sábado, 22 de agosto de 2015

Sófocles, Antígona

De Sófocles, Antígona:

CREONTE

Y, así y todo, ¿te atreviste a pasar por encima de la ley?

ANTÍGONA

No era Zeus quien me la había decretado, ni la Justicia, compañera de los dioses subterráneos; no son de ese tipo las leyes que a los humanos dictan. No creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que
aparecieron. No iba yo a atraerme el castigo de los dioses por temor a lo que pudiera pensar alguien. Ya veía, ya, mi muerte aunque tú no hubieses decretado nada; y, si muero antes de tiempo, yo digo que es ganancia. Quien, como yo, entre tantos males vive, ¿no sale acaso ganando con su muerte? Y así, no es desgracia para mí tener este destino; y en cambio, si el cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo soportara, entonces, eso sí me sería doloroso; mas no lo que me aguarda. Puede que a ti te parezca que obré como una loca, pero, poco más o menos, es a un loco a quien doy cuenta de mi locura.

CORIFEO

Muestra la joven fiera audacia, hija de un padre fiero: no sabe ceder al infortunio.

CREONTE (Al coro.)

Pues sabe que los más inflexibles pensamientos son los más prestos a caer. El hierro que, una vez cocido, el fuego hace fortísimo y muy duro, a menudo verás cómo se resquebraja, lleno de hendiduras. Sé de fogosos caballos que una pequeña brida ha domado. No cuadra la arrogancia al que es esclavo del vecino. Ella se daba perfecta cuenta de la suya, al transgredir las leyes establecidas; y,
después de hacerlo, vino otra nueva arrogancia: ufanarse y mostrar alegría por haberlo hecho. En verdad que el hombre no sería yo, que el hombre sería ella si ante esto no siente el peso de mi autoridad. Pero, por muy de sangre de mi hermana que sea, aunque sea más de mi sangre que todo el Zeus que preside mi hogar, ni ella ni su hermana podrán escapar de muerte infamante, porque a su
hermana también la acuso de haber tenido parte en la decisión de sepultarle.

(A los esclavos.)

Llamadla.

(Al coro.)

Sí, la he visto dentro hace poco, fuera de sí, incapaz de dominar su razón; porque, generalmente, el corazón de los que traman en la sombra acciones no rectas, antes de que realicen su acción, ya resulta convicto de su arteria. Pero, sobre todo, mi odio es para la que, cogida en pleno delito, quiere después presumir de ello. 


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