martes, 6 de marzo de 2007
JARDÍN BURGUÉS, Arthur Rimbaud
Jardín donde árboles y flores, todo es correcto,
todos los asmáticos burgueses de calor ahogados
traen, los jueves por la tarde, sus envidiejas.
La banda militar, en medio del jardín,
balancea su chacona, el Vals de los pífanos.
En torno se pavonea el pisaverde ante las primeras filas,
el notario cuelga de sus dijes grabados,
rentistas con binóculos subrayan todos los desafinados,
gordos burócratas engreídos arrastran sus gruesas señoronas
junto a las cuales van, cual serviciales cornacas,
aquellas cuyos volantes airean reclamo.
En los verdes bancos, cofradías de tenderos jubilados
atizan la arena con su bastón de pomo,
discuten harto seriamente los tratos,
aspiran rapé en plata y prosiguen: "En resumidas cuentas..."
Despachurrando en el banco los michelines de sus caderas,
un burgués de claro abotonado y flamenca barriga
saborea su ''onnaing'', del que se desprenden briznas
de tabaco -de contrabando, sepa usted-.
A lo largo de la verde grama se mofan los golfos;
y, amorosamente rendidos al canto de trombones,
muy cándidos, fumando cigarrillos baratos, los guripas
acarician los bebés para engatusar niñeras...
Yo persigo, despechugado como un estudiante,
a pizpiretas muchachas bajo verdes castaños
ellas se percatan y se me vuelven riendo,
sus ojos repletos de saber indiscreto.
No digo palabra; continúo mirando la carne
de sus blancos cuellos, de bordados locos mechones;
persigo bajo la blusa y los frágiles atavíos
el divino dorso que sigue la curva de sus hombros.
Enseguida descubro la botina, la media y...
reconstruyo los cuerpos, consumidos de hermosa fiebre.
Ellas me encuentran gracioso y cuchichean muy quedo...
Y mi deseo brutal se tira a sus labios.
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