LXXXIII
Allí dice Oliveros: «Los paganos son muchos,
y de nuestros franceses me parece haber pocos.
Compañero Roldán, tañed, pues, vuestro cuerno:
cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá».
Le responde Roldán: «Haría como un necio,
pues en la dulce Francia perdería mi fama.
Con Durandarte ahora yo daré grandes golpes,
saldrá llena de sangre hasta el oro del pomo.
Los malvados paganos morirán en los puertos,
os juro yo que todos tienen la muerte cierta».
LXXXIV
«Compañero Roldán: tañed el olifante;
cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá
y del rey y de sus nobles seremos socorridos.»
Le responde Roldán: «¡No lo permita Dios,
que toda mi familia sufra afrenta por mí,
ni que la dulce Francia caiga en el deshonor!
Haré que Durandarte hiera continuamente,
esa mi buena espada que ciño en mi costado:
¡todos veréis su hoja ensangrentada toda!
Los malvados paganos por su mal se han juntado:
os juro yo que a todos la muerte les espera».
LXXXV
«Compañero Roldán, tañed el olifante,
así, Carlos lo oirá, que aún está por los puertos.
Y os juro yo que todos los franceses vendrán.»
«¡No lo permita Dios», le responde Roldán,
«que haya un hombre en el mundo que pudiera decir
que a causa de paganos haya tañido el cuerno!
Por eso, mis parientes reproche no tendrán.
En cuanto que me encuentre en esta gran batalla,
en ella asestaré mil setecientos golpes:
veréis de Durandarte su acero ensangrentado.
Los franceses son buenos, lucharán con valor
y de esos españoles ninguno escapará.»
LXXXVI
Allí dice Oliveros: «No hay deshonor en eso:
sarracenos de España muchos he visto yo.
Son tantos que han cubierto los valles y montañas,
han cubierto laderas y han cubierto llanuras.
Muy grandes son las huestes de esa gente extranjera
y nosotros tenemos pequeñísima tropa».
Le responde Roldán: «Mi valor se acrecienta.
¡No sea la voluntad de Dios ni de sus ángeles
que por mí se perdiera de Francia la valía!
¡Más quiero yo morir que deshonor me venga!
Cuanto más golpeemos, más Carlos nos querrá».
Cantar de Roldán
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