domingo, 19 de julio de 2015

Víctor Hugo, Los miserables, 1862.

Víctor Hugo, Los miserables, 1862

Jean Valjean era de una pobre familia de la Brie. No había aprendido a leer en su infancia; y cuando fue hombre, tomó el oficio de podador en Faverolles. Su madre se llamaba Jeanne Matieu y su padre Jean Valjean o Vlajean, mote y contracción probablemente de «ahí está Jean» (1).

Jean Valjean tenía el carácter pensativo, aunque no triste, propio de las almas afectuosas. Su naturaleza estaba algo adormecida, era algo indiferente, en apariencia a lo menos. Perdió de muy corta edad a su padre y a su madre. Esta murió de una fiebre láctea mal cuidada.

Su padre, podador como él, se había matado de una caída de un árbol. Jean Valjean se encontró sin más familia que una hermana de más edad que él, viuda y con siete hijos entre varones y hembras. Esta hermana había criado a Jean Valjean, y mientras vivió su marido tuvo en su casa a su hermano. El marido murió cuando el mayor de los siete hijos tenía ocho años y el menor uno. Jean Valjean acababa de cumplir veinticinco años. Reemplazó al padre, y mantuvo a su vez a su hermana que le había criado. Hizo esto sencillamente, como un deber, y aun con cierta rudeza.

Su juventud se gastaba, pues, en un trabajo duro y mal pagado. Nunca le habían conocido «novia» en el país. No había tenido tiempo para enamorarse.

Por la noche entraba cansado en su casa y comía su sopa sin decir una palabra. Mientras comía, su hermana, la tía Jeanne, tomaba con frecuencia de su escudilla lo mejor de la comida, el pedazo de carne, la lonja de tocino, el cogollo de la col, para dárselo a alguno de sus hijos. Él, sin dejar de comer, inclinado sobre la mesa, con la cabeza casi metida en la cena, con sus largos cabellos esparcidos alrededor de la escudilla, y ocultando sus ojos, parecía que nada observaba; y dejaba hacer. Había en Faverolles, no lejos de la choza de Valjean, al otro lado de la calle, una lechera llamada María Claudia; los hijos de Jeanne, casi siempre hambrientos, iban muchas veces a pedir prestada a María Claudia en nombre de su madre una pinta de leche, que bebían detrás de una enramada o en cualquier rincón de la calle, arrancándose unos a otros el vaso, y con tanta precipitación que las niñas pequeñas la derramaban en su delantal y en su cuello. Si la madre hubiera sabido este hurtillo, habría corregido severamente a los delincuentes. Pero Jean Valjean, brusco y gruñón, pagaba, sin que Juana lo supiera, la pinta de leche a María Claudia, y los niños evitaban así el castigo. Jean Valjean ganaba en la estación de la poda dieciocho sueldos diarios y después se empleaba como segador, como peón de albañil, como mozo de bueyes y como jornalero.

Hacía todo lo que podía. Su hermana también trabajaba por su parte. Pero ¿qué habían de hacer con siete niños? Aquella familia era un triste grupo rodeado y estrechado poco a poco por la miseria. Llegó un invierno cruel; Jean no tuvo trabajo. La familia no tuvo pan. ¡Ni un bocado de pan y siete niños! Un domingo por la noche Maubert Isabeau, panadero de la plaza de la Iglesia en Faverolles, se disponía a acostarse cuando oyó un golpe violento en la puerta y en la vidriera de su tienda. Acudió, y llegó a tiempo de ver pasar un brazo al través del agujero hecho en la vidriera por un puñetazo. El brazo cogió un pan y se retiró. Isabeau salió apresuradamente; el ladrón huyó a todo correr, pero Isabeau corrió también y le detuvo. El ladrón había tirado el pan, pero tenía aún el brazo ensangrentado. Era Jean Valjean.

Esto pasó en 1795. Jean Valjean fue acusado ante los tribunales de aquel tiempo como autor de un «robo con fractura, de noche y en casa habitada». Tenía en su casa un fusil del que se servía como el mejor tirador del mundo; era un poco aficionado a la caza furtiva y esto le perjudicó.

[…]

Jean Valjean fue declarado culpable. Las palabras del código eran terminantes. Hay en nuestra civilización momentos terribles, y son precisamente aquellos en que la ley penal pronuncia una condena. ¡Instante fúnebre aquel en que la sociedad se aleja y consuma el irreparable abandono de un ser pensador! Jean Valjean fue condenado a cinco años de presidio.

VICTOR HUGO

Los miserables (adaptación)

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