sábado, 22 de agosto de 2015

Solón de Atenas, Antología poética

Solón de Atenas

Elegía a las Musas

Famosas hijas de Mnemósine y Zeus Olímpico, 
Musas Piéridas, escuchadme cuando os invoco. 
Concedme la felicidad que otorgan los dioses bienaventurados y gozar 
siempre entre todos los hombres de una buena fama; 
ser muy dulce para los amigos, y amargo para los enemigos, 
que mi vista sea para unos objeto de respeto, para otros de temor. 
Si bien deseo tener riquezas, no quiero obtenerlas 
de manera injusta. Más tarde, llega certero el castigo. 
La riqueza que otorgan los dioses, es firme para el hombre 
desde su cimiento más profundo hasta la cima. 
Pero la que buscan los hombres a causa de su insolencia, no viene 
con orden, sino que obedeciendo a las obras injustas, sin querer las sigue 
y rápidamente se mezcla con la desgracia. 
Nace de un pequeño origen, como el del fuego, 
débil primero, incurable termina. 
No duran por cierto mucho tiempo para los mortales 
las obras de la insolencia, 
sino que Zeus vigila el fin de todo y, de repente, 
como  súbitamente dispersa las nubes 
el viento primaveral, que, tras revolver el fondo 
del yermo mar de muchas olas y devastar 
en la tierra productora de trigo las bellas obras, alcanza la alta sede 
de los dioses, el cielo, y nuevamente aclara el día 
y brilla la bella fuerza del sol en la fértil tierra, 
y no hay a la vista ni siquiera una nube. 
Tal es el castigo de Zeus; no contra uno 
como se encoleriza un hombre mortal. 
Nunca le pasa completamente desapercibido el que 
tiene un corazón impío, al final se pone totalmente en evidencia. 
Uno paga de inmediato, el otro, más tarde; a los que huyen 
ellos mismos y no les alcanza el destino de los dioses que se acerca, 
les llega completamente más tarde; inocentes pagan sus actos, 
bien sus hijos, bien la estirpe futura. 
Los mortales juzgamos, de manera semejante el bueno y el malo 
que está bien la opinión que cada uno tiene, 
antes de sufrir algo. Entonces llega el sufrimiento. Hasta ese momento 
sin darnos cuenta gozamos con vanas esperanzas. 
Al que oprimen enfermedades terribles 
piensa que se pondrá sano, 
otro aunque es cobarde cree ser un hombre bueno 
y otro bello, aunque no tiene una agradable figura. 
Si uno carece de fortuna y la pobreza lo oprime 
cree que posee absolutamente mucho dinero. 
Se esfuerza cada uno por otra cosa. Uno vaga por el mar, 
porque desea llevar a casa ganancia en sus naves 
arrastrado de un lado a otro por terribles vientos en el mar 
sin escatimar nada de su vida. 
Otro corta la tierra de muchos árboles cada año y 
trabaja como siervo, a éstos les corresponde el curvo arado. 
Otro aprende la obra de Atenea y Hefesto de mucha técnica 
y recoge su sustento con las manos. 
Otro aprendió de las Musas olímpicas los dones 
y sabe la medida de la sabiduría deseada. 
A otro hizo augur el señor Apolo que actúa de lejos, 
conoce el mal que viene al hombre de lejos 
si lo acompañan los dioses. Contra lo que está destinado 
en absoluto protegen ni un pájaro ni los sacrificios. 
Otros son médicos porque dominan la obra del Peán 
de muchos remedios.  Tampoco para éstos hay un final cierto. 
A menudo un gran dolor nace de una pequeña molestia 
y nadie lo eliminaría por medio de suaves remedios 
En otras ocasiones, cura súbitamente al que tiene 
malas y terribles enfermedades tocándolo con las manos . 
El destino trae a los mortales mal y también bien, 
Llegan a ser regalos inevitables de los dioses inmortales. 
En todas las acciones hay peligros y, cuando algo ha comenzado, 
nadie sabe de qué manera va a estar dispuesto 
El que intenta hacerlo bien cae sin preverlo 
en una gran y difícil desgracia, 
al que lo hace de mala manera, un dios le da en toda ocasión 
una buena fortuna, salvación de su desvarío. 
Ningún límite de la riqueza es evidente para los hombres 
Pues los que de nosotros ahora tienen los mayores bienes, 
se esfuerzan el doble. ¿Quién satisfaría a todos? 
Los dioses entregan a los mortales beneficios, 
pero de ellos surge la desgracia que, cuando Zeus 
la envía a castigar, toca una vez a uno y otra vez a otro 

Para la felicidad

En verdad que por igual son ricos quien tiene mucho oro,
plata y campos de tierra que siembra de trigo,
y caballos y mulos, y quien sólo se ocupa de esto:
 de dar gozo a su vientre su costado y sus pies,
 y disfrutar, si la ocasión se lo ofrece, de una mujer
 o un muchacho en sazón. A su tiempo todo es grato.
 Ese es el colmo de ventura para el hombre. Pues nadie
 con todas sus muchas riquezas se va hacia el Hades,
 ni, ofreciendo rescate, se escapa a la muerte ni a duras
 dolencias ni a la maldita vejez cuando ella acude.

                                            Fragm 14D  (C. G. G.) (14)

Apología personal

 Y yo ¿por qué me retiré antes de conseguir
 aquello a lo que había convocado al pueblo?
 De eso podría atestiguar en el juicio del tiempo
 la madre suprema de los dioses olímpicos
 muy bien, la negra Tierra, a la que entonces
 yo le arranqué los mojones hincados por doquier.
 Antes era esclava, y ahora es libre.
 Y reconduje a Atenas, que por patria les dieron
 los dioses, a muchos ya vendidos, uno justa
 y otro injustamente, y a otros exiliados
por urgente pobreza que ya no hablaban
 la lengua del Atica, de tanto andar errantes.
 Y a otros que aquí mismo infame esclavitud
 ya sufrían, temerosos siempre de sus amos,
los hice libres. Eso con mi autoridad,
combinando la fuerza y la justicia,
lo realicé, y llevé a cabo cuanto prometí.
Leyes a un tiempo para el rico y el pobre,
encjando a cada uno una recta sentencia,
escribí. Si otro, en mi lugar, tiene la vara,
 un tipo malévolo y codicioso de bienes,
no hubiera contenido al pueblo. […]

Fragm 24D (C. G. G.) (14)

No hay comentarios: