sábado, 22 de agosto de 2015

Píndaro, Antología


Píndaro de Tebas

 La gloria de Olimpia y el fulgor de la victoria

 Excelsa es el agua; pero el oro, cual fuego ardiente,
 se destaca en la noche por encima de la riqueza que al hombre enorgullece.
 Si los juegos deportivos proclamar deseas, corazón mío,
 ni trates tú ya de contemplar
 en pleno día astro luminoso, a través del éter yermo, más cálido que el sol,
 ni nosotros un certamen superior al de Olimpia cantaremos,
 lugar de donde procede el himno, por muchos entonado,
 que envuelve el ingenio de los poetas, para que canten
 al hijo de Crono cuando lleguen al próspero
 hogar bienaventurado de Hierón,
 quien ostenta el cetro dictaminador en la fructífera
 Sicilia, recolectando los capullos de todas las virtudes,
 mientras resplandece a la vez
 en lo más exquisito del arte musical
 con diversiones como las que nos reúnen
a los hombres con frecuencia alrededor de su mesa hospitalaria.
 ¡Vamos! Descuelga del clavo la forminge doria,
 si es verdad que la gloria de Pisa y de Ferenico
 sometió tu espíritu a dulcísimas inquietudes
 cuando junto al Alfeo se lanzó a la carrera
 sin que su cuerpo en su transcurso fustigado fuera
 y fundió a su amo con su victoria,
al rey siracusano de ecuestres aficiones!

El poder de la música y la grandeza de Hierón

Estrofa I

¡Aurea lira, de Apolo y de las Musas de trenzas violáceas
tesoro justamente compartido! A ti te escucha
 el paso de danza, comienzo de la fiesta.
y obedecen los cantores tus señales
cuando de los preludios que guían los coros
 los primeros acordes preparas vibrante.
¡Hasta el rayo apagas, lancero
 de inextinguible fuego! Y duerme sobre el cetro
 de Zeus el águila, su rauda
 a la a entrambos costados relajando.

Antístrofa

la reina de las aves, cuando una nube de ojos oscuros
sobre su corva cabeza, de los párpados dulce cerrojo,
le has derramado, y ella dormitando
la húmeda espalda levanta, por tus
impulsos cautivada. Y aun el violen-
to Ares, a un lado dejando la hiriente
punta de sus lanzas, calienta su corazón
en sueño profundo; y tus dardos embelesan también
las almas de los dioses, gracias a la pericia
del hijo de Leto y de las Musas de apretada cintura.

Epodo

Todos los seres, empero, que no ama Zeus, se aterran cuando la voz
oyen de las Piérides, tanto en la tierra como
en la mar invencible,
incluso aquel que en el horrible Tártaro yace,
el enemigo de los dioses,
Tifón, el de cien cabezas a quien antaño
crió la gruta famosa de Cilicia. Mas ahora por cierto
los escollos cercados del mar ante Cumas  
y Sicilia le oprimen
el pecho velludo, y la columna celeste le aprisiona,
el nevado Etna, todo el año nodriza de punzante hielo.

Estr. II

De sus cavernas son vomitados de fuego inabordable
manantiales purísimos; y sus ríos de día
vierten ardiente torrente de humo,
mas en las noches oscuras piedras
arrastra rodando la llama purpúrea a la honda
llanura del mar con estruendo.
Aquel monstruo reptando lanza a lo alto
las fuentes terribilísimas de Hefesto; un portento
que es maravilla contemplar,
y una maravilla tembién oírlo de los que allí  estuvieron

Ant.

cómo está él amarrado entre las cumbres de frondas oscuras
del Etna y su llanura, y el lecho arañante toda
la espalda recostada le lacera.
¡Sea, Zeus, séanos dado agradarte a ti,
que esa montaña dominas, frontal de una tierra
rica de frutos hermosos! Con su nombre glorificó
su ilustre fundador la ciudad vecina,
y en la pista de la Pítica fiesta
la proclamó un heraldo anunciando
la hermosa victoria de Hierón con su carro.

Elogio de Hierón

"Reluce su fama en la colonia, por sus hombres célebres, del lidio Pélope. 
Por éste sintió pasión el poderoso Posidón, 
el que la tierra conduce, cuando Cloro lo sacó 
del inmaculado caldero 
provisto de un brillante hombro de marfil, 
¡En verdad que es mucho lo asombroso! 
E incluso puede acontecer que los rumores 
de los mortales, habladurías adornadas con abigarradas 
ficciones, trasgrediendo el relato verdadero, 
nos engañen por completo. "

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