martes, 20 de febrero de 2007

Profecía de Pero Grullo

Esta es una profecía, de Evangelista, en que cuenta las cosas que han de venir.

Yendo en romería á Calatrava la Vieja, salió á mí un gallo en figura de ermitaño, su escapulario puesto, que si no fuera por el pico, no le conociera. Su hábito pardo, calabaza ceñida, un cayado en la mano, en la otra una sarta de buñuelos, rezando el Verbum caro. Saludóme; pregúntele quién era; respondióme: "Á mí me llaman Pero Grillo, siervo de Sant Hilario, el cual me aparesció esta noche á medio dia con una grande luminaria de linternas sin candelas en derredor ceñidas. Díjome: Despierta, Pero Grillo, siervo mío, y oirás la gran maravilla de una sentencia dada en el cielo de un gran juicio y persecucion que ha de ser en las gentes de todo el universo. "Y porque no se me olvidase, me lo escribió en los cascos de mi cabeza hasta no dejarme gota; y díjome: "Por aquí pasará un desvariado, (que, según las señas, vos habeis de ser); dadle el traslado, y ponga pies en camino, y notifíquelo, porque las gentes estén apercibidas." Y acabado de trasladar, Pero Grillo oyó cantar unas ranas, é izó la pluma y desapareció.

El tenor de dicho traslado es este que se sigue.

Comienza la profecia

El primero día de enero que vendrá será primero día del año, que todo el mundo no lo estorbará, si con tiempo no se remedia. Este día amanecerá al alba.
Y tañerse han todas las campanas del mundo en tirándolas de las sogas, y harán tan grande estruendo, que no habrá cabeza de hombre sin su colodrillo.
Vendrá una niebla tan grande y tan oscura que cubrirá el cielo, y no habrá hombre, por ciego que sea, que vea las estrellas á medio dia.

Levantarse ha un torbellino tan grande que levantará las pajas del suelo: las gentes se meterán en sus casas, por no estar en la calle: esa noche dormirán todos los ojos cerrados, por miedo del polvo. Lloverá tanta de agua, que mojará el suelo y matará el polvo sin confision.
Cantarán los gallos á oscuras de noche que no se vean unos á otros. Y otro día madrugarán las gallinas, rabiando de hambre, á escarbar en los muladares ajenos.

Luego harán relámpagos y truenos, que no habrá hombre nacido que quede por nacer. Luego hará un terremoto tan espantable, que los muertos no osarán resucitar de miedo; los corazones estarán todos en los cuerpos, que no osarán asomar; los puerros y los ajos meterán las cabezas so tierra, y no osarán salir hasta que salgan canos; el azafrán y zanahorias y membrillos se tornarán amarillos de miedo. Las mujeres serán todas hembras; los mudos se mirarán unos á otros callando, que no habrá sordo que los oiga. El fuego se tornará caliente, que llegando las estopas, se encenderán; la tierra se calentará tanto del gran sol, que los ahorcados no osarán llegar los pies al suelo.

Las piedras se tornarán todas duras como cantos; los caminos estarán tendidos por el suelo; los rios correrán hácia ayuso; la mar se tornará toda agua, de manera que echando en ella una piedra y aun dos, no pararán hasta el suelo. Las montañas serán más altas que los llanos, de guisa que más se cansarán cien hombres por una montaña arriba, que no uno cabalgando por el llano. Todas las alimañas no tendrán más sentido que bestias, todas llenas de pelos; las aves llenas de plumas; las golondrinas todas de una color, que no se conocerán la una á la otra; á los mochuelos se les tornarán las cabezas de hechura de cebollas, con dos cuentas de ámbar en la cara.

Las tinajas estarán todas á las puertas bostezando siempre. El sol estará en el cielo; saldrán las gentes á verlo al campo, cada oficio con su entremés. El primero saldrá el pendón de los sastres, que será acabado, con sus retazos so el sobaco; pero antes que se haga, será una mortandad que no habrá hombre que de ello muera que escape. Será tan espantable, que los que están en el Infierno querrian estar en el Paraiso, y no les valdrá. Y salido el pendon de los sastres con sus agujas y dedales, saldrán los zapateros con sus echabarriles y hormas y uñas crecidas, estirando las suelas con los dientes, y harán de una dos: los traperos vareando las pulgadas de canto: los carniceros pensando cuernos: los tejedores añudando hilos: cambiadores cercenando reales: caldereros batiendo el cobre: albarderos atestando paja. Vereis tanto del escudero pelado, las manos en el costado, blasonando de los linajes, cantando la perineta, votando á Dios. Y muchos de ellos mucho emplumados de tanta lacería, que bien podrian volar altanería; de dos en dos, preguntando unos á otros qué moneda corre; anda que de esperanza me mantengo; otros preguntando por el hospital, que no los acogen en Paraiso y deséchanlos del Infierno.
Tras esto, tanto caballero y tanto señorío, reverencias y pompas, con tanto ministril sacando arañas, haciendo grandes gargarismos en los gargueros, trompetas con sus bezos de albardas; los ojos sacados del casco, los carrillos hinchados haciendo la prueba del atriarca. Tras éstos la morisma, con tantos zaragüelles, camisas labradas, añafiles, atabales; tanta leche y miel, pasa, higo: todos se asentarán en cuclillas. Á la postre verás tanto de confeso que cubrirá el suelo como langosta; tanto de garbanzo, culantro, berenjena, vestidos, de rapiña, con tanta de ufana, que no hallarás entre ellos socorro de una hebra de tocino, aunque os vean perecer de hambre, estar asentado al sol; pero éstos traerán tanta multitud de narices de diversas maneras, como vajilla de tabernas, que todo el mundo estará á la sombra de ellas. Ahí estarán disputando las tres leyes, con grandes debates y diferencias; gran multitud de escribanos falsos, dando testimonio de lo que pasa, con sus péndolas en las orejas, renunciando la ley de duobus, anexidades y conexidades. Y en este instante vendrá un terremoto y soltarse ha el ganado. La ley de Moisen se subirá á lo alto, y los Inquisidores á los alcázares, para no los perder de vista. La ley de Mahomad asentará sus reales entre sus acequias. La ley de Jesucristo estará queda, firme, mas que super hanc petram; arremeterá al ganado y romperá las acequias: todo lo talará, que no quedará roso ni velloso.

Saltará una centella de la tienda de los Inquisidores, encenderá el real de Moisen, quemará la mitad de la gente. Y como sean esforzados, no escarmentarán; tornarán á jurar por el siglo de su padre que así no pasó, mintiendo, trabucando, haciendo del cielo cebolla. Vendrán los labradores con sus collares colorados; y como la cebolla sea de su ralea, desque la vean tan grande como el cielo, asirle han de las porretas, y darán con el cielo en el suelo, y tomarnos ha debajo, y no dejará cosa viva.

Y en esto yo desperté, y hálleme sin blanca ni cornado.

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