martes, 6 de marzo de 2007

EPIGRAMAS VENECIANOS, Goethe



Esta es la Italia que dejé. Los caminos siguen polvorientos;
haga lo que haga, se sigue estafando al forastero.
En vano buscas la honradez alemana por todos los rincones,
aquí hay vida y estrépito, pero no hay ni orden ni disciplina.
Cada uno cuida sólo de sí mismo, desconfía de los otros, es
vanidoso. Y los gobernantes se interesan sólo por ellos mismos.
El país es hermoso; pero no volveré a encontrar a Faustina.
Esta ya no es la Italia que abandoné con dolor.

10

¿Por qué se comporta así el pueblo y grita?
Quiere alimento, engendrar hijos y darles como pueda de comer.
Fíjate bien en esto, viajero, y haz en casa lo mismo.
Ningún hombre consigue más, por mucho que aparente.


11

Cómo tocan las campanillas los curas. Lo hacen sólo
para que la gente venga y parlotee.
No me insulten a los curas; ellos saben lo que el hombre
necesita: ser feliz parloteando todos lo días.


12

Que el sectario reúna tantos alumnos como la arena junto al mar.
La arena es la arena. Que sea mía la perla: tú, amigo juicioso.


14

Este yunque es como el país, el martillo como el príncipe
y la chapa es como el pueblo que se tuerce allí en medio.
Pobre chapa, sólo los golpes arbitrarios dan en el blanco
y el caldero nunca parece terminarse.


15

Mientras el hombre juicioso cuenta enamorados solitarios,
el fanático consigue muchos discípulos, y conmueve a la masa.
Los cuadros milagreros son, por lo común, malas pinturas:
las obras del espíritu y del arte no se han hecho para la chusma.


16

Que sea soberano quien conoce su propio beneficio,
pero nosotros hemos elegido al que conoce nuestro propio beneficio.


17

La indigencia, se dice, enseña a rezar; quien quiera aprenderlo
que vaya a Italia. El forastero seguro encontrará allí indigencia.


27

Han venido siempre las nueve, me refiero a las musas,
pero yo no me di cuenta, tenía a mi muchacha en el regazo.
Ahora que abandoné a mi amada, me abandonaron las musas.
He mirado confuso y de pasada buscando cuchillo y soga.
Pero el cielo alberga muchos dioses. Y tú viniste en mi ayuda,
Tedio. Se te saluda, madre de las musas.

29

¿Cómo es la muchacha que deseo?, me preguntan.
Ya tengo la que deseo. Esto quiere decir, me parece,
mucho con poco. Andaba a la orilla del mar buscando conchas.
En eso hallé una perlita. Ahora la guardo en mi corazón.

30

He ensayado muchas cosas: dibujo, grabado en cobre,
pintura en óleo; he impreso también en arcilla varias figuras,
pero he sido inconstante, y nada aprendí ni llevé a cabo.
En un solo talento casi alcancé la perfección:
escribir en alemán. Y así echo a perder yo, desventurado poeta,
en el peor material, por desgracia vida y arte.

55

¿Qué es la vida de un individuo?
Sin duda, miles de personas pueden hablar
sobre el hombre, sobre lo que hizo y deshizo.
Un poema es algo menos; pero miles pueden disfrutarlo o criticarlo.
¡Amigo, sigue viviendo, sigue escribiendo poemas!

50

Todos los apóstoles de la libertad me resultaron siempre abominables;
al final lo que buscaban era obrar a su antojo.
Si quieres liberar a muchos atrévete a servir a muchos.
¿Quieres saber qué tan peligroso es? ¡Inténtalo!


51

Se dice que los reyes quieren el bien y los demagogos también;
pero los individuos como nosotros, se equivocan.
Jamás consiguen las masas querer algo por sí mismas,
ya lo sabemos. Pero el que sepa querer por todos
que lo demuestre.


52

Todo profeta debiera ser crucificado a los treinta años.
En cuanto conoce el mundo, el bribón se transforma
en mártir.


53

Que los grandes reflexionen sobre el triste destino de Francia;
empero, los pequeños deberían reflexionar más todavía.
Los grandes sucumbieron, pero ¿quién protegió a las masas
de las masas? Las masas se convirtieron en tiranos de las masas.


55

"Dime, ¿no actuamos bien? Debemos engañar a la chusma.
Mira qué torpe y salvaje es, mira qué estúpida se muestra".
Te parece torpe y estúpida porque la están engañando.
Sean honestos y la chusma, créanme, será humana y sensata.



56

Los príncipes acuñan muchas veces en cobre casi plateado
su efigie inminente; el pueblo se engaña demasiado tiempo.
Los fanáticos acuñan en mentiras y sandeces el sello del espíritu;
quien carece de la piedra de toque, las considera oro molido.

57

"Esos hombres están locos",
dice la gente de los oradores apasionados que en Francia gritan
en las calles y mercados.
Yo también creo que están locos;
pero un loco en libertad pronuncia sentencias sabias,
mientras, ¡ay!, la sabiduría enmudece en el esclavo.

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