quien lo duda
(Fiera que sea de razón desnuda)
Cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
En seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
Las horas que limando están los días,
Los días que royendo están los años.


Luis de Góngora y Argote, 1623

DILATÁNDOSE UNA PENSIÓN QUE PRETENDÍA

Camina mi pensión con pies de plomo,
El mío, como dicen, en la huesa;
A ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
Por dar más luz al mediodía la tomo.

Merced de la tijera a punta o lomo
Nos conhorta aun de murtas una mesa;
Ollai la mejor voz es portuguesa,
Y la mejor ciudad de Francia, Como.

No más, no, borceguí; mi chimenea,
Basten los años que ni aun breve raja
De encina la perfuma o de aceituno.

¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
Del comer tarde al acostarse ayuno.



Luis de Góngora y Argote, 1623

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