martes, 6 de marzo de 2007
PROMETEO, Goethe
Cubre tu cielo, Zeus,
con vaporosas nubes,
y ejercítate como el muchacho,
que descabeza abrojos
junto a encinas, en lo alto;
pero habrás de dejar en pie
mi tierra y mi cabaña
que tú no construiste,
y mi hogar,
por cuyo calor
me envidias.
¡No conozco nada más pobre bajo el sol,
que vosotros, dioses!
Alimentáis miserablemente
con impuesto de sacrificios
y hálito de oraciones
vuestra majestad,
y careceríais de todo
si no fuera por niños
y mendigos que enloquecen de esperanza.
Cuando yo era niño
y no sabía dónde entrar y salir,
volvía mis extraviados ojos hacia el sol,
como si allí arriba hubiera un oído
para escuchar mis lamentos,
un corazón como el mío
que se apiadara del oprimido.
¿Quién me ayudó
contra la arrogancia de los titanes?
¿Quién me salvó de la muerte,
de la esclavitud?
¿No has realizado todo tú mismo,
corazón sagradamente ardiente?
¿Y te inflamaste joven y bueno,
engañado, agradecido por la salvación
al durmiente allí en lo alto?
¿Que te venere? ¿Para qué?
¿Has mitigado jamás
los sufrimientos del oprimido?
¿Has calmado jamás
las lágrimas del angustiado?
¿No me han forjado como hombre
el todopoderoso Tiempo
y el Destino eterno,
mis amos y los tuyos?
¿Imaginas acaso
que yo debería odiar la vida,
huir al desierto,
porque no maduraron
todos los sueños en flor?
¡Aquí estoy, formo hombres
según mi imagen,
una raza que sea igual a mí,
que sufra, llore,
goce y se alegre,
y que no te respete,
como yo!
Etiquetas:
Literatura alemana,
Poesía alemana,
Romanticismo,
Siglo XVIII
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