miércoles, 22 de julio de 2015

Baltasar del Alcázar, Epigramas.


I

A Job el diablo tentó
con tanta solicitud,
que los bienes, la salud
y los hijos le quitó.
Más no pudiendo vencer
su virtud, por inquietarle,
trató de desesperarle
y le dejó... la mujer.

II

En un muladar un día
cierta vieja sevillana,
buscando trapos y lana,
su ordinaria granjería,
acaso vino a hallarse
un pedazo de un espejo,
y con un trapillo viejo
lo limpió para mirarse.
Viendo en él aquellas feas
quijadas de desconsuelo,
dando con él en el suelo,
le dijo: “Maldito seas”.

III

Tratando estoy de qué modo
podría escribir ahora
vuestro nombre, mi señora,
y el don en un verso todo.
Sale el efecto diverso,
porque por sílabas salen
la “señora doña Valen”,
y el “tina” sobra del verso.
Pues si entrare el verso con
mi “señora Valentina”,
no es razón ni cosa dina,
porque al nombre falta el “don”.
Y quitárselo al desgaire
por medir el verso justo,
es un donaire sin gusto,
y un peligroso donaire.

IV

Cierto día un estudiante
al revisar su ropilla,
se encontró en la pantorrilla,
un enorme interrogante.
Siguió el pobrete adelante,
y al ver que en puntos hervía
su calceta, maldecía
diciendo: "¡Cuán bueno fuera
si más estambre tuviera
y menos ortografía!"

V

Entraron en una danza
doña Constanza y don Juan;
cayó, danzando, el galán,
pero no doña Constanza.
De la gente cortesana
que lo vio, quedó juzgado
que don Juan era pesado...

doña Constanza, liviana.

VI

Dos galanes pelearon
sobre Constanza una tarde.
¡Mirad, así Dios nos guarde,
para donde lo guardaron!
Si nació la enemistad
de verse un poco apretados,
dos pueden caber holgados
y aun tres a necesidad.

V

Al Amor

Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto 
me prometiste presto y a pie quedo? 
¿Andar mirlado entre esperanza y miedo, 
cercado de respetos, hecho un tanto? 

Sustos, celos, favores, risa y llanto
dalos, Amor, a quien se lame el dedo; 
los que me diste a mí te vuelvo y cedo, 
no quiero tomar más cosa de espanto. 

Bien siento las heridas y que salgo
de tu poder para ponerme en cura, 
porque tengo aún abiertas las primeras. 

Y juro por la fe de hijodalgo
de si mi buen propósito me dura 
de no partir de hoy más contigo peras. 

 Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago; 
antes lo que tu intentas yo lo estrago, 
porque no valgo un cuarto en el oficio. 

Hazme pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago. 
Infamia es que tus tiros den en vago: 
procura sangre nueva en tu servicio. 

Ya yo con solas cuentas y buen vino
holgaré de pasar hasta el extremo; 
y si me libras de prisión tan fiera, 

de aquí te ofrezco un viejo mi vecino
que te sirva por mí en el propio remo, 

como quien se rescata de galera.


VI

Yace en esta losa dura
una mujer tan delgada
que en la vaina de una espada
se trajo a la sepultura.
Aquí el huésped notifique
dura punta o polvo leve,
que al pasar no se la lleve,
o al pisarla, no se pique.







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