Georg Trakl, De profundis
Existe un campo de rastrojos donde cae una lluvia negra.
Existe un árbol pardo que se alza solitario.
Existe un viento que susurra entre chozas vacías.
Qué atardecer tan triste.
A la orilla de la aldea
la dulce huérfana recoge escasas espigas.
Sus ojos redondos y dorados recorren el crepúsculo
y su seno anhela al esposo celestial.
De regreso al hogar
unos pastores hallaron el dulce cuerpo
descompuesto en el espino.
Una sombra soy lejos de oscuras aldeas.
El silencio de Dios
bebí en la fuente del bosque.
Sobre mi frente golpeó un frío metal.
Arañas buscan mi corazón.
Hay una luz que se extinguió en mi boca.
De noche me encontré en un páramo,
colmado de deshechos y de polvo de estrellas.
En los avellanos
tintinearon ángeles cristalinos.
Versión de Helmut Pfeiffer
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